Graciela adoptó un niño al casarse. Sentía tanto rencor hacia sus padres que no quiso tener un hijo biológico para no transmitirle la patología mental a través de los genes. Esto lo pudo relatar años después, en la consulta por su hijo, con diagnóstico de “esquizofrenia”.
Nos preguntamos, ¿Cómo comprender la patología de ciertos sujetos si su propia vida no estuvo marcada mayormente, por ningún trauma grave? ¿No sería necesario especialmente en estos casos, tener en cuenta cómo han afectado los traumas de las generaciones anteriores? Pero entonces habría que pensar ¿a través de qué mecanismos se efectúa la transmisión?
Ante todo creo que debemos diferenciar la transmisión transgeneracional de la repetición, aclarando que la repetición nunca es “de lo mismo”. La transmisión es un complejo mecanismo psíquico (que incluye más de un psiquismo), construido “entre” las generaciones. La repetición es uno de los modos de la transmisión, otros que podemos nombrar, son la identificación, identificación con el ideal del Yo de los padres, introyección, incorporación, la resistencia al cambio versus la posibilidad de la aceptación de lo nuevo, sublimación, sometimiento del Yo a los mandatos familiares y otros que no son excluyentes entre sí, es más, todos ellos podrían funcionar en una misma temporalidad. Habría otro modo de transmisión de “lo mudo”, que desarrollo en este trabajo, y tiene que ver con los efectos del trauma.
Freud, si bien parte del trauma y lo retoma al final de su obra en “Análisis terminable e interminable”, se vuelca a la creación psíquica, orientando su búsqueda hacia la sexualidad, el conflicto psíquico y a las representaciones sustitutivas que ha producido. Freud teoriza fundamentalmente acerca de los mecanismos psíquicos de las neurosis. Para él, son las representaciones rechazadas las que dan cuenta de los síntomas. En “Recuerdo, repetición y elaboración” (1914), menciona por primera vez en “La compulsión a la repetición”, un aspecto especial de la resistencia, es decir, la tendencia del paciente a repetir una experiencia pasada con un acto, en vez de recordarla.
Los terapeutas familiares sabemos que la repetición puede darse también en la generación siguiente, es decir en los hijos o en los nietos. Siempre hay una “necesidad no pensada” de transmitir o depositar en otro lo que el aparato psíquico no puede contener ni transformar. Entonces, los hijos incorporan no sólo los ideales y valores de los padres, sino también ese quantum de afecto no procesado que debe ser ligado de alguna manera.
Abraham, Torok, Kaës desarrollaron los conceptos de fantasma y cripta, Faimberg desarrolló el concepto de telescopaje para dar cuenta de este mecanismo de transmisión. En Argentina, Jorge García Badaracco desarrolló una teoría para trabajar los efectos de las interdependencias patógenas en la familia y especialmente en el llamado “el enfermo”; Isidoro Berenstein escribió sobre la ¨transmisión de los significados¨.
En los casos de traumas, donde ya no estamos en el conflicto neurótico, puede suceder que haya ausencia de representación cuando el trauma ha sido muy violento. En estos casos, el afecto, la angustia, la mayor parte de las veces, no está desplazado sobre una representación sustitutiva sino que está enlazada al trauma que la engendró. La representación no está rechazada, como en la neurosis, sino que la pérdida de sentido del sujeto provocada por el trauma ha impedido que se construyera la representación sustitutiva. De este modo, el trauma afecta al Yo que queda escindido y así, también puede afectar directamente la posibilidad de representación. Cuando se escinde el Yo, la parte que quedó muda, insiste. Considero entonces, que podemos pensar a la escisión del Yo como uno de los mecanismos de defensa que darían cuenta del fenómeno de la “transmisión de las dimensiones de lo negativo”, por la ausencia emocional reiterada de los objetos primarios afectados por el trauma, que se producen como efecto de lo no elaborado. Estas ausencias en “personas presentes”, se explicarían por la escisión del Yo que dejan aspectos de la persona enlazados a lo traumático, el niño no puede dar cuenta ni puede poner en palabras, la presencia-ausencia, la sensación de vacío afectivo. Por lo tanto, no lo puede pensar.
Los traumas de las generaciones anteriores también pueden afectar la capacidad de representación de los hijos, produciendo efectos sobre el pensamiento, la concentración y generar núcleos autistas de diferente intensidad, teniendo por consecuencia una dificultad o una ausencia de metaforización y simbolización que tiene efectos sobre toda la vida libidinal de sus niños.
La mente es organizadora de lo percibido y también organizada por las percepciones. Sabemos que el yo puede “defensivamente” alterar la percepciones de la realidad, desmentirlas, depositar en otro o bien puede entrar en un estado confusional cuando no encuentra solución a un estado de angustia extrema.
