Séneca, que criticaba a los romanos que alardeaban de cultos exhibiendo muchos libros que nunca leían, escribía en "De la tranquilidad de ánimo":
“¿Para qué sirven los libros y bibliotecas innumerables, de los que su dueño apenas si puede leer su título en toda su vida? Esa cantidad cansa al que está aprendiendo, pero no le enseña y es mucho más interesante que te dediques a unos pocos autores y no que andes perdido entre muchos. En Alejandría ardieron 40.000 rollos. Alguno lo alaba como hermosísimo monumento de la opulencia de los reyes, como por ejemplo Livio, que dice que esto fue obra egregia de la elegancia y preocupación de los reyes. Pero ni aquello fue elegancia ni preocupación, sino lujoso deseo de aprender, mejor, ni deseo de aprender, porque no se compraron para el estudio sino para el espectáculo, como para muchos ignorantes también los libros de letras infantiles no son instrumentos para el estudio sino adornos para sus cenas. Adquiramos, pues, cuántos libros sean necesarios, pero no por el espectáculo”.
(De tranquillitate animi, 9, 4)
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