El sadismo es una forma de manifestación de la pulsión sexual que busca hacer sufrir a otro un dolor fisico o, al menos, hacerle sufrir una dominación o una humillación.
El término sadismo proviene del nombre del marqués de Sade, escritor francés (1740-1814) cuya considerable obra da un amplio lugar a la algolagnia (ligazón del placer y del dolor) activa pero también pasiva.
El psicoanálisis reconoce al sadismo como una de las posibildades inscritas en la naturaleza misma de la pulsión sexual. Con todo, ni Freud ni sus sucesores postularon por ello sistemáticamente una agresividad normal como dato constitutivo de las sociedades humanas.
Es cierto que la consideración de la sexualidad infantil lleva a describir una especie de perversión polimorfa original en la que el sadismo tiene su lugar. Sin embargo, en Pulsiones y destinos de pulsión (1915, en Trabajos sobre metapsicología), Freud destaca que al principio el sadismo busca la dominación del compañero, el control ejercido sobre otro. El lazo entre dolor y excitación sexual aparece primero en el masoquismo, que constituye una inversión del sadismo, con vuelta hacia la propia persona. Sólo entonces infligir un dolor puede devenir una de las perspectivas del sadismo: allí, paradójicamente, el sujeto goza de manera masoquista por identificación con el objeto sufriente.
La hipótesis de la pulsión de muerte, del mismo modo, viene más bien a contradecir la idea del funcionamiento sádico primordial en el hombre. Si la pulsión de muerte es pulsión de destrucción, es sólo en el sentido de que el hombre tiende hacia su propia pérdida. El sadismo, más nítidamente todavía que el masoquismo erógeno, se presenta ya más complejo, opera una intricación de las pulsiones de muerte y de las pulsiones sexuales.
J. Lacan se refirió al sadismo en el Seminario X, 1962-63, La angustia, para ilustrar una forma particularmente evidente de «positivización» del objeto a (véase objeto a). A este objeto, que ordinariamente juega como objeto perdido, y en tanto tal causa del deseo, el sádico piensa poder exhibirlo, recortándolo primero en el cuerpo de su compañero. Las descripciones que se encuentran en Sade son particularmente explícitas en este punto.
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