domingo, 7 de marzo de 2021

Cine y psicoanálisis: el duelo en la película Titanic

Hay veces que debemos "traicionar" un poco a nuestros muertos en aras de la vida.

Hay cierta resistencia a dejar de penar, de sufrir , por la pérdida de un ser querido porque sentimos que si dejamos de hacerlo estamos siendo desleales.

Durante el proceso de duelo se mezclan sentimientos de culpa que a veces pueden no ser resueltos y llevar a una depresión o a la melancolía.

Cuando se llega a esos estados es que se debe pensar en iniciar una psicoterapia. Sin embargo un proceso de duelo, que puede alargarse durante meses o más,no es en sí algo psicopatológico, como pretenden hacernos ver ciertos círculos de la psiquiatría, y debe entenderse como un proceso natural y de autocuración.

En Duelo y melancolía, Freud dice: 
"El duelo mueve al yo a renunciar al objeto, comunicándole su muerte y ofreciéndole como premio la vida para decidirle

Un caso 
Titanic es de esas películas hipnóticas, por algún motivo o por varios.
No vamos a entrar en consideraciones acerca de por qué motivo Jack no puede subir a la tabla.
Un grupo de investigadores demostró que había lugar para ambos, y que igualmente se mantenía la flotabilidad.

¿Qué es lo especial de esta escena? Que resulta una perfecta metáfora del Duelo. Desconozco si entre los guionistas hubo algún Colega, pero casi aseguraría que sí. Rose, en un momento, pierde el conocimiento y, al recuperarse, descubre con angustia que Jack está muerto, aún aferrado a su mano.

Se enfrenta entonces a una terrible disyuntiva. Debe soltar a Jack para poder ir tras el silbato que porta un tripulante muerto, y hacerlo sonar hasta que un bote cercano la escuche y la rescate.

Para seguir viviendo, en definitiva.
Nada de esto es posible si no suelta la mano de Jack. La mano de su amor, el hombre que adora, el hombre que trastocó su vida para despertarla y convertirla en otra, una feliz. Si lo suelta, ya nunca más va a volver a verlo. Finalmente, decide. Suelta la mano de Jack, y observa con desesperación como se hunde, su rostro desapareciendo bajo las crueles aguas homicidas.

Ese movimiento le permite seguir viviendo. Eso es el Duelo. Desasirse del objeto perdido para poder vivir. Si no lo soltamos, nos hundimos con él.
"La sombra del objeto recae sobre el Yo", resumía magistralmente Freud en su no menos magistral "Duelo y Melancolía". Muchos Pacientes sienten culpa en el soltar, como si cometieran una traición. Creen, erróneamente creen, que el sufrimiento es lealtad.

Como Psicólogos, nos enfrentamos a un monstruo imponente, y luchamos para que esa sombra de la que hablaba Freud no termine oscureciendo a nuestros Pacientes hasta apagarlos.

La muerte, el suicidio, la melancolía. Pero hay un movimiento que no podemos hacer por ellos: el desasirse. Podemos pensar juntos, indicar, construir sentido. Hasta angustiarnos, ¿por qué no?
Pero quien debe decidir soltar es el Paciente. Saltando la culpa, o la ilusión de que la agonía de aferrarse es una forma de mantener con vida aquello que ya no está.

Que no está, pero puede hacerse vivir en la memoria y en el amor, sin que eso implique perderse. El bote del rescate, luego, abrirá paso a una nueva vida, con otros proyectos, sueños, anhelos, una diferente. Y el objeto, ese objeto amado al que hicimos anidar dentro nuestro, consentirá, agradecido.

Fuente: Texto extraído de "Psicólogas y Psicólogos de Buenos Aires", escrito por P. Leone.

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