miércoles, 5 de mayo de 2021

Las cenizas de Freud y una crátera italiana

El 6 de Mayo de 1931, para su 75 cumpleaños, Freud convalecía de una internación. Los festejos se reservaron a la familia. La circunstancia no fue obstáculo para que recibiera regalos. Entre ellos se contabiliza una antigua crátera o jarrón. El obsequio, según Michael Turner, provenía de Marie Bonaparte. En la crátera, sobre fondo oscuro se representa una escena que tiene relación con el culto a Dionisio. A pesar de su fama griega se la sospecha proveniente del sur de Italia y con 2300 años de antigüedad. Se dice que al verla Freud habría exclamado que era una pena no poder ser enterrado con ella. Era un dicho extraño para alguien que había solicitado ser cremado a su muerte. De inmediato la crátera pasó a tener un lugar privilegiado en su colección de Berggasse y lo acompañó en el forzado exilio londinense.

En septiembre de 1939 Marie Bonaparte escucha a la BBC en su radio y se entera de la muerte de Freud. El tono emocionado del locutor se le hará imborrable. De inmediato parte con destino a Londres, hacia los funerales de su maestro y analista.
El día 26 se lleva a cabo la ceremonia mortuoria, en Golders Green. Sin rituales religiosos, el cuerpo de Freud es incinerado y sus restos se depositan en la antigua crátera. Recae en Jones y en Stefan Zweig decir las palabras de despedida, mientras que Ernst Freud diseñará el pilar que sostendrá la crátera. Años más tarde, Marta volverá a acompañarlo en aquella urna.
A los días Marie Bonaparte escribe una nota necrológica dedicada a Freud. En el elogio denuncia los ataques que sufrió su analista y parece anticipar los que sufrirá su memoria, así como las confusas responsabilidades que se le adjudicarán. Bonaparte escribe que un periodista francés acusaba a Freud de haber glorificado a las pulsiones y, por lo tanto, de haber preparado el advenimiento del nazismo.


En la madrugada del 1 de enero de 2014 se intenta robar la crátera. El crimen fracasa y se realiza. La urna es encontrada quebrada, en el suelo, y las cenizas desparramadas. Las tareas de restauración llevan un tiempo y las cenizas deben separarse de su destino final.
Por algún tiempo, en Golders Green, el pilar que debería soportar las cenizas de los muertos permanece como decapitado.
El atentado le ha quitado su urna.

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