miércoles, 28 de octubre de 2020

Las intervenciones del analista con el paciente en duelo

El tema del duelo nos atraviesa como personas y también como analistas. El texto de Freud Duelo y melancolía nos ilustra sobre el proceso de duelo ante una pérdida, en el que la libido tiene que abandonar ese objeto y volver sobre el yo. Cuando ese proceso no se hace adecuadamente, la sombra del objeto cae sobre el yo, oscureciendo al sujeto. Las melancolías, es decir esos duelos que no terminan de elaborarse, son muy complicados.

El trabajo de duelo resulta en una enorme tarea. Implica extraer el objeto a que uno fue para el Otro. Una persona en duelo tiene dificultades en la concentración y toda su vida pierde el color. Por otra parte, no hay inscripción psíquica de la muerte ni de la sexualidad, por lo tanto hay que construir esa falta de objeto, el sujeto se entrega al trabajo del duelo.

El proceso de desasimiento libidinal no es algo que se haga en días. Pensemos en los años que puede tomarle a una relación forjarse: todo eso dede deshacerse. 

La clínica nos enseña que el primer año del sujeto en duelo es el peor: cumpleaños, fechas sin el otro. Lo que se pierde, en el duelo, es un punto de vista único. Cada uno de nosotros somos una combinación única e irrepetible de pensamientos, palabras, sensaciones. Cuando se pierde alguien, se pierde ese único punto de vista y esto es absolutamente irreparable.

Cuando alguien se pierde, también se pierde su mirada: eso que uno era para el Otro. Freud dice que no solo se pierde al ser amado, sino lo que uno era para alguien en este mundo. Esa forma particular en la que a uno lo miraban. En las separaciones de pareja, este punto es irreparable, pero el objeto no es totalmente insustituíble. Específicamente, se trata de sustitución, sino de suplencia. Por ejemplo, alguien puede perder a su madre y encontrar a otra persona que haga esa función de historizarlo.

Se hace un duelo solamente se hace por la pérdida de personas, sino también por cosas, por ideas dejadas de lado. 

La persona en duelo siente que algo propio se llevó junto a aquello perdido. Hay que reconstruir lo irrecuperable, que es aquello que estaba en el otro. Esta distinción técnica en el análisis es muy importante: ¿Qué es del otro y le pertenecía? Tomar lo que es del otro y lo que uno siente que perdió, o qué del otro se inscribió en el paciente es lo que hace al trabajo del duelo. La interiorización de las marcas de ese otro a quien se amó y perdió, quedan en el sujeto.

Una de las cosas que pocas veces se habla sobre el duelo es que en el momento de máximo dolor aparece en el cuerpo una sensación de pérdida de consistencia imaginaria. Si pensamos en la constitución subjetiva y en el estadío del espejo, hay un momento fusional de encuentro donde la madre anticipa lo que el niño aún no ha llegado a ser, ¿Qué pasa cuando el Otro desaparece? Hay un punto de identificación, casi narcisista, en que si el Otro desaparece se siente que algo del cuerpo de uno también lo hace. Esto no es patológico, pero el analista debe trabajar junto al paciente qué es de él y qué del otro. Todo duelo implica un punto de confusión, donde uno siente que se va con el ser amado.

En lo simbólico, como correlato a lo que vimos de lo imaginario, implica la castración del Otro. Lo real de que todos vamos a morir, de que no hay nadie pueda contra eso, avanza sobre la idea de completud imaginaria y aparece la angustia:

La pérdida de consistencia en lo imaginario se debe a lo real de la muerte, como lo imposible de inscribir y en lo simbólico, la inscripción de la castración en el Otro, Φ.

El analista, en el momento de un duelo, no debe interpretar. En ese momento de inermidad del paciente, estar pensando en términos de juegos significantes puede ser sentido como una falta de respeto. En su lugar, el analista puede brindar corporiedad, "aquí estoy", su teléfono, un café en la sesión... Algo que haga presente ese cuerpo. No se trata de las tan criticadas intervenciones "de yo a yo" de la relación imaginaria con el paciente; esta intervención apunta a la disolución corporal que el sujeto tiene. En la medida que ese cuerpo está preso de la angustia, no se puede elaborar nada.

La voz en el duelo es muy importante, pensemos en situaciones de intensa gravedad. Lo que aparece en ese momento es lo mismo que durante la constitución subjetiva: la voz del Otro, las canciones repetitivas, los mantras. Los sentidos cobran importancia: el olor de la ropa del ser querido, el tacto, lo más primario que vuelve a poner a prueba de que el cuerpo del paciente que está con nosotros está vivo. "Usted está vivo" es una intervención de corte, para luego averiguar cuál fue la marca que el sujeto se lleva para mantener viva a la persona amada. Con el tiempo, quizá pueda transmitir a las generaciones posteriores aquellas cuestiones simbólicas que den por perdido lo perdido.

Relacionado: El duelo, su tratamiento en la clínica psicoanalítica.

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