lunes, 8 de febrero de 2021

Psicoanálisis para la tercera edad

Durante mucho tiempo, se ha hecho del viejo un marginado, no solo en la sociedad sino también para el psicoanálisis. Un prejuicio bastante común, posiblemente basado en parte por lo dicho por Freud y en parte en las dificultades que la tarea crea a los analistas, reside en la creencia que los viejos son inanalizables y que solo pueden recibir una terapia de apoyo. Hay pacientes de más de sesenta años, sin graves deterioros cerebrales, son pasibles de un psicoanálisis convencional con grandes beneficios, el resultado de pacientes añosos que ya hubieran tenido una experiencia analítica con anterioridad.

No existe en verdad en el envejecimiento un hecho puntual que señala su comienzo como en la adolescencia. Es un proceso que se inicia con el nacimiento o tal vez antes y se continúa a lo largo de toda la vida. La OMS ha convenido en señalar a los sesenta años, hechos significativos que pueden repercutir de una manera intensa en el estado afectivo y social del gerente, la adultez de los hijos, el nacimientos de los nietos, la jubilación, el cambio corporal, la muerte del cónyuge o amigos, etc. Todo esto configura lo que puede llamarse la “crisis de los senescencia”. Así como muchas veces en la edad madura el conflicto se plantea entre el ideal del yo y el yo por las aspiraciones y expectativas ideales (que habitualmente provienen de la adolescencia) el conflicto pasa también por la crisis narcisista que implica asistir a la propia declinación, además de las perdidas objetales. Por eso resulta importante comprender muchos de los síntomas atribuibles a la vejez como manifestaciones de defensas narcisistas.

El cuerpo que también es biografía, señala con sus cicatrices a quien quiere y puede leerlas. El psicoanálisis, al posibilitar la investigación del sentido inconsciente de los síntomas corporales entramados en el vivenciar del paciente, configura una comprensión psicosomática con efecto terapéutico. Ejemplo: la relación entre menopausia y osteoporosis ha sido claramente señalada, pero no se ha puesto demasiado énfasis en el proceso de elaboración de la menopausia  y su vinculación con las fantasías de sostén, originadas en la identificación temprana con una madre que cumple también función de sostén. 

Es en el campo de la transferencia y contratransferencia en el tratamiento de ancianos, donde uno redescubre la vigencia de los contenidos edípicos inconscientes que emergiendo de la atemporalidad, se actualizan, también en la neurosis de transferencia. El análisis de pacientes mayores es más un problema para el terapeuta que para el paciente. Cada paciente hombre es para el inconsciente del analista, el padre, y cada paciente mujer, la madre. Y habitualmente acercarse y reconocer la sexualidad de los padres puede resultar difícil. De la misma manera, la idea que las personas mayores están más cerca de la muerte genera en los analistas jóvenes sentimientos de culpa y el miedo a generar depresiones. Y en los analistas más viejos, tener que encarar la propia finitud, a la vez que el riesgo de quedar presos de la identificación concordante con el paciente. En otros casos, la edad manifiestamente mayor del paciente puede funcionar como contra resistencia en el terapeuta a analizar las transferencias parentales que el paciente hace sobre él. 

En aquellos casos  en que son los hijos del anciano quienes se hacen cargo del costo del tratamiento, esto puede llegar a generar una herida narcisística en el paciente, que se expresa en la transferencia como la resistencia a depender de alguien menor. También ser una carga activa los sentimientos depresivos.

El análisis personal, la formación teórica y el entrenamiento constituirá pues, como es habitual en la formación analítica el trípode sobre el cual se ha de basar la preparación de un terapeuta que ha de ocuparse de la psicoterapia de los viejos.

Fuente: "PSICOANALISIS EN LA TERCER EDAD" Dr. Edgardo Korovsky

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