El estrés en la clínica aparece bajo distintas quejas por parte de los pacientes, acompañados por distintos síntomas somáticos tales como dolor de cabeza, dolor muscular, fatiga crónica, insomnio, temblores y taquicardia.
El estrés supone un desequilibrio entre estímulos ambientales (ej. carreras laborales, académicas, familiares, etc) y los recursos psíquicos que posee el sujeto para arontarlos.
En los tiempos actuales, esto se debe al empuje que la época propone: a la inmeditaez del consumo ilimitado, a la productividad asociada al éxito. Esto se ve potenciado por algo propio de cada sujeto: el superyó, y sus mandatos insensatos e imposibles.
El superyó es una instancia que exige siempre más perfección, ya sea en la imagen corporal, las relaciones, en cualquier rol o en la profesión. Todo el tiempo le señala al yo que no alcanza el "ideal" pretendido. Así, vemos sujetos que trabajan sin descanso, llenan sus horarios libres de actividades. Están siempre disponibles, no admiten límites y se esfuerzan de sobremanera.
En la clínica, el analista debe interrogar los mandatos superyoicos, que por mortíferos, son los causantes de ahogar el deseo del sujeto. ¿Pero de qué manera eso se hace? Encontrando su falla lógica. Los mandatos superyoicos se enuncian a la forma de "máximas", que si se las analiza detenida y lógicamente, muestran su punto de insensatez.
Para el analista, será útil estudiar lógica, no para entrentarlas directamente, sino para llevarlas mediante la pregunta a su punto falaz. Recordemos que las falacias son aquellos argumentos que parecen válidos, pero no lo son.
Por ejemplo, si un paciente dice: "Mis padres son exitosos porque trabajaron día y noche, por lo tanto yo también tengo que trabajar día y noche para ser exitoso", lo que tenemos es que el paciente hizo una generalización apresurada, tomando esos dos casos.
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