Fundamentalmente, la mayor fuerza física del varón tiene relación con la testosterona. Los andrógenos actúan sobre todo el organismo y, aparte de su actuación en la configuración del aparato reproductor, de los caracteres sexuales secundarios y sobre el sistema nerviosos central, tanto en lo que a organización como a funcionamiento se refiere, la testosterona ejerce un poderoso efecto anabólico. Los músculos presentan muchos receptores androgénicos y, en la pubertad, la testosterona activa el desarrollo de la masa muscular, razón por la que se la utiliza como anabolizante en el dopaje deportivo, crea una distorsión de los caracteres sexuales secundarios en las mujeres, además de otros inconvenientes en ambos sexos. En los huesos la testosterona aumenta el espesor y la proporción de calcio. Así que, tanto en la masa muscular como en masa ósea la testosterona genera diferencias claras en ambos sexos. En el hígado la testosterona incide en la proporción de las proteínas de alta densidad en sangre, teniendo por esta causa, menores defensas el varón ante la arterioesclerosis. La testosterona aumenta la producción de eritropoyetina producida por el riñón, producida por la médula ósea activando la producción de células sanguíneas, cosa que favorece el rendimiento respiratorio y oxigenador en músculos. Ese también es otro de los motivos por los que se usa en dopaje.
De este modo la superioridad del sexo masculino sobre el femenino en fuerza física es incuestionable, y la dominancia masculina será siempre fácil cuando en los ambientes sociales primen el recurso a la fuerza como argumento o mecanismo. En las relaciones sexuales, por ejemplo, cuando se inmiscuye la violencia prácticamente siempre es el hombre el agresor, violador, raptor, etc, simplemente porque físicamente es el más potente.
El modelo de dominio de género masculino probablemente tiene que ver con los modelos conductuales relacionados con la agresividad y la violencia, más frecuentemente asociados a comportamientos masculinos (dejando aparte el factor fuerza física) Estadísticas más o menos generalizadas sitúan alrededor del 90% EL PROTAGONISMO MASCULINO EN LOS CRÍMENES VIOLENTOS.
En general parece que la violencia en la conducta es más correlacionada con el eje hipotalámicoadrenal que con las hormonas sexuales. Los niveles de cortisol explicarían más los niveles de violencia que los niveles de testosterona. La testosterona está relacionada, asociada en primates más con la conducta sexual y el deseo de “ganar” que al deseo de agredir o matar. CLARO QUE AGREDIR Y GANAR MANTIENEN ALGÚN TIPO DE DE RELACIONES (Niehoff,2000).-
Sobre estos datos cada sociedad ha construido el Género, que será algo diferente entre una masculinidad vikinga y una masculinidad en la corte de Luis XV, pero ambas son masculinidades, con rasgos de género inconfundibles.
Del Libro "Sexo, cerebro y Género" Ramón M. Nogues- Paidós 2003
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