jueves, 11 de noviembre de 2021

Nada nuevo bajo el sol: ¿Por qué no funciona el control de precios?

Si bien el asunto del control de precios le compete a la economía, todo aspecto comportamental de las personas y las sociedades con el dinero siempre es interesante para los psicólogos. 

En Argentina, un país repetidor compulsivo, el tema del control de precios un clásico que ya tiene como antecedentes el Rodrigazo y de alguna manera la receta resiste a abandonarse, pese a que siempre obtuvo el mismo resultado. Los controles de precios tienen un noble objetivo manifiesto de asegurar una mínima disponibilidad de bienes para el consumo masivo. ¿Pero qué es lo que termina pasando? Veamos:
1) El control de precios alienta el consumo de forma desmesurada hasta agotar la disponibilidad de un bien o servicio. Es decir, la demanda se incrementa hasta un punto en el cual la oferta no puede satisfacerla, dando lugar a escasez de los productos cuyo precio se controla.

2) El control de precios desalienta la producción de bienes cuyo precio no alcanza a cubrir su propio costo de elaboración, generando así una escasez artificial.

3) Por las razones 1) y 2), la escasez da lugar al desarrollo del mercado negro donde los precios por el mismo bien exceden aquellos de un mercado no regulado.

El caso del control de precios de Diocleciano

El control de precios no es algo nuevo. En el año 301 el emperador romano Diocleciano emitió su "Edicto sobre Precios Máximos" (Edictum De Pretiis Rerum Venalium) que regulaba prácticamente todo el comercio de bienes y servicios dentro del Imperio romano, incluyendo tarifas de transporte y salarios de soldados y jornaleros. Con la medida, se pretendió fijar los precios máximos para más de 1300 productos, además de establecer el coste de la mano de obra para producirlos.

¿Qué había pasado? Durante la crisis del siglo III, la moneda romana se había devaluado enormemente debido a que los numerosos emperadores y usurpadores habían ido acuñando sus propias monedas mediante el sistema de devaluar su valor metálico con la finalidad de obtener más efectivo con el que pagar a los soldados y funcionarios. Junto con esta norma, Diocleciano emitió diversos edictos fiscales y monetarios con la intención de reformar el sistema impositivo y estabilizar la moneda.

Lactantius escribió que Diocleciano:
"mediante diversos impuestos ha hecho que muchas cosas sean sumamente costosas, por lo que intentó mediante una ley limitar los precios. Luego corrió mucha sangre [de mercaderes] en disputas, los hombres tenían miedo de ofrecer nada a la venta, y hubo mucha escasez y pena. Hasta que, finalmente, la ley [de limitación de precio], luego de demostrar ser destructiva para mucha gente, fue abolida por necesidad."

El Edicto no consiguió su objetivo de detener la inflación, puesto que la producción en masa de monedas de bajo valor metálico continuó devaluando la moneda e incrementando los precios, haciendo que los precios máximos del Edicto resultasen demasiado bajos. 

Los mercaderes optaron, o bien por dejar de comercializar algunos bienes, venderlos ilegalmente, o utilizar el trueque. El Edicto, por lo tanto, alteró el intercambio de bienes y el comercio, especialmente a nivel mercantil. En ocasiones incluso ciudades enteras dejaron de poder permitirse comerciar. Además, y debido a que el Edicto también fijaba los salarios, muchos de los que tenían salarios fijos, y en especial los soldados, se encontraron con que su dinero cada vez tenía menor poder adquisitivo dado que los precios artificiales no reflejaban los costes reales. Algunos autores, como Edward Gibbon, identifican al Edicto como una de las causas económicas de la caída del Imperio Romano de Occidente. Que tengan un buen día.

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