domingo, 17 de octubre de 2021

Autoestima: nuestro sistema inmunológico

En los últimos años el concepto de autoestima ha sido sometido a un abordaje múltiple por varias disciplinas. La autoestima no señala un núcleo estable. Está sujeta a un constante  proceso de cambio y transformación.  

La autoestima desempeña la función de termostato emocional modulando el impacto de las emociones negativas, evitando que se extiendan al resto de la vida. Se manifiesta a través de las emociones, de los pensamientos y la acción: influye en nuestras relaciones sociales y proyectos. Nadie carece de ideas acerca de sí mismo y de su valor. Y estas ideas influyen en nuestras acciones y sentimientos. Se nutre también de los signos  de reconocimiento social: así como por nuestros logros y acciones consideradas  exitosas. También de nuestros vínculos y proyectos. La autoestima facilita la acción: la acción alienta, modela y construye la autoestima. 


La autoestima actúa como el sistema inmunológico del psiquismo, proporcionándonos  resistencia, fortaleza y capacidad de recuperación. Una baja autoestima nos torna vulnerables  ante los problemas de la vida. Si no creemos en nosotros mismos, en nuestra eficacia, ni en  nuestra capacidad de ser amados, el mundo es un lugar aterrador. 


La autoestima es una experiencia íntima: es lo que pienso y lo que siento sobre mí  mismo, no lo que piensa o siente alguna otra persona acerca de mí. Mi familia, mi pareja y mis  amigos pueden amarme, y aun así puede que yo no me ame. Mis compañeros de trabajo  pueden admirarme y aun así yo me veo como alguien insignificante. Puedo proyectar una  imagen de seguridad y aplomo que “engañe” a todo el mundo y aun así temblar por mis  sentimientos de insuficiencia. Puedo satisfacer las expectativas de otros y aun así fracasar en  mi propia vida. Puedo ganar todos los honores y aun así sentir que no he conseguido nada.  Millones de personas pueden admirarme y aun así me levanto cada mañana con un doloroso  sentimiento de fraude y un vacío interno. Pensemos en los “ricos y famosos” que no pueden  pasar un día sin drogas. 


Conseguir el éxito sin lograr primero una autoestima equilibrada es condenarse a  sentirse como un impostor y a sufrir esperando que la verdad salga a la luz. De dos modos se  obtiene el reconocimiento: por conformidad (ser como los demás) o por distinción (ser distinto y  hacer que los demás valoren esa diferencia). Ser como los demás representa una garantía de  aceptación social. Buscar el reconocimiento por distinción es más frecuente en adolescentes,  porque les sirve para afirmarse en su autoestima e identidad. Hay adultos que también tienen  un reconocimiento por distinción. Quizá porque siguen conservando la frescura juvenil. 


La admiración de los demás no crea nuestra autoestima, ni tampoco la erudición, o la  maternidad, ni las posesiones materiales, las conquistas sexuales o la cirugía estética. A veces,  estas cosas pueden ayudarnos a sentirnos mejor con nosotros mismos o a sentirnos más  cómodos en situaciones concretas. Pero la comodidad no es autoestima. La “zona de confort”  genera solo estabilidad. 

  

Sin embargo, esa mirada-juicio sobre uno mismo es vital. Cuando es positiva, permite  actuar con aplomo, sentirse a gusto consigo mismo, enfrentar dificultades. Cuando es negativa,  engendra sufrimientos que afectan la vida cotidiana. Nos dejamos llevar más por el deseo de  ahorrarnos dolor que por el de buscar alegría. 


¿Quién soy? ¿Cuáles son mis cualidades? ¿Cuáles mis talones de Aquiles? ¿De qué  soy capaz? ¿Cuáles son mis éxitos y mis fracasos, mis habilidades y mis limitaciones?  ¿Cuánto valgo para mí y para la gente que me importa? ¿Merezco el afecto, el amor y respeto  de los demás o siento que no puedo ser querido, valorado y amado? ¿Siento una brecha  enorme entre lo que quisiera ser y lo que creo que soy? ¿Qué puedo hacer por mi mismo?  ¿Estoy tomando demasiado (y no porque me lo digan los demás, yo mismo me lo digo)? O  tomo menos o trato de que no me importe. ¿Lucho o me dejo estar? 


