El campo de la perversión ha presentado siempre dificultades a los analistas. En general se ha partido de la idea errónea y harto difundida de que “los perversos no consultan”. Esta afirmación es refutada ya por Freud, quien en su texto sobre el fetichismo refiere que en todo caso, no suelen consultar por el fetiche, en tanto este cumpliría una función estabilizadora respecto del horror frente a la castración, pero eso no deslinda que no haya una clínica posible de la perversión. En este sentido muchas veces los analistas se desorientan frente a algunos sujetos, porque no pueden localizar las coordenadas precisas que permitirían hablar de una posición perversa.
Salvando las distancias, en nuestra clínica nos hemos encontrado con niños que no presentaban una relación al Otro propia de la neurosis; donde lo que primaba era precisamente el producir la división del partenaire por la vía del ultraje al pudor. A partir de esos casos pudimos delimitar lo que dimos en llamar posiciones perversas en la infancia.1 Esto abrió un campo de trabajo, no para leer estructuras perversas donde no las hay, sino para delimitar ciertas formas de lazo al Otro que difieren claramente de la neurosis y de la psicosis.
Por otro lado, consideramos que la traducción literal del francés Autre jouissance, es un tanto desafortunada, y proponemos nominar a ese goce que es preciso distinguir del goce del Otro y del goce fálico, como goce de lo hetero. Lo escribiremos en itálicas con el fin de darle un estatuto diferente, en la medida que no quede reducido a un elemento compositivo del lenguaje, dependiente de alguna otra referencia (Ej. Heterodoxo, heterosexual, etc.) sino que nos interesa resaltar ese rasgo diferencial que introduce. Lo hetero estará en relación al vocablo griego ετερος. Alude al otro pero cuando hay dos, a diferencia de αλλος que simplemente alude a otro, diferente, distinto.2 Ese goce de lo hetero estará en relación al falo pero no quedará subsumido a él. Ponemos el acento entonces, en la radicalidad otra, con la que se presenta este goce. Ubicamos bajo el nombre de goce de lo hetero tres modalidades: el goce femenino, el místico y el goce que puede extraerse de la creación.3 En esta ocasión la pregunta se recortará alrededor de la diferencia entre goce del Otro y goce femenino.
¿Por qué nos decidimos a interrogar la posición perversa? Podemos afirmar que la posición perversa orienta a la hora de efectuar la distinción antes mencionada. Nos preguntamos ¿Cuál es la relación del perverso al goce del Otro y al goce femenino? Nuestra hipótesis puede formularse así: el perverso se vale de la suposición de goce en el Otro para recusar el goce femenino, que es indicio del no-todo.
La posición perversa: algunas coordenadas que orientan.
En la clase del 16 de Junio de 1965 Lacan señala el interés que le había suscitado ese año trabajar las “posiciones subjetivas del ser”,4 y aclara que “hay un cierto número de posiciones subjetivas verdaderamente concretas, a las cuales debemos atender”. Delimita la noción de posición, a nuestro criterio mucho más rica que la de estructura, a partir de tres coordenadas precisas: la posición del ser del sujeto; la del ser del saber y la del ser sexuado. El serhablante estará afectado entonces por el significante pero también tendrá un cuerpo de modo tal que, el efecto sujeto, la relación al saber y el modo en que asume o se tramita la sexuación, configuraran la posición subjetiva. Agrega por último un cuarto elemento: el objeto a, del cual se ocupará según lo afirma en el próximo seminario.5
Tomaremos estas coordenadas con el fin de situar las particularidades de la posición perversa y su relación tanto con el goce del Otro y el goce femenino.
1. El sujeto perverso: escamotear la división subjetiva.
En “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”6 y en el seminario 10, el goce del Otro se presentará en torno a la relación particular que neuróticos y perversos establecen con el Otro. En el primero de los textos citados Lacan refiere el modo en que el goce del Otro se presenta en la neurosis. Lee dicho goce en relación a la castración y al fantasma. El goce del Otro se presentará como el goce que el neurótico le supone al Otro, bajo la figura de un Otro que quiere su castración. Lacan señala que dicho goce no existe, porque el Otro no existe y que esto se produce porque el neurótico identifica el lugar de la falta en el Otro con la demanda, de allí que el lugar del fantasma sea relevado por la fórmula de la pulsión.7 El neurótico ubicará el objeto en el campo del Otro, de allí la estructuración de la demanda, y la satisfacción pulsional se producirá a partir de bordear dicho objeto.
