En una entrada pasada, vimos que los grandes traumas universales eran la sexualidad y la muerte. Hoy veremos qué hace un analista frente a lo traumático.
¿Qué es lo que traumatiza al aparato psíquico? Tempranamente en Freud, encontramos la idea de trauma ligada al exceso energético. Se trata de un exceso de excitación que el aparato psíquico no está en condiciones de tramitar, por ejemplo, ante situaciones imprevisibles. El aparato psíquico funciona en términos simbólicos para absorber lo que acontece en la realidad. Cuando algo traumatiza la cadena significante, el sujeto queda sin poder reaccionar. En estos casos, el sujeto queda paralizado por la angustia, la inhibición o el síntoma.
Los elementos del trauma son, entonces, la impredecibilidad, el exceso energético y la incapacidad de tramitación de determinado sujeto. O sea, tenemos por un lado lo que realmente sucede y lo que el sujeto puede procesar de eso.
En los pacientes afectados por un trauma, el relato es pormenorizado y al número, relatan la situación y la reviven mientras la cuentan. Mencionan horarios, cantidades, etc. Se trata de intentos del aparato psíquico de capturar simbólicamente algo de lo real que arrasa. Este relato debe ser alojado en todas las vueltas que el paciente necesite darle. Una de las situaciones que traumatizan es la ruptura del pacto social.
El analista, debe intentar no entrar él mismo en angustia. El analista está llamado a la disociación instrumental y a la función de pulsión de vida en la redistribución de este exceso traumático. El paciente que habla no se dirige al yo imaginario (moi) del analista. El yo (je) que habla en la cura, del lado del paciente, es algo diferente. Del lado del analista está el deseo del analista, lo que hace que el relato sea diferente de lo que le pueden decir a un amigo o a otra persona.
El yo (je) es el modo operativo en que se presenta el sujeto de lo inconsciente. Es un yo que está en referencia a un "tu" que es constitutivo del sujeto del inconsciente. Si el inconsciente es el discurso del Otro, el sujeto del inconsciente constituído en la alienación es el je. Esta diferencia nos deja entender qué comanda los síntomas, la resistencia del superyó, quién es ese que resiste. El je puede quedar absolitamente colapsado.
El je también es también el punto de vista en el que el sujeto se ve a si mismo. Pensando en la situación traumática, nos importa saber y trabajar cómo es que el sujeto se ve luego de eso.
El analista, frente a algo traumático, supongamos la muerte de un familiar, tiene que estar sumamente presente y vivo a través del objeto a, como la voz. La presencia de la voz del analista lo hace presente y que haga presente que ese sujeto no es esa persona que murió o está por morir. Si el sujeto se llegara a identificar con el cuerpo moribundo de su ser querido, no podrá hacer nada. Entrará en una angustia en donde la pulsión de muerte también se lo traga, lo que es evidente en los autorreproches.
El analista es un testigo privilegiado de la historia pulsional que en ese momento se va a precipitar. Está el tiempo en que las cosas ocurren, pero también está el momento secundario en donde el paciente relata todo lo vivido. La función del analista implica que el sujeto relate para relanzar la cadena significante y que ese exceso pase a redistribuirse entre los significantes de la cadena. En ese relato, pueden empezar a surgir asociaciones. En este punto es que el sujeto empieza a alejarse simbólicamente de eso siniestro que no puede verse de frente, el das ding.
Las sucesivas capas simbólicas son posibles gracias al dinamismo del aparato psíquico, donde la excesiva energía se va ligando a distintos significantes.
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