Los componentes de la autoestima 

La autoestima contiene múltiples facetas. Es posible tener una buena autoestima en el terreno intelectual que contrasta con una frágil en lo afectivo.  


Puede ser variable en distintas actividades y prácticas: laboral, afectivo, intelectual, corporal, sexual. El niño interioriza las imágenes y las propuestas que los otros tienen de él. Y puede elaborarlas para construir a ese adulto que será. Pero una persona no es una unidad sino una multiplicidad. Todos sus diversos aspectos: el profesional, el familiar, el amoroso, el social son relativamente autónomos los unos respecto de los otros. 


Es probable que un éxito o un  fracaso en un sector tengan consecuencias en los otros. Un desengaño amoroso acarreará una  vivencia de pérdida de valor personal. A la inversa, un éxito en un campo determinado puede  beneficiar la autoestima. Es difícil que ciertas heridas narcisistas no irradien sobre otros  sectores. Por suerte, también irradian los logros.  


Los componentes de la autoestima son interdependientes 2. Puede alguien tener  dificultades en el amor por sí mismo: aún habiendo logrado una aceptable trayectoria personal  ante un fracaso sentimental se le impondrán dudas insoportables. También puede suceder que  padezca de falta de confianza porque los padres lo han sobreprotegido evitándole la  confrontación con la realidad por lo cual, pese al afecto recibido, tendrá dudas torturantes ante  sus logros. 


La autoestima no puede ser abordada sino desde el paradigma de la complejidad.  Puede haber un desequilibrio neuroquímico pero lo que siempre habrá será la acción conjunta,  y difícilmente deslindable, de la herencia, la situación personal, la historia, los conflictos  neuróticos y humanos, las condiciones histórico-sociales y las vivencias3

  

Abordaré la autoestima siguiendo tanto la sugerencia de S. Freud (1901) quien dijo:  “Una manera de escribir clara e inequívoca nos avisa que el autor está acorde consigo mismo;  y donde hallamos una expresión forzada y retorcida, que, según la acertada frase, hace guiños  en varios sentidos, podemos discernir la presencia de un pensamiento no bien tramitado”. Por  su parte Pierre Bourdieu advirtió sobre la tendencia de los intelectuales al “esteticismo  filosófico” y también alertó sobre otra tentación: la “esloganización” típica de los opinólogos que  se quieren hacer pasar por sabios. El intelectual crítico está en las antípodas de ambas  actitudes. Es un explorador con varios desafíos: encontrar la verdad, hacer una traducción que  vuelva sensibles las cuestiones abstractas, destruir la falsedad y hallar los instrumentos que le  den fuerza a esa verdad. Todo ello soslayando el academicismo. El academicismo es la  sumisión exagerada a las reglas de la escuela o de la tradición, en detrimento de la libertad, la  originalidad, y la audacia. Es el gusto inmoderado por el estilo culto o universitario: una forma  de dirigirse a los de la propia parroquia antes que al lector interesado en el tema propuesto.  


Nuestra autoestima depende de múltiples espejos aunque también existe un espejo  interior pero no es “objetivo” y está enturbiado por la mirada de los demás. ¿Estoy trabajando  bien? ¿Mis hijos me quieren? ¿No tengo entusiasmo para nada? ¿Soy íntegro en mi vida?  ¿Descuidé a mis personas queridas? ¿Aporto algo a la comunidad? ¿Mi vida es acorde a mi  ética?4 


La autoestima es sentirnos competentes para enfrentarnos a los desafíos y creernos  merecedores de recompensa. Contiene varios aspectos: confianza en nuestra capacidad de  pensar, aprender, elegir y tomar decisiones adecuadas y convicción en nuestro derecho a ser  reconocidos por los demás y por nosotros mismos. 


