La madre es un concepto que se suele dar por sabido. Pensamos en la madre, en la función materna, en la posición femenina, y damos por sentado que todos estamos hablando de lo mismo. Incluso, cuando se habla de la función paterna, todos estamos de acuerdo en qué se trata -la función de separación entre el niño y la madre- ¿Pero cuál es esa función materna?
Una indicación importante para la clínica es hacer caer el prejuicio el de "Madre hay una sola", que es la biológica y que es necesariamente una mujer cisgénero. La dirección a la cura varía si el analista está prefijado en ubicar que la madre es la madre biológica. Esto provoca en el paciente cierta dificultad para elaborar el duelo de esa madre que no ha funcionado como tal. Hay que poder elaborar el duelo con la persona que corresponde. Esto es especialmente importante en el caso de pacientes que han sido adoptados. Muchos analistas dan por sentado que la relación entre el hijo y su madre biológica es la relación de la que hablamos cuando hablamos de función materna. El niño, para que la progenitora funcione como madre, necesita elegir y adoptar a ese niño.
El analista debe ubicar quién ha ocupado la función materna en la historia del sujeto. Una madre biológica puede no hacer función materna con su hijo, aunque la sociedad la señale como madre. La función materna implica incluir al sujeto en su deseo y que lo invita libidinalmente. En la clínica, debemos preguntarnos quién se preocupaba por nuestro paciente durante su vida, Esa persona es la que hace la función materna.
En familias con padres o madres del mismo sexo, las funciones están claramente diferenciadas. Lo que importa en la constitución del aparato psíquico es que haya dos operaciones:
- Función materna, aquel que toma al niño en su deseo.
- Función paterna, que ubica un punto de expulsión a la exogamia.
El interjuego entre estas dos funciones va a producir, en relación a la ley como terceridad, la constitución subjetiva como tal- El sujeto necesita de la función materna y no todo depende de una única experiencia. Hay una madre que funciona como tal, ya sea un hombre o una mujer, pero esa función debe ser duelada por el sujeto.
También suele haber confusiones relacionadas con la mujer y la posición femenina. Freud, siendo del siglo XIX, va poniendo el punto en la pasividad o la actividad. Cuando Freud dice que el sujeto queda ubicado activa o pasivamente frente aotro de manera ambivalente en lo afectivo, hay que ubicar que la posición femenina no es propia exclusivamente de mujeres.
En el nudo borromeo, hay un aspecto simbólico y otro real: este último permite ubicar posición femenina. Pasar de la cuestión edípica a la mujer en lo real. Lacan dice que La Mujer no existe, sino que hay mujeres. Los hombres, aunque estén ordenados al goce fálico, tampoco están bajo un mismo modelo.
En lo imaginario del nudo, la madre pasa por la cuestión ilusoria, del estadío del espejo, de "his majesty the baby". Implica al niño como prolongación de la madre, que puede verse en cuestiones de amor y también polarizarse hacia la agresividad.
En lo simbólico, Lacan dice que el papel de la madre es su deseo. Aquí encontramos al Edipo, la sujeción al deseo de la madre, la ecuacón que produce la significación fálica, donde el niño pasa de ser el falo a querer tenerlo.
Si la madre está sujeta a la ley de su padre y no a una ley caprichosa y sinte que su hijo es una prolongación fálica de si misma, puede ocurrir que la madre qiera taponar su falta con el hijo o también puede desinvestir a su hijo por querer investir otros aspectos de la vida. Alquí estamos hablando solamente de lo simbólico.
¿Qué pasa en lo real? El nudo borromeo de la madre se conecta con el registro simbólico del hijo. De esta manera, va a leer lo real de ella como marca simbolica en el hijo. Este es el encadenamiento generacional. Si en lo real de una mujer u hombre en la posición femenina ubicamos que esa nada inicial (que después en lo simbóĺico se torna un agujero de la castración) que no estaba inscripta, allí se produce los que Peirce llama el potencial.En la posición femenina, en lo real, hablamos de una nada a la fundación: a fundar un potencial que es imposible de decir por una lado; por el otro, algo que no cesa de no inscribirse pero que no toma al niño (eso es simbólico). En lo real, el goce femenino se basta a si mismo, es un punto en el cual la madre se satisface en la producción misma de su agujero.
Eso que es imposible de decir es tomado por el registro simbólico del hijo, que lee en su madre y decodifica desde si. Lo real está perdido y no cesa de no inscribirse.
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