Ahora bien, mientras el neurótico rechaza quedar ubicado como objeto de goce del Otro, aportando su propia división subjetiva; el perverso se ofrece lealmente- dice Lacan- a ser ese objeto al servicio del goce; en un intento siempre fallido de restituirle el goce al Otro. Traspone la causa de deseo en imperativo de goce haciéndose soporte de una ley cuyo costo es la renuncia a su condición de sujeto para ofrecerse como objeto que tapona la castración en el Otro.
La repetición fija de una escena como condición de goce intenta apresar un goce que en definitiva siempre se escabulle, dejando velado para el perverso el lugar que él mismo ocupa para el Otro. Ambos dan cuenta así de un uso diferencial del fantasma y por ende un tratamiento diferente del goce del Otro. Dicho goce es para Lacan, fantasmático”.8
En la neurosis, entonces, el fantasma está situado todo él en el lugar del Otro9 -de allí que la división se produce cuando falta la falta-, pero en la perversión “el a se encuentra allí donde le sujeto no puede verlo, y el sujeto tachado está en su lugar.10 ¿Qué ocurre entonces con el circuito pulsional cuando el objeto no será buscado en el campo del Otro, sino que necesita reintroducirlo allí? El armado mismo del circuito pulsional se cortocircuita, requiriendo la emergencia de un “nuevo sujeto” para que la pulsión realice su recorrido.11 Pero paradójicamente ese nuevo sujeto no queda del lado del perverso sino del lado del partenaire. ¿Eso significa que no habría división subjetiva en la perversión? En modo alguno afirmaríamos algo así. Pero si conviene aclarar que no hay división subjetiva en el montaje de la escena perversa y de su realización: allí la división se presenta en el partenaire. Eso no significa que los perversos nunca se angustien o incluso que no se confronten con la sorpresa; sino que las coordenadas son otras. Habrá que rastrear allí aquellos momentos donde se encuentra imposibilitado de montar la escena: ya sea por ausencia de partenaire al cual dirigirse (sabemos que en última instancia se dirige al Otro, pero necesita del otro) o cuando algo del objeto que viene a operar como tapón no está presente para obturar el encuentro con la castración (aquí el modelo puede ser el fetichismo)
2. El saber y la verdad en la perversión.
En el Seminario 10, a propósito de Sade, Lacan demuestra como el perverso trabaja denodadamente para el Otro. Así, mientras el neurótico cree que el perverso es quien goza más allá de los límites que a él se le imponen, Lacan enfatiza el nivel de sometimiento del perverso al Otro: “Hace un gran esfuerzo y se agota hasta errar su objetivo, para realizar lo que, gracias a Dios, nunca mejor dicho, Sade nos evita tener que reconstruir, ya que lo articula como tal, o sea- realizar el goce de Dios”.(12)
El perverso se presenta como el portador de una cifra sobre el goce, que se especifica como un saber respecto a cómo gozar. Él cree hacerse un goce a su medida, pero Lacan será tajante al afirmar que sin la referencia al goce del Otro “es imposible abordar el problema de la perversión”.(13) Es en el intento de restituirle el goce perdido al Otro, que el perverso se vuelve instrumento del goce del Otro. El perverso suple, haciéndose él mismo objeto, la falla en el Otro.14 Se constituye en tapón y paga con su propio ser, a condición de mantener al Otro sin tachadura. El Otro como Otro cuerpo se transforma en el escenario donde el perverso intenta suplir el desgarro que el significante introdujo entre cuerpo y goce.
