viernes, 5 de junio de 2020

El padre en los tres registros: padre simbólico, padre imaginario y padre real

En esta ocasión, veremos la función del padre en los tres registros propuesta por Lacan: padre simbólico, imaginario y real, conceptos fundamentales de ubicar en la clínica. Tempranamente Lacan, le dio importancia a la función del padre en la estructura psíquica. En su época, los kleinianos le daban mucha importancia a la relación madre-niño en la teoría de las relaciones objetales.

Anteriormente, Freud se había preguntado qué era un padre se basó en el valor de la muerte de un padre en el inconsciente. A raíz de estos puntos, podemos pensar la función del padre.

Empecemos con el padre imaginario...
El padre imaginario se ubica, justamente, en la relación imaginaria: es el padre a nivel del semejante y del que el paciente nos habla. Las identificaciones, la idealización y la dialéctica de la agresividad se ubican en este registro del padre, incluso lo terrorífico, que es el que se imagina y que no necesariamente tiene que tener relación alguna con ese que es el padre del niño.

El padre imaginario está construído imaginariamente, es una imago. Es una construcción imaginaria subjetiva que muchas veces no tiene que ver como el padre es en realidad. Puede tratarse de un padre ideal o "un padre que ha jodido al chico". A la forma de las religiones, puede ser un protector omnipotente o el terrorífico padre de la horda primitiva que impone el tabú a sus hijos.

El padre imaginario es agente de la privación, pues, al considerarlo la hija como omnipotente, lo culpa por haberla privado del falo simbólico o su equivalente: un niño.

En la psicosis y en la perversión encontramos una reduccion del padre simbólico al padre imaginario.

El padre simbólico
El padre a nivel simbólico no es un ser real, sino una función, una posición, que puede realizar un sujeto que ejerza la función paterna. El padre simbólico es un significante, una operación simbólica tiene que ver con la ley, con el Edipo, con la prohibición del incesto. Sin la categoría de significante, no podríamos pensar al padre simbólico. La posición del padre como simbólico no depende del hecho de que haya habido un coito y un nacimiento.

El padre simbólico, en tanto metáfora, es un significante que sustituye al primer significante introducido en la simbolización, el deseo de la madre. En la neurosis, la posibilidad de la metáfora paterna es fundamental: la palabra del padre sustituye el deseo materno y de esta forma, el niño no queda tomado, aprisionado o tragado por ese deseo materno que lo invade. Poner al padre en lugar de la madre, entonces, es lo fundamental del progreso en la relación al Edipo.

En la psicosis, la ausencia de padre simbólico es lo que determina a esta estructura: aquí el Nombre del Padre se encuentra forcluído.

Cuando se dice que el padre simbólico no está en ninguna parte o que se trata del padre muerto, lo quiere decir que se trata de un nombre, de un significante, un significante que viene al lugar de otro significante (metáfora). Esto es lo esencial de su posición en el complejo de Edipo: padre como procreador de lo simbólico. Lacan dijo que el único que podría responder absolutamente de la función del padre como padre simbólico, sería alguien que pudiera decir, como el Dios del monoteísmo, “yo soy el que soy”. Esta frase, que encontramos en el texto sagrado, no puede pronunciarla nadie literalmente.

La función del padre simbólico es intervenir; en primer lugar, el nombre del padre como único significante del padre. En segundo lugar, la palabra articulada del padre y en tercer lugar, la ley, en tanto que el padre está en una relación más o menos íntima con ella. Lo esencial de estos tres momentos es que la madre se advenga al lugar del padre como mediador de lo que está más allá de su propia ley (la ley de su capricho, según Lacan) y que de esta manera el niño no debe quedar aplastado por el capricho materno. El nombre del padre unido a la ley significa que el nombre del padre quede vinculado a la enunciación de la ley.

El padre simbólico, impensable sin la categoría de significante, no está en ninguna parte, Lacan nos manda a leer “Tótem y Tabú”. Totem y tabú es el gran mito freudiano, porque del padre de la horda no hay ningún indicio, aunque Freud sostenía en que era real. ¿Qué es un mito? El mito se presenta como un relato atemporal y tiene carácter de ficción. El padre simbólico no está representado en ninguna parte. Aparece como un mito estructural.