Todas las personas, aun las menos dadas a la introspección y a observar a los demás,  tiene una somera idea de lo que es la autoestima. Veamos si podemos aclararla desde distintos  puntos de vista. En la autoestima participan no sólo sentimientos, sino también pensamientos y  actitudes. Existe un elemento afectivo, una valoración positiva o negativa según ciertos ideales.  Por autoestima entendemos esa autoevaluación que expresa aprobación/desaprobación. 


¿Como definir los diversos componentes de la autoestima? Ellos son:  

1- “Creer en las capacidades para actuar con eficacia en el logro de las metas” 

2- “Estar satisfecho con la forma de actuar” .  

3- “Tomar decisiones y perseverar en ellas”.  

4- “Tener una mirada benevolente hacia uno mismo”.  

5- “Lograr una imagen aceptable de sí mismo”.  

6- “Evaluar logros y relaciones afectivas en función de los proyectos personales”.  


Los alimentos afectivos: del desamparo a la autonomía 

El niño se alimenta del amor que recibe de sus padres. El niño lo percibe, le permite no  padecer un sufrimiento devastador, daños irreparables, pero si ese amor no es acompañado  con actos y gestos concretos su autoestima e identidad serán lesionadas.   


Los bebes que se crían en hogares demasiado tristes, caóticos o negligentes probablemente vivirán con una visión derrotista, sin esperar ningún estimulo o interés de los otros. Este riesgo es mayor para los hijos de padres ineptos (inmaduros, consumidores de drogas, deprimidos o carente de objetivos). 


La crianza consiste en dar a un  hijo primero raíces (para crecer) y luego alas (para volar). En las primeras relaciones un bebé puede experimentar la seguridad o bien el terror y la inestabilidad. En las posteriores un niño puede  tener la experiencia de ser aceptado y respetado o rechazado. Algunos niños experimentan un  equilibrio entre protección y libertad. Otros, una sobreprotección que los infantiliza. Padres que  dan pescado en vez de enseñar a pescar. Otros niños están subprotegidos, es decir  sobreexigidos. Se los pone en un botecito en alta mar5


Los niños descubren que son valiosos porque sus progenitores los tratan con afecto y  porque ciertos valores son reforzados. Y estos niños se respetan porque observan cómo  actúan sus padres hacia ellos y hacia otras personas. Recíprocamente, las fallas en la  autoestima suelen originarse en la indiferencia parental, en la soberbia o en el maltrato. 

La autoestima es un proceso continuo de interiorización del mundo exterior: la lengua  que hablo, las categorías de la experiencia sensible o del pensamiento de las que me sirvo, la  presión de las comunidades, la pertenencia a un género, una edad, una clase. 


Las grandes depresiones y los pequeños bajones a menudo derivan de un discurso  familiar en que prevalecía una actitud crítica e inhibidora para con el niño. No estamos  condenados por esa mirada cruel. Si estamos condenados es porque no tuvimos  posteriormente oportunidades de reemplazarla o no supimos aprovecharlas. También es cierto  que a lo largo de nuestra vida debemos desechar mensajes y miradas que reforzarían este  discurso que transmite insatisfacción con uno mismo.  


Lo perturbador no es recibir cuestionamientos sino recibirlos de manera constante. La  actitud hipercrítica es más nociva cuando no es balanceada por miradas benevolentes. Esa  hipercrítica obedece a un perfeccionismo patológico. A veces puede ayudar a conseguir los  objetivos en ámbitos limitados y bien definidos pero su costo emocional es elevado. ¿Qué  precio tienen los éxitos en una atmósfera tóxica? 


Los otros van cambiando. Apenas nacidos, somos pura necesidad. Enseguida  conocemos el placer de ser abrazados. Después tenemos relaciones amorosas y sexuales.  Después el placer del trabajo y de otras actividades. Pero no pasamos automáticamente. No se  trata de una transición natural, sino de una transición regada por el lenguaje, la simbolización,  la creatividad, que los otros nos procuraron hasta que estuvimos en condiciones de  procurárnosla por nosotros mismos.  


