En las presentaciones que muchas veces se tildan de hipocondríacas, existe una presentación bastante común que es digna de estudio.
Dice Lacan:
"¿Qué vemos en el sujeto obsesivo masculino? El temor a ser contaminado o contaminar, cuya gran importancia en su caso nos ha mostrado la experiencia corriente"
Es un fenómeno muy frecuente que se presenta en la experiencia clínica y cotidiana:
Cuando el sujeto obsesivo atraviesa una barrera de su vida sexual, se le aparece el fantasma de haber contraído -o transmitido- una enfermedad venérea. Se trata de una mancha de contraer una enfermedad y cómo esta se liga socialmente a la homosexualidad o a la promiscuidad y al valor que le resta esto a su propia masculinidad. Y esto, independientemente de si se cuidó o no.
Es su propio impulso lo peligroso, y al haberse salido de control por un momento... se temen las consecuencias.
“El obsesivo está muy obsesionado por todo lo que puedan engendrar sus actos impulsivos de cariz libidinal”
En el hombre histérico, por más que no se suelan encontrar ciertas expresiones de la histeria como la anestesia, las parálisis, contracturas, trastornos sensoriales, etc., podemos identificar algunos aspectos de temor orgánico que en ocasiones hacen pensar en la hipocondría: miedo a las afecciones cardíacas, con todos los signos precursores ad hoc, afecciones articulares, dispepsias diversas, trastornos neurovegetativos mal circunscriptos, entre otros. En cambio, el lote acostumbrado de algias de conversiones múltiples son tan frecuentes en hombres como mujeres. La elaboración psíquica y la función disfrazada de los síntomas desempeñan un papel comparable en ambos sexos.
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