Entonces ¿Quién goza? Sin dudas no es el perverso. Por el contrario toda su labor está sostenida en que el goce reaparezca en el campo del Otro. Así, en el Seminario 16 dirá: “(…) el goce del que se trata es el del Otro. Naturalmente, hay un hiato. Ustedes no son cruzados. No se dedican a que el Otro, es decir no sé qué de ciego y tal vez de muerto— goce. Pero al exhibicionista eso le interesa. Es así, es un defensor de la fe”.15 Ese elemento central es precisamente el que queda opacado para el perverso, en la medida en que al relevar al objeto de su lugar, no le queda como serhablante acceso alguno a la verdad. La relación al partenaire se reduce a una técnica del cuerpo, que no habilita la pregunta por su lugar en la estructura.
Lacan sugiere que el perverso desconoce “al servicio de qué goce se ejerce su actividad”,16 y que mientras al sádico se le escapa su función de instrumento respecto al goce del Otro, su reducción misma al látigo que fustiga; al masoquista se le escapa que lo que busca es la angustia del Otro.17
Presentará al perverso finalmente, como un cruzado: como aquel que cree en el Otro. Y de este modo tal como en la religión, el perverso le deja la verdad de la causa al Otro,18 a condición de soportar la coagulación de un saber sobre el modo de gozar, que fija las coordenadas de la escena perversa, limitando y reduciendo el campo de goce.
3. La función del objeto. Dos modos de presentación paradigmáticas: la voz y la mirada.
Siguiendo con el Seminario 16, nos interesa resaltar la articulación que Lacan plantea entre objeto a y goce. Allí afirma que: “….el objeto a está en posición de funcionar como lugar de captura de goce”.19 Es ese objeto capturador de goce, el que el perverso intentará restituir en el campo del Otro, en pos de hacer existir el goce del Otro. Lacan afirma que el perverso intenta tapar el agujero del Otro: sabe de la castración y por ello se ve compelido a taponarla de alguna manera. En este sentido el goce tiene también su límite en el horizonte, contradiciendo el fantasma neurótico que le supone al perverso un goce absoluto. En todo caso la estrategia, como dijimos antes, es diferente.
En relación al objeto a y al Otro se hace inminente la importancia que la escena tiene para el perverso. Éste necesita siempre del partenaire, pero además esa escena está dirigida al Otro. En este sentido no habría estrictamente hablando “acto” perverso, si entendemos a este último por fuera del Otro o en todo caso, prescindiendo del Otro. El perverso necesita de la suposición de la existencia del Otro, recuperándolo bajo la forma de alguno de los objetos: la voz en el masoquista, la mirada en el exhibicionista. Es en el mismo instante en que el imperativo se presentifica asignando el lugar de resto al sujeto; o cuando la mirada surge en el encuentro con lo que se da a ver, que la escena perversa queda establecida.
Lacan dirá entonces que el exhibicionista vela por el goce del Otro, y que intenta lograrlo haciendo surgir la mirada en el campo del Otro. Señala que si esto es posible es porque el goce ha desertado del campo del Otro.
El voyeur, a diferencia del exhibicionista, interroga en el Otro lo que no puede verse. Aquí establece una lógica más solidaria al falo, y el objeto cobra la forma de lo que falta. El voyeur se hace mirada, para no ver, o para ver nada, en la medida en que la condición para que la escena se sostenga implica el espiar a través de una ranura, con el riesgo de ser descubierto, intentando capturar ese goce que siempre se escapa.
En cuando al sadismo y al masoquismo Lacan va a correr el eje del tema del dolor, tanto si es infligido o si es sentido, para replantear las cosas a partir de la incidencia de la voz. Mientras el masoquista intenta ser relevado del lugar de sujeto de discurso, apunta a través del contrato a que la voz como imperativo recaiga sobre él, reduciéndolo a la función de objeto resto; el sádico intenta imponer su voz al partenaire, quitándole a este la palabra. Por eso no hay goce posible entre un sádico y un masoquista: ambos necesitan un partenaire que se sienta interpelado por la posición que es llamado a ocupar, solo hay lugar para que uno ocupe el lugar de objeto, de allí que al perverso le interesa que el otro conserve su posición de sujeto. Así, Lacan dirá que la voz puede estar instaurada en el Otro de un modo perverso o neurótico, teniendo por cierto consecuencias diversas.
