¿Qué condiciones se establecen a nivel inconsciente en la elección de un objeto de amor?
Luego de unos años de experiencia clínica con pacientes neuróticos, Freud nos plantea las condiciones de elección de objeto de amor para el varón en el texto “Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre” (1910). Hablamos, desde luego, de las condiciones inconscientes que predeterminan el objeto de amor.
Como veremos, el tipo de vida amorosa del varón lleva las marcas de la sexualidad infantil y está en relación con las fantasías de la pubertad.
La primera de las condiciones es la llamada del “tercero perjudicado”: el sujeto nunca elige una mujer libre como objeto amoroso, sino que siempre lo atrae una mujer que está con otro hombre, ya sea en calidad de pareja estable o simplemente de amigo. Siempre hay otro hombre perjudicado.
Esta condición es tan fuerte que esa misma mujer puede no tener importancia si está sola y convertirse en objeto de enamoramiento al entrar en relación con otro hombre.
¿Se pone en juego la rivalidad con el otro hombre? ¿Es condición de amor lo que se juega con él en categoría de rival?
En la segunda de estas condiciones, Freud dice que la fidelidad puesta en duda o una cierta “mala fama” de una mujer pueden ejercer un atractivo que la eleve a objeto de amor.
Vuelvo a poner el acento en que se trata de condiciones jugadas en lo inconsciente y que, por lo tanto, no se ven afectadas por los cambios en lo social que se hayan dado desde los tiempos de Freud a los nuestros, por lo que en la actualidad tienen pleno valor clínico.
La fidelidad dudosa o la mala fama se juegan en el lenguaje y aplican a muchos ámbitos. Podría tratarse, por ejemplo, de una compañera de trabajo atractiva porque tiene mala fama en su desempeño laboral, es decir, que es degradada de otra manera.
Esta segunda condición va acompañada de celos por parte del hombre. Por ejemplo, convencerla de dejar ese trabajo donde no se la valora, pero esa misma desvalorización es condición del amor, ya que sólo con la aparición de los celos se logra la plena pasión.
También nos presenta el texto la conducta del amante hacia el objeto de amor elegido. Aparece una sobrevaloración de la mujer por parte del hombre en el amor. En estos casos, sin embargo, son sujetos que tratan como “objetos amorosos de supremo valor” a las mujeres de cierta “liviandad” sexual. No pueden amar a otro tipo de mujer, repiten siempre esas elecciones y, Freud nos dice, con un gasto psíquico tan grande que pierden interés por sus propias cosas.
Los objetos de amor pueden sustituirse en una larga serie. Un ejemplo clínico: los amigos de un sujeto hablaban de haber tenido relaciones con una chica “muy ligerita” que todos “conocían bien”. Luego de un tiempo, él empezó a salir con ella. La sobrevaloraba, pensando que con él sería de otro modo. Llegó a enamorarse al punto de dejar sus estudios universitarios para estar más tiempo con ella. Se pasaba todo el tiempo mirando las redes sociales para ver con quién estaba ella. Finalmente, cuando la encontró con otro en fotos provocativas, la relación cayó y él se deprimió. Transcurrió un tiempo y otra pareja, y luego otra, trajeron el mismo punto. Entonces se produjo la consulta.
Otra conducta puesta en juego es la tendencia a “rescatar” a la amada.
El hombre está seguro de que ella lo necesita, de que sin él ella no podría nada y se hundiría. En el ejemplo de recién estaba la tendencia a rescatarla, de que a partir de su intervención la vida de ella cambiaría. Por eso, cuando vio las fotos con el otro, esto cayó con consecuencias para el sujeto.
Recordarán, también en esta línea, la exitosa película Mujer bonita, cuyo tema es el rescate de una prostituta por parte de un hombre con poder económico.
Estas elecciones de objeto en el varón surgen de la constelación materna, y allí nos marca el complejo de Edipo.
En relación a la primera condición, de la mujer que ya tenga una relación amorosa o del tercero al cual se perjudica, Freud nos presenta su conceptualización dentro del marco del Edipo, donde un niño crece dentro de una familia en la que la madre le pertenece al padre, quien ocupa el lugar del tercero perjudicado.
Aclaro, por si fuera necesario, que me refiero a madre y padre en cuanto funciones, y no como personajes concretos.
La amada sobrestimada, única e insustituible también está enmarcada en la relación materna. En el adulto, nos dice Freud, la madre aparece como pura e intachable. Esta oposición entre la mujer “fácil” y la madre se juega en el inconsciente. De hecho, sabemos de los traspiés que atraviesan las parejas cuando la mujer es madre, ya que con la madre se juega la prohibición.
La tendencia a rescatar a la amada es un resto del tránsito del complejo parental o de Edipo. Cuando el niño se entera de que les debe la vida a sus padres, de que su madre le ha “regalado la vida”, desea regalarle otra vida, un hijo igual que él mismo. Es decir que en la fantasía de rescate se identifica con su padre, o sea el deseo de ser su propio padre (poseer a la madre y rescatarla para sí).
En este tiempo de la fantasía de rescate se presenta en el niño el sentido desafiante ante el padre y de ternura hacia la madre.
De acuerdo a las leyes del inconsciente, “rescatar” puede adoptar distintos significados, según la fantasía sea un hombre o una mujer.
Puede significar, prestemos atención, tanto “hacer un hijo” = “procurar el nacimiento”, para el hombre, o bien “parir un hijo”, para la mujer.
Estos cuatro esquemas de elección del objeto amado son los que se ponen en juego en la neurosis del varón, y son efecto, como hemos visto, del tránsito por el Edipo.
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