La autoestima que tenemos hoy se fue amasando con distintos ingredientes a partir del  primer día de vida e incluso antes, en el proyecto de los padres para ese hijo y en la propia  autoestima de los padres. Es un residuo, un destilado de esa retorta. Un destilado alimentado  también por la influencia del futuro en el presente.  

  

La autoestima inicial tiene mejores posibilidades: 

a) si el niño experimenta que se aceptan sus pensamientos, sentimientos y el valor de  su persona. 

b) si lo invitan a jugar un juego limpio, con límites definidos con claridad; con una  “libertad” limitada, no solo experimenta una sensación de seguridad, sino que cuenta con  elementos para evaluar su propio juego;  

c) si los padres no recurren a la violencia o la humillación; si para calificar toman en  cuenta las necesidades y deseos del niño.

 Esa convicción se transmite por el cuidado respetuoso y no intrusivo. El amor no se  siente consistente cuando se utiliza para manipular obediencia o sometimiento. Un niño cuyos  pensamientos y sentimientos son tomados en cuenta aprende a aceptarse a sí mismo.  


Las cuatro modalidades de la autoestima 

La autoestima fluctúa: puede ser más o menos alta, más o menos estable y necesita ser  alimentada, en grados diversos, desde el exterior. Aunque las bases se construyan durante la  infancia, la autoestima no es inalterable en otras etapas de la vida. Sigue fluctuando.  

La autoestima es un estuario caudaloso, turbulento, con cambiantes mareas. El Paraná  cuando desemboca en el Río de la Plata. Los ríos que desembocan en la autoestima son la  infancia, las realizaciones, la trama de relaciones significativas, pero también los proyectos  (individuales y colectivos) que desde el futuro hacen posible el presente. Repitamos esto: sin  futuro no hay presente. Por supuesto que con tantos afluentes la autoestima es turbulenta,  inestable. 


A) Alta y estable 

Las circunstancias “exteriores” y los acontecimientos de vida “normales” tienen poca influencia sobre la autoestima. El individuo está fuera de la manada, sin obedecer ni polemizar con  los demás. No consagra mucho tiempo ni energía a la defensa o la promoción  de su imagen. No necesita defenderla. En todo caso se defiende sola. 


Pero la excesiva confianza en el propio valor y eficacia podría hacernos más vulnerables a los peligros por cierta omnipotencia que nos impide reconocer  nuestros límites y limitaciones.

  

Las personas con una buena  autoestima no vacilan en pedir ayuda a los demás. Están seguras de que la ayuda es un préstamo que podrán devolver. Y los demás son como los bancos: le prestan al  que tiene con qué responder. Dicho de otra manera, ayúdate que te ayudarán.  


B) Alta e inestable 

Aunque elevada, la autoestima de estas personas padece grandes altibajos. “Se ponen  locos” ante las críticas y fracasos, percibiéndolos como amenazas y nos refriegan en las  narices sus éxitos y sus virtudes. Los sujetos de autoestima alta y estable son mucho más  atemperados y positivos, mientras que los de autoestima inestable siempre están pendientes  de desafíos o del reconocimiento de los otros. La presencia constante de amenazas revela la  labilidad de la autoestima. 


Hay dos modos de reaccionar al fracaso. O aceptarlo y sacar una enseñanza o se echa  la culpa a los demás6. A partir de un acontecimiento dado, tendemos a atribuirle ciertas  características: lo que ha ocurrido depende de mí o del exterior, va a reproducirse o será un  hecho aislado, es representativo o limitado. 


Este sentimiento de fragilidad conduce a situar la autoestima como preocupación  central. Así como les exige preservarla a cualquier precio y apelar a una actitud agresiva (para  promoverla) o bien pasiva (para protegerla). Ambas actitudes responden a un sentimiento de  vulnerabilidad, consciente cuando corresponde a una autoestima baja, y a veces inconsciente,  en el caso de una autoestima elevada pero frágil.  