4. La perversión como recusación del goce femenino.
Con el fin de desarrollar este apartado tomaremos como referencia el Seminario 20 y en particular la clase VII20 donde Lacan, al momento de dar cuenta de la posición sexuada, se ve llevado a tener que hacer referencia a la perversión. Es un seminario de viraje, fundamentalmente porque el Otro no es ya el Otro simbólico, sino que si hay de lo Uno, el Otro, dice Lacan- “ha de tener forzosamente alguna relación con lo que aparece del otro sexo”.21 Otro sexo respecto a lo que se inscribe: el falo como significante. Ese goce fálico se recorta precisamente como fuera de cuerpo y la pregunta que le insiste a Lacan es qué se hace no ya con el goce fálico, sino con el goce del cuerpo. Ubica las ya consabidas fórmulas de la sexuación delimitando dos campos: el lado hombre y el lado mujer, aclarando que ubicarse en uno o en otro es algo “electivo”.22 Un hombre puede estar en posición femenina, una mujer enarbolar las insignias fálicas.
Ahora bien, del lado hombre para poder acceder a una mujer, para que el goce no se reduzca al goce masturbatorio- goce del idiota- el hombre tendrá que dirigirse al otro campo, donde se aloja la función de la causa. Tendrá que ir más allá del falo para salir de “la perversión polimorfa del macho”.23 Del lado mujer, se instituye una relación diferente con lo real, en la medida en que la mujer se encuentra claramente dividida en su goce: se dirige al falo, pero también al S(%) inaugurando un goce en el cuerpo, que no es sin la castración pero que es suplementario al falo. Es un goce fuera de discurso: no hay significante que lo nombre, no queda capturado por el falo, sino que está en relación a esa hiancia que se abre entre dos formas de la falta. Es en esa abertura de los vectores que Lacan aloja el objeto a. Es por estar desdoblada entre el falo y el significante de la falta en el Otro, que la mujer es no-toda.24
¿Podemos a partir de aquí establecer alguna especificidad de la posición perversa? Consideramos que una primera aproximación al tema nos permite cernir un modo preciso de respuesta: el perverso al relevar al objeto del lugar de la causa, intenta colapsar esa hiancia que se abriría entre el falo y el S(%). Si el encuentro con el otro sexo (entiéndase- otro respecto de la función fálica) es análogo al encuentro con lo real de la castración, ya sea por la vía de corroborar que no hay complementariedad entre los sexos, o porque abre a la contingencia del encuentro con un goce totalmente hetero; la maniobra perversa consiste en recusar el goce femenino.
La fijeza del objeto fetiche pero también del contrato masoquista nos orienta en esta vía. Nada debe escapar a la escenificación misma, y por ende a sus propias reglas. Lejos de ser un goce sin límites, es un goce encorsetado por el fantasma, que le permite suponer un goce en el Otro, que él mismo puede suturar haciéndose instrumento de goce.
Hablamos de recusación y no de rechazo. Se trata de un término extraído del campo jurídico y para el derecho recusar no es sinónimo de invalidar una función, sino que se la declara no competente en una causa.25 Para la RAE, en su segunda acepción implica: “Poner tacha legítima al juez, al oficial, al perito que con carácter público interviene en un procedimiento o juicio, para que no actúe en él”.26 Es decir que es un modo de dejar fuera de juego algo que se sabe, forma parte de éste. Volviendo al Seminario 20, Lacan afirma: “Si con ese S(%) no designo otra cosa que el goce de la mujer, es porque señalo allí que Dios no ha efectuado aún su mutis”.27 Lacan aclara que no hay que confundir ese significante de la falta en el Otro, con el objeto a. ¿No es precisamente esa la maniobra perversa: superponer en el lugar estructural de la falta, el objeto a, a condición de relevarlo él mismo? Restituir el goce perdido al Otro sería el efecto de una recusación previa que les permite sostener una “subversión de la conducta que se apoya en un savior-faire, una habilidad ligada a un saber, el saber de la naturaleza de las cosas, un acoplamiento de la conducta sexual con lo que es su verdad, o sea, su amoralidad”.28
El perverso no desconoce qué ð Mujer no existe, sabe de la tachadura que pesa sobre ella y que la hace no-toda, pero al dejar el objeto de su lado, cortocircuita el pasaje al otro campo. Queda como pregunta la articulación de esta posición con la función paterna. Si recordamos la propuesta lacaniana que sostiene que “Un padre no tiene derecho al respeto, si no al amor, más que si el dicho, el dicho amor, el dicho respeto está —no van a creerle a sus orejas— père-versement orientado, es decir hace de una mujer objeto a minúscula que causa su deseo”.29 No podemos dejar de preguntarnos si tal operación no se ha jugado así en la perversión donde, no se trataría de un padre no castrado, sino de un padre no deseante respecto de una mujer, un padre que no cruzó el umbral para encontrar algo de la causa.
