Una "madre demasiado buena" causaría los mismos estragos que una madre "no suficientemente buena", como por ejemplo el caso de las fobias y las neurosis obsesivas. Lacan utilizó la metáfora de la madre cocodrilo. Por su prte, dijo Winnicott en 1960:
(...) El paciente se queja en el sentido de que el analista intenta hipnotizarlo, es decir, le invita a realizar una severa regresión a la dependencia, impulsándolo a una fusión con el analista.
Lo mismo puede observarse en las madres de los niños pequeños, las madres que han tenido varios niños empiezan a dominar tanto la técnica de ser madre, que hacen todo lo que deben hacer en el momento adecuado, y entonces la criatura que ha empezado a separarse de la madre no dispone de medio alguno para asumir el control de todo lo bueno que tiene lugar a su alrededor. El gesto creador, el llanto, la protesta, todos los signos pequeños que deberían producir la acción de la madre, todas estas cosas faltan, y no aparecen porque la madre ya ha satisfacido la necesidad, igual que si la criatura siguiera fusionada con ella y ella con la criatura. Así, la madre, al ser en apariencia tan buena madre, hace algo peor que castrar a la criatura: dejarla ante dos alternativas; la de hallarse en un estado permanente de regresión y de fusión con la madre o, por el contrario, llevar a cabo un rechazo total de la misma, incluso de aquella que en apariencia es una buena madre.
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