lunes, 17 de agosto de 2020

Un hijo no es un pene, ni un pecho, ni heces, ni dinero ni un regalo

La relación simbólica entre pecho, heces, regalo, pene, niño y dinero no implica que sean equivalentes sino que, no siéndolo, pueden ser tomados como si lo fueran. En esto consiste el efecto imaginario del falo simbólico, que hace, en el caso del hijo, que las relaciones fantasmáticas con el pecho, la hez y el pene (hay que agregar la mirada y la voz) subtiendan las que se dan con el hijo.

El dinero, a su vez, puede aquí ser tratado de inicio como caca, haciendo el gusto de jugar con él, guardarlo, regalarlo o emplearlo como si fuera teta o pene, incluso mirada siendo prueba de amor o de persecución, o voz del mundo en el aforismo “el dinero se deja oír”[1]. El pecho y la hez son primeros en entrar en operaciones fantasmáticas de trasposición con la voz y la mirada; después con el pene, el regalo, el dinero y finalmente con el hijo. Tras el pecho, la voz y la mirada se hacen don del otro, mientras que la hez es ocasión de la tensión narcisista en un terreno que ese don no hoya. El pene llega semejando imagen viva de lo que falta o puede faltar. El regalo, que resume compensaciones destinadas a ser insuficientes, logra mejor su cometido cuando sólo tiene de tangible el gesto.

Desde que se advierte que el pene funciona supeditado a la premisa universal de que está o falta, y en la medida en que la escritura del psicoanálisis se limita a avanzar en dirección a la brevedad del matema, se formula la diferencia entre falo simbólico (Φ) y falo imaginario (φ), implicando que para indicar el primero, vaciado, baste el algoritmo Φ.

Tras que el falo no es el pene y que éste no es el falo, un hijo no es un pene, tampoco dinero y nadie puede, en verdad, regalarlo. Eso no impide que la falta de hijo sea vivida como falta de pecho, ser la hez o la no posesión del pene, etc. De modo que en este marco el hijo puede servir a su madre para sostener la identificación a quien sea su padre o haga las veces de él (el de ella), en la forma de la referencia al tótem que será el de tal hijo (el padre imaginario se presta a este papel), o a ser para ella la hez con la que disputa la separación de su propia madre.

Nota:
[1] Atribuido a Aristóteles Onassis.
Fuente: Raúl Courel (2020) "Un hijo no es un pene, ni un pecho, ni heces, ni dinero ni un regalo..."

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