Las personas con autoestima elevada pero inestable luchan denodadamente. Sus  tentativas son constantes para destacarse, dominar, hacerse querer o admirar. La imagen les  reluce pero no es oro. Cuando se empaña asoma una inquietante inseguridad. Estos perfiles  de autoestima se encuentra como base de diversos trastornos psicológicos: ira incontrolable,  abuso del alcohol y drogas, adicción al trabajo, depresiones y colapsos narcisistas 7


El éxito es postizo cuando se siente como un implante, una prótesis, cuando implica  desgaste emocional, ansiedad excesiva y riesgo depresivo. Así como un sentimiento de  fragilidad que provoca inquietud o vulnerabilidad ante las agresiones (reales o imaginarias)  sobre la autoestima. Los logros nunca aportan demasiada seguridad. El equilibrio narcisista  esta perturbado, hipotecado en defenderse de las experiencias negativas. Tienen la tentación  de la huida hacia adelante, de brillar para no dudar. 


C) Baja e inestable

Su autoestima es vulnerable. Debido a éxitos o satisfacciones puede subir un poco. Sin embargo, ese sentimiento es frágil y su autoestima se resiente cuando amagan las dificultades. 


Las personas con baja autoestima pagan tributo al juicio de los otros. Su temor a engañarse o engañar a los demás los expone a dudas, a sentirse tránsfugas, impostores. La vivencia de impostura transforma los aplausos en dudas constantes acerca del mérito real. Son indecisos por temor a equivocarse. Con el pretexto de desensillar hasta que aclare (prudencia),  terminan montando poco y nada el caballo (pusilanimidad). 

  

El síndrome del impostor puede ser crónico en sujetos con baja autoestima que suelen  pensar que no están a la altura del reconocimiento logrado. Padecen de una ansiedad  permanente en el cumplimiento de sus tareas. Esta ansiedad los expone a estados depresivos  a pesar de “éxitos” notables. Su incomodidad ante el éxito se basa en que éste les produce  “disonancia cognitiva” producto de la contradicción entre la idea que tienen de sí mismos y la  mirada de los otros. Si bien necesitan los logros, los temen porque los colocan ante una  enorme exigencia. 


D) Baja y estable 

En este caso, la autoestima se ve poco afectada por los acontecimientos exteriores  favorables. Están resignados y hacen pocos esfuerzos para valorarse a sus propios ojos o a los  de los demás. Si no se sienten queridos tenderán a replegarse en lugar de renovar vínculos  satisfactorios. Si creen haber fracasado, tenderán al autorreproche y a paralizarse sin darse  otras oportunidades. Se ilusionan con fantasías de éxito y gloria, pero el temor a las decepciones los paralizan. Dependen excesivamente del reconocimiento de los otros.  


En personas con baja autoestima predominan las emociones negativas (vergüenza,  cólera, inquietud, tristeza, envidia) y padecen de un sentimiento de vulnerabilidad al sentirse  amenazadas por las vicisitudes de la vida cotidiana. Cualquier riesgo es una amenaza. Se  dedican más a la protección de su autoestima que a su despliegue, más a la prevención de los  fracasos que al asumir riesgos. Evitar arriesgarse a la crítica o al rechazo. Permanecen en la  sombra, porque no están dispuestas a exponerse.  


Cuando la autoestima es baja disminuye la resistencia frente a las adversidades y las  personas encallan frente a vicisitudes superables. El déficit en la autoestima no supone  incapacidad para logros ya que se puede tener el talento y empuje necesarios para lograrlos.  Sin embargo disminuye la eficiencia y la capacidad de alegrarse con sus logros que serán  vivenciados como insuficientes.  


¿Existe una autoestima equilibrada? 

No creemos que sea posible establecer un “justo medio”. En rigor se trata de una “autoestima llevadera”, o sea “suficientemente buena”. Para simplificar a veces la llamaremos autoestima “equilibrada” o “consolidada”. Con una autoestima equilibrada las ilusiones suelen ser un preámbulo de la acción, en vez de representar una alternativa: su modo de actuar (aceptar riesgos, intentar desarrollar sus competencias, ampliar sus límites) permite consolidar la autoestima.  