1 Iuale, L; Lutereau, L; Thompson, S. (2012) Posiciones perversas en la infancia. Buenos Aires: Letra Viva. 2012.
2 Diccionario Manual Griego clásico- Español. Barcelona: Vox. Romanya Valls, 2008.
3 No los estamos homologando, en modo alguno creemos que sea lo mismo el goce femenino, el místico y el de la creación, pero es cierto que es posible hallar alguna línea de continuidad entre ambos, en los tres están referidos al goce fálico, pero este no los subsume.
4 Lacan, J. (1965). El seminario. Libro 12: Problemas cruciales del psicoanálisis. Clase del 16/6/1965. Inédito.
5 Se refiere al Seminario 13. El objeto del psicoanálisis. Inédito.
6 Lacan, J. “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”. En Escritos 2. Siglo XXI, 2008, p. 783.
7 Ibíd., p. 785-6.
8 Lacan, J. (1962-63). El Seminario. Libro 10: La angustia. Buenos Aires: Paidós, 2006, p. 178.
9 Ibíd., p. 60
10 Ibíd.
11 Lacan, J. (1964). El seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 1987.
12 Lacan, J. (1962-63). Op. Cit.,p 180.
13 Lacan, J, (1967). El seminario. Libro 14: La lógica del fantasma. Clase del 15-2-67. Manuscrito no publicado.
14 Lacan, J. (1968-69). El seminario 16: De un Otro al otro. Buenos Aires: Paidós, 2008, p. 241.
15 Ibíd., p. 233
16 Lacan, J. (1962-63). Op. Cit.,p. 164.
17 “El masoquista […] ¿cuál es su posición? ¿Qué le enmascara su fantasma de ser el objeto de un goce del Otro?- que es su propia voluntad de goce, porque después de todo el masoquista no encuentra forzosamente su pareja […]. ¿Qué enmascara esta posición de objeto- sino equipararse el mismo, ponerse en la función de la piltrafa humana, de aquel pobre desecho de cuerpo separado que nos presentan aquellas telas? Por eso digo que la mira del goce del Otro es fantasmática. Lo que se busca, es en el Otro, la respuesta a esa caída esencial del sujeto en su miseria final, y dicha respuesta es la angustia”. Lacan, J. (1962-63). Op. Cit.,p. 178.
18 Lacan, J. (1966) “La ciencia y la verdad”. En Escritos. Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.
19 Lacan, J. (1968-69)., Op. Cit., p. 227.
20 Lacan, J. (1972-73). El seminario 20: Aun. Buenos Aires: Paidós, 2002.
21 Ibíd., p. 85
22 Ibíd., p. 88
23 Ibíd.
24 Ibíd., p. 98.
25 Juan Dobon y Gustavo Hurtado hablarán de recusación del goce fálico, en relación a la presentación de ciertas modalidades de goce en las adicciones. Puede verse: Dobon, J- Hurtado,G (comp): Las drogas en el siglo ¿qué viene? Buenos Aires: FAC- ARDA, 1999
26 Diccionario de la Lengua Española (1992) 21º Edición. Madrid, 2000.
27 Lacan, J. (1972-73). Op. Cit., p. 101.
28 Ibíd., p. 105.
29 Lacan, J. (1975). El seminario. Libro 22: RSI. Clase del 21/01/1975. Inédito.
Fuente: Iuale, Luján "La posición perversa" - Imago Agenda
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