Siguiendo con el ordenamiento de la psicopatología psicoanalítica (ver el ordenamiento de la fobia), hoy vamos a ver la neurosis obsesiva, que es una de las neurosis más complejas.
El hombre de las ratas, desde pequeño, sintió que el padre se oponía a su sexualidad masturbatoria. Esto empieza a mostrar algunos elementos teóricos que ya se puede marcar en el ordenamiento de la neurosis obsesiva: tiene, como toda neurosis, punto de fijación en el complejo de Edipo y en este caso notorias fijaciones anales. Algunos autores señalan primera o segunda anal, pero en realidad es a las dos: anal expulsiva, la primera y anal retentiva, la segunda. Estas fijaciones a las etapas anales corresponden a un gran estadío de expansión narcisista del yo, como vemos en el deambulador. Hay que levantar la casa porque el niño toca todo, explora el mundo circundante y aparecen los primeros controles "no toques eso" y el control de esfínteres. Todos los autores consideran que las primeras restricciones o prohibiciones con el retiro de los pañales.
En este caso, es la madre la que transmite la regla de restricción pulsional. Por lo tanto, aunque en el historial del Hombre de las Ratas no aparece la madre como gran frustradra, sí sabemos por diversos historiales que es la madre la que exige esta restricción. Esto hace que las etapas sean ambivalentes respecto a la madre y que se dé una batalla dominio-sumisión bastante importante.
En el Hombre de las ratas, cuyo padre se opone a su satisfacción sexual masturbatoria desde temprana edad, aparecen estimulaciones anales. Tuvo gusanitos anales, por ejemplo. Las fijaciones anales hace que se llegue al Edipo con un monto de ambivalencia hacia ambos progenitores. Es cierto que en el varón hay amo a la madre y rivalidad con el padre, pero aunque prevalezca el Edipo heterosexual, la ambivalencia con el objeto heterosexual hace que se torne altamente conflictivo y ambos Edipos, aunque hayan naufragado -que implica el establecimiento de la represión primaria y el superyó-, por la intensidad de los conflictos es la única neurosis cuya represión primaria es reforzada con una regresión hacia las etapas anales.
Las fijaciones anales hacen que los dos objetos edípicos sean muy ambivalentes. Eso torna ultraconflictivo al complejo de Edipo, aunque se logre el naufragio y el establecimiento del superyó. Si tomamos como ejemplo al varón, aunque se logra la represión primaria, la intensidad del conflicto al sortear el naufragio, hace que la represión primaria no sea tan estable como para que el aparato psíquico no demande un refuerzo que sea la regresión a las etapas anales que refuerzan la represión primaria. Se mantiene la represión primaria, pero le concede una regresión, por lo que el obsesivo hace una lectura "desde lo anal" sobre el conflicto edípico. Sabemos que el aparato psíquico avanaza por sobreinvestidura, donde se van suturando las ambivalencias. Se supone que se sale del naufragio del complejo de Edipo menos ambivalentes y también se supone que hemos elegido más claramente un posicionamiento heterosexual. Se supone que la polaridas masoquismo-sadismo ha tenido un cierto reparto preferencial -dice Freud- del masoquismo, pero de manera sublimada a la femineidad y el sadismo de manera sublimada hacia la masculinidad.
La regresión del conflicto edípico a las etapas anales tiene el efecto de abrir las polaridades y entonces el obsesivo oscila antre masculino y femenino, entre sadismo y masoquismo, entre amor y odio. La apertura de polaridades es el sustrato de la famosa duda del obsesivo. El obsesivo duda y no puede decidirse, cosa que se ve mucho en el consultorio.
La fijaciones anales, a pesar de la sobreinvestidura (el naufragio permitido por la represión primaria) tracciona la regresión a las etapas anales, manteniendo la represión primaria. Esto genera síntomas muy complejos, porque se trata de síntomas como rituales, deshacer lo hecho, aunque lo que más llama la atención son los síntomas del pensamiento. Lo sorprendente en Freud es que cataloga al pensamiento del obsesivo como preconsciente delirante, lo cual es un contrasentido, porque si es preconsciente no es delirante. Evidentemente es una metáfora.
El obsesivo presenta cosas contaminadas por la duda y fallas border llamativas, por ejemplo, piensa en aislamiento. Entonces cree que está asociando, cuando en realidad está repitiendo circuitos de pensamiento aislado que no llevan a nada. Dice cosas aisladas que no une, entonces el analista le tiene que armar el nexo. Pasado el tiempo, puede repetir lo mismo.
Al obsesivo le cuesta reconocer su deseo, como vemos en la película Mejor Imposible, donde el personaje se enamora de una chica, pero lo que hace es atacarla. Pueden coger muy bien con la esposa y aún sostener que no la desea. Producto de la ambivalencia, puede desear y odiar a la vez. El Príncipe Hamlet hace suicidar a la pobre Ofelia, la maltrata y está enamorado de ella. El padre aparece como fantasma y le dice que el tío lo envenenó poniéndole veneno en la oreja, que lo vengue... ¡Y Hamlet busca a artistas para que representen la escena para que el tío la vea! Hay una dificultad para la acción y la interpretación psicoanalítica es que el tío hizo lo que él hubiera querido hacer y por eso no puede vengarlo.
El aislamiento en el obsesivo aparece en el consultorio con ideas que se le ocurren desprovistas de afecto. El otro aislamiento es lo que mencionábamos antes sobre el circuito de ideas sin conexión lógica.
La anulación retroactiva aparece en la acción: hacer algo y después deshacerlo. En el historial del hombre de las ratas está en la piedra que él saca para que pase el carruaje de la amada y después la pone. Es hacer lo contrario de lo que desea o tiene que hacer.
El orden, la avaricia, la pulcritud, la duda de manera excesiva y la tenacidad para aferrarse a una idea aparecen como rasgos del carácter anal. En el Hombre de las ratas, la fantasía de la tortura de las ratas es fundamental para entender los síntomas del caso. El coito anal fantaseado aquí es sádico, con el padre y con la madre. El hombre de las ratas asocia ratas con penes, o sea que es una fantasía de coito sádico: el pene que desagarra, el pene dentado, etc.
Fuente: Encuentro n° 37 de Freud Desconocido, 17 de mayo de 2019.
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