Lacan ubicó que para que subsista algún padre, el único padre que tuvo que haber estado antes de la historia es el padre muerto. Más aún, un padre asesinado. esto tiene un valor mítico y Lacan se pregunta para qué será que los hijos habrán tenido que adelantar su muerte… Para prohibirse ellos mismos lo que trataban de arrebatarle: sus mujeres. Este es el nacimiento de la exogamia, porque a partir de la muerte del padre, ellos mismos se prohíben y van a buscar las mujeres afuera del clan. Lo mataron para demostrar que era imposible matarlo, ya que una vez muerto, su poder y su figura, para sus hijos, se sobredimensiona. Es la eternización de un solo padre en el origen, con la característica de haber sido asesinado, para conservarlo. El padre mítico nos enseña lo que Freud apunta con la función de padre. El padre simbólico es una necesidad de la construcción simbólica, porque solo se alcanza con una construcción mítica.

Padre real
Las definiciones de Lacan sobre el padre real son tan claras en compación a las definiciones que dio sobre el padre imaginario y el padre simbólico. Una de sus formulaciones inequívocas es que se trata del padre agente de la castración simbólica en el sujeto. Interviene en el tercer tiempo del Edipo, como aquel que produce la castración en el niño.

Aclaremos lo que el padre real NO es:
- El espermatozoide (como dijo Lacan en 1970)
- El padre biológico del niño, no tiene que ver con lo real de la biología.

El padre real es un efecto del lenguaje y no puede captado por el niño, debido a los fantasmas y a necesidad de la relación simbólica. La castración del sujeto siempre está vinculada con la intervención del padre real.

El asunto del goce del padre no explicitado en el Edipo, se revela en Tótem y Tabú. Es la única referencia que encontramos en Freud sobre la excepción de un padre cuyo goce escapa a toda ley y a toda prohibición. El padre de la horda primitiva es dueño y señor del goce: está exceptuado de la castración, tiene un goce exclusivo. En el mito, el padre es asesinado pero nunca sufrió la castración. Este es el padre real, padre muerto y padre del goce es presentado por Lacan como el operador estructural más allá del Edipo y que introduce lo imposible en el centro de lo que Freud enunció. El goce del padre es la verdad (campo de lo real) del contenido latente en los mitos freudianos. 

Hay un sueño de un hombre en duelo que aparece en el texto La interpretación de los sueños de Freud, en el apartado de Los sueños absurdos. El sueño se trataba de un hijo que veía al padre tal y como estaba, con vida, y no sabía que estaba muerto. Freud toma este punto del absurdo, en que parecía como que estaba y no sabía que estaba muerto. Freud agrega una partícula, que esto es y ubica 2 cuestiones: una tenía que ver con su anhelo consciente, de que su padre dejara de sufrir. Y la otra, según su deseo edípico, por colocar al padre como rival. Pero Lacan le da una vuelta más y coloca allí también la cuestión de estos excesos del padre, como también los excesos del padre estuvieron tomados en otro sueño, el de “Padre, no ves que estoy ardiendo”, donde podemos ubicar el lugar de los excesos de un padre. Pertenece a lo reprimido primordial, a lo que toca a un padre real y el mito en juego en eso.

En el texto La interpretación de los sueños, también Freud cita un recuerdo que muestra lo necesario, en la constitución del síntoma, de un padre exceptuado de la castración, que supliera a un padre inconsistente. El padre de Freud le había contado que caminaba por la vereda y un hombre le quitó de un manotazo el sombrero que llevaba puesto mientras le gritaba “judío, bájate de la acera”. Freud le pregunta qué hizo él y el padre le responde que bajó a la calle y recogió el sombrero. Freud reconoció que eso no le pareció heroico por parte del hombre que lo llevaba de pequeño de la mano. Dice que contrapuso a esta situación, que no lo contentaba para nada, otra que respondía mejor a sus sentimientos: la escena que el padre de Aníbal Barca hace jurar a su hijo ante el altar doméstico que se vengará de los romanos. Desde entonces, tuvo Aníbal un lugar importante en sus fantasías.

Cuando el padre real falla, el niño puede buscar un sustituto simbólico del padre real ausente: un objeto fóbico. En el caso Jaunito, aunque el padre está físicamente en la familia, el padre real falla y no interviene como agente de la castración simbólica en Juanito.

Finalmente, debemos tener en cuenta que la función del padre es siempre fallida, nunca es toda. A pesar de que sea un búsqueda para cada hombre que quierra acceder a la posición paterna, nadie ha padre sido por entero.

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