Un ejemplo del exceso al que se puede llegar aplicando argumentos de visos psicoanalíticos a la política lo ofrece la siguiente lectura del corte de calles como modo de protesta, común en la Argentina después de la última dictadura. El “corte de calle”, interpreta el analista del caso, sería una respuesta que pone coto al “hacer callar” como práctica habitual de gobiernos dictatoriales. Se llega a esta interpretación valiéndose de la homofonía entre el sustantivo “calle” (vía, calzada, etc.) y el imperativo “calle” (del verbo “callar”) para hacer de la acción de cortar la calle una metáfora del rechazo al silencio. La decisión del corte de calle como modo de protesta resultaría así de un desplazamiento y una metaforización equiparables a las de la formación inconsciente de síntomas. En resumen: semejante protesta sería lisa y llanamente un síntoma en sentido psicoanalítico.
Tal interpretación no fue el resultado del análisis de las asociaciones de un analizante (piquetero o militante “cortador de calles”) que condujera a ceñir fantasmas en torno al callar, quizás partícipes de las causales de padecimientos varios que el tratamiento, como es de esperar, permitiría eventualmente dejar atrás. Aun si ese hubiera sido el caso, no se ve cómo semejante intelección tan puntual podría generalizarse como razón de una decisión colectiva, política, de cortar calles, a menos que se sostenga que el cortar calles como manifestación política es cosa de neuróticos que sólo buscan que no los callen.
Convendría, además, no caer en la confusión de creer que se puede aplacar a opositores ofreciéndoles escucharlos y continuar escuchándolos cuántas veces quieran, es decir: diciéndoles todo lo contrario a “callen”. La primera lección del psicoanálisis a la política debería consistir en hacer patente que es muy pero muy difícil para un ser humano darse cuenta de que escucha, ve, entiende y ama mucho pero mucho menos que lo que cree. O mejor: que aunque escuche, vea, entienda y ame muchísimo, no deja de producir daños mucho mayores que los que es capaz de reconocer.
“Algo está podrido en el estado de Dinamarca”, sigue diciendo Hamlet, pero con un alcance más vasto que el que tiene en el clásico drama.
Fuente: Courel, Raúl (2020) "Calle"
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