Estas teorías acerca de la transmisión intentan dar cuenta de cómo hijos de padres neuróticos podían enfermar sin haber vivido ellos mismos experiencias que justificaran la patología que manifestaban. Explicando así que no solo se despliegan hechos traumáticos infantiles sino que también se puede ser portador de fantasmas parentales que generan climas emocionales y vivenciales durante todo el crecimiento de los hijos, que acuerdan con lo mudo que insiste y no tiene representación palabra, por el sujeto. Hay que aclarar que cada vida es singular y en las repeticiones o afectaciones siempre está lo diferente. En la insistencia de la repetición siempre está la posibilidad del quiebre de esta repetición que permite que surja lo nuevo y lo creativo.
En la patología mental llamada “grave”, vemos que las interdependencias padres-hijos son patógenas y una de las variables a pensar sería la manifestación de la transmisión transgeneracional de lo no elaborado de los padres, vehiculizando lo traumático, que muchas veces impide el devenir pulsional normal del hijo, que no puede desarrollar sus recursos internos sanos por efecto de ser el portador del fantasma parental.
Lo interesante es que el proceso de transmisión no se funda únicamente en quién transmite y qué se transmite, sino que se encuentra sustentado en los modos en que el receptor recibe el legado de la transmisión, si podrá metabolizarla y hacerla suya o no, como también ver qué novedad puede introducir en ella, cuánto toma y cuánto desecha. La transmisión resulta así un proceso construido entre las generaciones.
La experiencia clínica demuestra que hechos ocurridos en un tiempo anterior al nacimiento de un sujeto, con historias que aparentemente no le pertenecen, se revelan con frecuencia constitutivas de su psiquismo. Es decir, aquello que en los padres no ha podido encontrar su inscripción psíquica, su figuración imaginaria, corre el riesgo de hacer retorno sobre otro, reproduciendo sin comprender. Cuanto más intensas y duras son las resistencias, más severas son las carencias de recursos yoicos verdaderos para enfrentar tanto el mundo externo como el mundo interno, probablemente por ser el portador de fantasmas mudos. Comprendiendo que gran parte de la conflictiva del paciente le son inabordables por la palabra, precisamente, debido a esa carencia de recursos yoicos para enfrentar y elaborar una historia no vivida. La carencia de recursos yoicos se debe en parte a que ha sido afectado su aparato de pensamiento y esto continúa en forma de agente patógeno hasta que puede ser pensado con otros.
Concordando con las ideas de J. García Badaracco, vemos que el estudio de las defensas narcisistas nos ha llevado a descubrir cada vez más claramente que este tipo de componente narcisista como resistencia al proceso psicoanalítico es más bien una forma patológica portadora de la carga de la relación primitiva con los objetos primarios y una forma de identificación primaria con aspectos patológicos de los padres.
Siendo los propios estados emocionales y mentales de los padres los que condicionan su disponibilidad, su capacidad de transformar las ansiedades del hijo, cuando se transmite un fantasma, esto producirá en gran parte, una influencia patógena, según el grado de desarrollo y la madurez psicológica y emocional alcanzados por ellos. A su vez, los padres estarán condicionados, en cierto modo, a la posibilidad de haber metabolizado traumas heredados o propios y sublimarlos en un desarrollo saludable. Pero, la persistencia de estos factores de repetición conducirá a la acumulación de carencias de desarrollo yoico que a su vez generarán más frustración y sadismo, empobreciendo nuevamente al Yo. El sujeto se constituye con otros. Por ejemplo, el niño no solo puede ser depositario sino que generalmente, a través del pensamiento omnipotente infantil, vive haciéndose cargo de modo patológico, viviendo como propios, los efectos de los objetos parentales y las formas de manejo yoicos por los conflictos de los padres, incorporando o identificándose entonces con los aspectos patológicos de los progenitores.
Creemos, como dice G. Badaracco, que se hace más comprensible que al concepto de resistencia desarrollado originalmente por Freud haya que agregar el de dificultades por carencias de recursos yoicos; y yo agrego, por haber sido afectado “el aparato de representación” por interdependencias patógenas portadoras de una carga afectiva sin representación y mientras más potentes sean estas cargas, más se transforman en resistencias aparentemente insuperables. Consideramos que las deficiencias o alteraciones del Yo, a las que aludió Freud en “Análisis terminable e interminable”, pueden relacionarse con el concepto de “carencia de desarrollo de recursos yoicos” del Dr. Badaracco y con un resto relativo al efecto de la transmisión de lo no elaborado en las familias, que se juega siempre en tiempo presente.
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Si bien no se puede no transmitir ya que somos un eslabón en la cadena de las generaciones, somos parte de un árbol genealógico, entonces una perspectiva es pensar la transmisión transgeneracional como un proceso inevitable en la familia, construido entre generaciones, esta sería la transmisión trófica. Pero hay que diferenciarla de la transmisión de la patología, de lo traumático, a esto me referiré en este trabajo.
Fuente: Rotenberg, Eva (agosto 2008) "La pieza de la cadena. Familia y transmisión". Imago Agenda Nº 122
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