¿Cuándo la ilusión es “buena” y cuándo es  “mala”? Es negativa cuando es un sustituto de la acción. En el lenguaje corriente ilusión quiere decir muchas cosas: creencia, fantasía, proyecto, etc. Acá tratamos de darle un significado preciso. Lo primero será separarla de la noción de error. Los errores saltan a la vista. Las ilusiones falsas no. El error es una carencia (de conocimiento). La ilusión, un exceso  de creencia, de imaginación. Hacerse ilusiones es tomar los propios deseos por la realidad.  Puedo equivocarme sin que sea en función de mis deseos (entonces se trata de un error, no de  una ilusión). La ilusión, aunque pueda ser falsa, y aunque lo sea la mayoría de las veces, no es  error. Es una creencia. 


Las personas con autoestima equilibrada soportan una evaluación mientras que los de  baja exigen aprobación. No se trata de miedo al fracaso, sino de alergia al fracaso. Cuando la  autoestima es baja disminuye la resistencia frente a las adversidades y las personas se  atascan en escollos superables. Una baja autoestima disminuye la capacidad de alegrarse con  sus logros que siempre serán vivenciados como insuficientes. Prefieren tener un lugarcito  asegurado en un grupo poco valorizado socialmente a esforzarse para defender un lugar en un  grupo competitivo. Están dispuestos a compartir los éxitos grupales y encuentran allí la  seguridad de una dilución de las responsabilidades si las cosas terminan mal. 


La autoestima necesita estrategias de sostenimiento, desarrollo y protección. Algunos  necesitan enormes esfuerzos para protegerla: negación de la realidad, huida o evasión,  agresividad hacia los demás. Sacrifican mucho de la calidad de vida y se torturan ante  exigencias por expectativas propias y ajenas. ¿Cómo sobreponerse al temor y afrontar lo  nuevo? Entrenándose con frustraciones que no lo tumben y con gratificaciones que lo  compensen, aunque no sean inmediatas, aunque sean promesas. Las personas autoevalúan  su habilidad en la ejecución de tareas, su concordancia con los patrones éticos y estéticos, la  forma en que otros las aman o aceptan y el grado de poder que ejercen.  

Resumiendo: los cimientos necesarios para una autoestima equilibrada implica que los  otros primordiales lo hayan criado con amor y respeto, le ofrecieron reglas estables y  razonables que contribuyeron a generar expectativas adecuadas, sin recurrir al ridículo, la  humillación o maltrato físico y que tuvieron confianza en sus capacidades. 


AUTOESTIMA Y MALTRATO SOCIAL 

El psicoanálisis describe las vicisitudes de la autoestima según la relación entre el yo y sus ideales. 8 Éstos se convierten en los depositarios de la omnipotencia narcisista original y el yo disfruta de autoestima en la medida en que su imagen se acerca a sus valores éticos y estéticos. Ellos contienen múltiples identificaciones con los padres, así como identificaciones posteriores con hermanos, contemporáneos y adultos admirados. 


El niño al percibir su desvalimiento, pierde la ilusión de una fusión perfecta con la madre. Percibe que necesita, que  tiene que pedir. La ilusión de autosuficiencia deja paso a un  sentimiento de inferioridad. Para congraciarse, el niño se vuelve casi una réplica. Acepta todo de los padres. Incorpora sus valores y sus prohibiciones. El temor a que dejen de quererlo queda siempre flotando, mientras se va constituyendo el superyó, que es el mismo tirano con distinto bozal. Con la aclaración de que “el papá dentro de uno”, por terrible que sea, no deja de ser una creación del sujeto. 


