Todo neurótico –es decir, todo ser humano cuerdo– tiene algún “trastorno alimentario”: según la autora, la anorexia puede corresponder a un “dis-gusto” propio de la histeria.
“Parecen sobrenaturales esas figuras que desafían la gravedad.
“Ante ellas, los médicos no saben bien qué hacer por sí mismos.”
La extrema delgadez de algunas adolescentes y su férrea negativa a alimentarse “como corresponde” producen una gran angustia en quienes comen “normalmente”. Entre la alarma y el enojo ante esas figuras etéreas que parecen seres sobrenaturales (que desafían las leyes de la gravedad), los médicos no saben bien qué hacer y suelen querer compartir su responsabilidad con otros especialistas: psicólogo, psiquiatra, endocrinólogo, ginecólogo, nutricionista, bajo el rótulo “caprichos, miedo a crecer y/o a engordar, enfermedad de moda”. Del lado de la difusión mediática tenemos poco confiables estadísticas y consejos alarmistas cuyo efecto inmediato es que la anorexia sea el convidado de piedra –figura de la muerte amenazadora– en toda mesa familiar donde una adolescente se proponga hacer una dieta más o menos estricta para adelgazar.
La angustia frente a esos seres “sobrenaturales” se manifiesta del lado “psi” en resistencias que precipitan diagnósticos apresurados y con frecuencia equivocados.
“Descubierta” por la psiquiatría del siglo pasado, la anorexia fue asociada a cuadros histéricos graves y rápidamente tomó consistencia como cuadro en sí mismo: anorexia mental, anorexia nerviosa, anorexia histérica. Freud a su vez no dejó de mencionar síntomas anoréxicos o bulímicos en prácticamente todos los historiales de Estudios sobre la histeria, y en una carta a Fliess, el manuscrito G, afirma: “La neurosis alimentaria paralela a la melancolía es la anorexia. La tan conocida anorexia nerviosa de las adolescentes me parece representar, tras detenida observación, una melancolía en presencia de una sexualidad rudimentaria. La paciente asevera no haber comido simplemente porque no tenía apetito, y nada más. Pérdida de apetito equivale, en términos sexuales, a pérdida de la libido”. Actualmente, cuando se habla de anorexia, se vacila implícita o explícitamente entre neurosis y psicosis y en esa vacilación se multiplican las confusiones en donde entran las adicciones, las perversiones y las nuevas patologías, psicoculturales y/o “de borde”. Siempre con un grado alarmante de generalización.
Esto es sin embargo sencillo de explicar: solemos olvidar que la histeria tiene muchos bordes, que van desde el síntoma como llamado al Otro hasta sus usos variados como escenarios de goce donde todo el mundo se transforma en espectador impotente. Que la confusión entre lo real y lo simbólico sea la primera manifestación en el psiquismo de la pulsión oral, debería alertar a los analistas para no hacer diagnósticos anoréxicos (o bulímicos) sobre la anorexia.
Solemos también olvidar que no hay neurosis histérica –o sea, neurosis– que no presente algún tipo de trastorno “alimenticio”. El tubo digestivo es una vía regia para la inscripción del significante en el cuerpo. Para Freud el dis-gusto era la primera manifestación de un síntoma histérico. Disgusto alimentario, disgusto sexual, disgusto con la propia imagen, disgusto con el cuerpo imaginario al que siempre le sobra o le falta algo en relación al Ideal. Con Lacan podemos agregar que las histerias que se manifiestan a través de síntomas orales, muestran la esencia fálica del objeto oral, y no la relación dual con una Madre omnipresente y devoradora. También recordemos que, para Freud como para Lacan, la histeria sólo puede escucharse y resolverse por medio del dispositivo analítico. Si se le responde con un desdoblamiento multidisciplinario, lo único que se logra es nutrir, alimentar, multiplicar el sentido del síntoma, impidiendoque el deseo atrincherado pueda retomar la vía significante que le abrirá el acceso a otros posibles objetos.Es cierto que también debemos reconocer aquellos casos donde el significante fálico no ha operado del todo como separador del Otro primordial, y recordar que los rituales obsesivos no son sino uno de los dialectos que habla la histeria, empobrecida, reducida, enflaquecida y consumida por la diet religion. También las fobias alimenticias, en virtud de la significación fálica que ha tomado el alimento en la historia edípica del sujeto, producen un empobrecimiento de su universo simbólico, donde las palabras ya no encuentran nuevas entradas ni salidas.
Este breve panorama “diagnóstico” es sólo para mostrar que las que suelen llamarse “nuevas patologías” no son sino un desconocimiento o un olvido progresivo y sintomático de aquellos analistas que desconfían de las herramientas clínicas y conceptuales del “viejo” psicoanálisis para conquistar nuevos “mercados”.
¿Cómo podemos enfrentar nuestra angustia para poder escuchar e interpretar la enigmática relación que a través del síntoma anoréxico el sujeto mantiene con el Otro y con el objeto? Por empezar, reconociendo nuestras resistencias y nuestros errores, por ejemplo cuando decimos “no hay transferencia” luego de haber sancionado la necesidad de un multienfoque, o cuando asociamos libremente alimento simbólico con Madre real o alimento real con madre imaginaria. Sólo un equipo disciplinado, es decir una reflexión rigurosa y sostenida con otros analistas puede permitir dilucidar si las dificultades con las que nos enfrentamos se deben a la falta de herramientas conceptuales, al desconocimiento de nuestros propios recursos, a la insuficiencia de nuestro análisis personal, o a que no es un analista lo que el paciente está buscando.
Si confiamos en el dispositivo analítico y en su paso a paso, también podremos reconocer sus límites. Como psicoanalistas nunca podremos prescindir del tiempo de comprender. Si el paciente o su familia no aceptan ese tiempo imprescindible para sustraerse al instante de la mirada mediática o multidisciplinaria sobre la anorexia, es que el paciente se equivocó de dirección. Lo esencial es que nosotros hagamos lo posible para no equivocarnos de paciente.
La mirada “devoradora” del padre sobre su hija adolescente, la relación de la sexuación femenina con el espejo y los ideales plagiarios, la topología del cuerpo y sus torsiones y distorsiones, la recuperación textual de la larga historia que precede a la pretendida posmodernidad de la anorexia de nuestros tiempos, son algunos de los caminos necesarios que tenemos que recorrer y conceptualizar para que la contingencia del encuentro del psicoanálisis con la anorexia mental cese de no escribirse con letras analíticas. Esa es nuestra apuesta.
* Directora de Ambrosía, Enfoque Psicoanalítico de los Trastornos del Hambre.
Fuente: Fendrik, Silvia (1999) "ACERCA DE LA DIRECCION DE LA CURA PSICOANALITICA EN LA ANOREXIA - La nena no se alimenta “como corresponde”" - Página 12
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