No hay en el ser humano una facultad “natural” que le permita distinguir entre el bien y  el mal. La ética no es innata sino adquirida. Le es impuesta al niño por un dictamen exterior,  que paulatinamente irá haciendo suyo. Se somete porque es débil. Se somete cuando lo instan a controlar sus esfínteres. ¿O usted piensa que él tiene alguna gana de controlar? Los padres  bajan línea. A veces como vicarios de leyes que están en la cultura (controlar los esfínteres), a  veces como déspotas caprichosos.  


La autocrítica (superyó) es la internalización de deseos y tabúes, anhelos y  prohibiciones. Tiene historia, es cambiante. Día a día va haciéndose cargo del “mundo externo”  y, particularmente, de los valores de la cultura como un todo. El niño y el adulto necesitan ser  amados por su superyó, como también necesitan ser amados por las personas de su entorno y  necesitan que sus logros sean respetados por la cultura (o por su microcultura o cultura  alternativa).  


Una de las primeras cosas que aprende el bebé es a observar el semblante de esos  seres todopoderosos que lo cuidan. Peor para él si están disgustados. Otra cosa que aprende  es que sus progenitores se alegran cuando hace algo (empezar a gatear, etc.) y se  intranquilizan cuando hace algo (llorar, etc.). En los padres y en él hay, binariamente, cosas  buenas y malas.  


Las aspiraciones acerca de lo que se debe ser y tener (ideal del yo), así como las  consignas acerca de lo que no se debe hacer (consciencia moral) están conformadas por las  aspiraciones parentales y sus sustitutos. La amenaza de la pérdida de amor está siempre  flotando.  


El camello, el león y el niño. Según Nietzsche, el hombre pasa por tres estadios. En el  primero, el hombre es un “camello”, cargado con puros “tú debes”. En el segundo, ha  descubierto su “yo quiero” y lucha como un león contra el “tú debes”, pero sin poder zafar. Hay  todavía demasiadas cuentas pendientes que impiden la soltura del querer creador y la  autonomía consecuente. Esto se logra cuando se llega a ser niño y se consigue la  espontaneidad.  


La persona incrementa su autoestima en la medida en que se siente más próxima a los  proyectos que demandan sus ideales. Una frustración narcisista puede precipitar una depresión  al producir un colapso parcial o completo de la autoestima si el sujeto se siente incapaz de vivir  acorde con sus aspiraciones. Esas aspiraciones pueden estar a años luz o relativamente  cercanas. Cuanto más lejos estén, más recursos se dedicarán a disimular ese hiato. 


Frente al estallido de las normas tradicionales, el individuo cuenta (o debiera contar) con  una guía interior que extrae de la mirada de los otros y la suya propia. La búsqueda de  autoestima es como toda búsqueda, la prueba de que uno está vivo e implica someternos a  ciertas exigencias. 


La persona sumergida en valores múltiples y contradictorios debe reconstruir ideales  para encontrar patrones de medida para su autoestima. Cada uno se las arregla como puede  frente a la multiplicidad y la movilidad de los referentes colectivos que fundan el reconocimiento  social. En la actualidad los vínculos sociales son más inestables. Y entonces la construcción de  la autoestima y su preservación en las azarosas calles de la urbe están mas basadas en la  autonomía y la eficacia personal.  


La autoestima se resquebraja cuando la sociedad “maltrata” al sujeto y se desmantelan  ciertos soportes necesarios. La degradación de los valores colectivos incide sobre los valores  personales, “instalados” en la infancia pero siempre “actualizándose”, como un programa de  computación. ¿Cómo recuperar una credibilidad apuntalada por convicciones éticas  compartidas y compartibles? La falta de brújulas éticas no puede sino hacer tambalear la  autoestima.  


Podríamos hablar de efectos inherentes a la globalización y de efectos indeseados.  Mientras tanto, podemos constatar que se han debilitado los lazos sociales y se ha borrado una  dimensión: la de la vida pública. Faltan referentes, brújulas que indiquen por qué latitud y  longitud navega nuestro barco. El río está revuelto, y lo está porque así son los ríos, pero  también porque la corrupción y la apatía de los honestos permiten que se contaminen.  


La autoestima también se ve afectada por fenómenos como el desempleo, la  marginación y la crisis en los valores e ideales. Los duelos masivos y traumas hacen zozobrar  vínculos, identidades y proyectos personales y colectivos.  


No se trata de cruzarse de brazos ante procesos destructivos. Nuestro país vive  socavado por la desocupación, por la pauperización generalizada, por la decepción con la  corporación política y su imposibilidad de mirar otra cosa que sus prebendas y sus rituales.  Para vivir, para que la vida tenga sentido, debe haber proyectos. Evitar el “sálvese quien  pueda”. La trama cultural puede ser productora de un narcisismo trófico, que apuntala  identidades, proyectos, ideales. Para ello se requiere encarar las secuelas del terrorismo de  Estado, de la hiperinflación9, del terror en todas sus facetas, de la corrupción y de la fragilidad  institucional. Nada de guiños cómplices: solidaridad en vez de complicidad. 


El que elude enfrentar estas crisis tiene que encerrarse en un búnker al que no afectará  el afuera, sus turbulencias diversas, sus duelos masivos. Hemos vivido “dentro” de esa crisis  multidimensional (política, social, económica y ética) que nos asedia en las últimas décadas.  ¿Cómo historizar sin que la nostalgia corte las alas de la creación? 


No cruzarse de brazos supone creer en la transformación. Reivindico un “utopismo  crítico” que elabora proyectos y se oponga tanto al voluntarismo sin fundamentos teóricos como  a cierto fatalismo que condujo a idealizar el desencanto por identificar lucidez con pesimismo.  Un proyecto terapéutico supone la elaboración de ciertos duelos y tiene como protagonista la  diferencia. Apostar al “utopismo crítico” no es sólo una irresponsable, fogosa e inconducente  actitud juvenil sino la única manera de refundar la esperanza. 

Fuente: Luis Hornstein "Autoestima: nuestro sistema inmunológico"


1Estos breves párrafos resumen ideas presentes en Autoestisma e identidad (F.C.E., 2011) y Las encrucijadas actuales  del psicoanálisis (F.C.E., 2013) 

2 Me extendí en ellos en diversos capítulos de Autoestima e identidad.  

3 Hasta hace pocas décadas predominó en la ciencia la aspiración de simplicidad. Es simple y puede ser aislado,  aislamiento que permite a los especialistas ser expertos. Pero esa lógica extiende sobre la sociedad y las relaciones humanas restricciones y funciones propios de una máquina y de la visión mecanicista que origina. Hay complejidad cuando  son inseparables los elementos que constituyen un todo (como el económico, el político, el sociológico, el psicológico, el  afectivo, el mitológico)  

4En Autoestima e identidad diferencié ética de moral pero adelantaré que la ética para Foucault se distingue de la  moralidad porque esta contiene sistemas de conminación y prohibición y remiten a algún código formalizado. La ética, por  su parte, se refiere al ámbito de cómo debe uno conducirse en su existencia cotidiana. 

www.facebook.com/luishornstein luishornstein@gmail.com2 

 5En Autoestima e identidad dediqué un capítulo a La construcción de la autoestima. 

6En Las encrucijadas actuales del psicoanálisis (F.C.E., 2013) caractericé las estrategias de victimización e infantilización.

7Véase Las depresiones (Paidós, 2006).

8Para un desarrollo más extenso del tema remito al lector a mis libros anteriores (Narcisismo y Las depresiones). www.facebook.com/luishornstein luishornstein@gmail.com8 

9“En tiempos de hiperinflación, un kilo de papas puede valer para algunos más que toda la plata de la familia, y un pedazo  de carne más que el piano de cola. Una prostituta en la familia es mejor que un hijo muerto, robar es preferible a pasar  hambre, no pasar frío es más importante que conservar el honor; vestirse está antes que las convicciones democráticas y  comer es más necesario que la libertad” (Ferguson, 1987).  

www.facebook.com/luishornstein luishornstein@gmail.com10 


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