lunes, 28 de febrero de 2022

La agresividad y sus estragos. El circuito demoníaco de la pulsión

En 1920 Freud postuló que en el ser humano existen dos tendencias opuestas: la pulsión de vida (o Eros) y la pulsión de muerte (o Tánatos).
La pulsión de vida tiende a la conservación, a la unión del ser humano con otros miembros de su especie.

La pulsión de muerte tiende a disolver esas unidades y reconducirlas al estado inorgánico inicial. La pulsión de muerte se plantea, entonces, como algo ineliminable, propio de la naturaleza humana. Esta podrá mezclarse, ligarse con la pulsión de vida, pero siempre seremos testigo del intento permamente de la pulsión de muerte por satisfacerse, recordando que las pulsiones siempre buscan su satisfacción. 

Una satisfacción pulsional instantánea y sin miramientos conduce a conflictos peligrosos. Así, la pulsión de muerte puede dirigirse hacia el interior, expresándose en autodestrucción. Aparecen prsentaciones clínicas tales como autolesiones, adicciones, conductas antisociales, autocastigo y suicidio. Así mismo, la pulsión de muerte puede dirigirse hacia el exterior, hacia los otros, expresándose como pulsión agresiva. Algunas manifestaciones son el odio, la hostilidad, la segregación, el racismo, la humillación, la violencia física ó verbal. 

La cultura trata de poner límites y dominar la pulsión de muerte a través de los mandamientos morales, el chiste, los juegos de competición, la competencia profesional y la lucha por la transformación social. Aunque la cultura intenta trabar el acceso directo al goce, éste puede alcanzar su meta en la transgresión de la ley (prohibición del apoderamiento del Otro). Así nos lo demuestran los acontecimientos oscuros de la historia: guerras, racismo, atentados, torturas.

El decir y el actuar agresivos, lejos de ser hechos aislados que ocurren casualmente, en muchas ocasiones responden a déficits en la constitución subjetiva.Por lo tanto, las manifestaciones agresivas y los estragos que generan en el sujeto y sus vínculos, se presentan frecuentemente en la clínica, exigiendo una comprensión y un saber-hacer respecto de ellas. En esta entrada veremos cómo opera la agresividad en la clínica. ¿Cómo tratar en la clínica las diferentes manifestaciones de la agresividad? 

La idea essta entrada es compartir las notas del Taller Clínico de la Institución Fernando Ulloa en conjunto con UMSA “La agresividad y sus estragos. El circuito demoníaco de la pulsión”, dictada por Miriam Bercovich el 16/10/21

La agresividad es un tema humano, sumamente enlazado a la constitución subjetiva, donde la agresividad es un elemento fundamental. Podemos trabajar la agresividad tanto en el lazo con el otro, como en la dramática vuelta hacia sí mismo.

a Freud le preocupó el tema de la agresividad en la psicopatología de la vida cotidiana y en textos como en El porqué de la guerra, donde en una cartas le pregunta a Einstein: ¿Superaremos alguna vez la sinonimia que se arma entre la palabra extranjero y enemigo? El extranjero y lo ajeno como enemigo es muy importante, porque en la constitución subjetiva lo ajeno es hostil.

Para Freud, el hombre no cayó tan bajo, pues en rigor nunca subió tan alto. En el texto de Freud El malestar en la cultura (1929), Freud dice:
(...)el ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo. 

Pulsión y agresividad
La pulsión no es el instinto. Este último pertenece a la naturaleza a implica un saber inmediato sobre el objeto (de autoconservación y sexual), como podemos ver en los animales, que no vacilan en sus conductas. Sólo el ser humano es capaz de preguntarse por qué objeto quiere y cómo gozar. El sujeto humano se constituye como tal gracias al lenguaje y a la palabra, que se relacionan con su deseo y su posible satisfacción. De esta manera, al humano lo habita la pulsión y no el instinto. 

La pulsión no tiene un objeto predeterminado, siendo éste lo más variable de la pulsión. Esta variabilidad da libertad por un lado, pero desorienta por el otro. En su no saber, el ser humano se agarra a la ética. Lo sustituible de la pulsión es muy importante porque el objeto de satisfacción, originalmente perdido, hace que todos los demás objetos sean parciales en cuanto a su satisfacción. Ningún objeto satisface totalmente, y cuando el objeto amenaza con totalizarse, se arman relaciones pasionales. Es lo que vemos en la cólera: algo no encaja (los clavitos en los agujeritos, dice Lacan) y estalla la cólera.

El sujeto anhela darle consistencia a la satisfacción y puede elegir a un objeto parcial, que es sustituible, en un objeto total. Allí se arman estas relaciones pasionales donde el sujeto cree que no puede perder al otro. Creer que ese objeto es necesario es lo que lleva a los crímenes pasionales, por ejemplo. En la casuística de la criminalística, es muy alta la estadística de este tipo de crímenes, donde llaman a la ley -al padre, leemos- para que restituya la separación respecto de ese objeto que ubica al sujeto en un lugar de servidumbre. Además de las personas, podemos pensar este tipo de relación de objeto en las drogas, el alcohol, la comida, el trabajo, las compras. En estos casos, falla la lógica de que el objeto sea parcial y sustituible. 

Desde la vía neurótica, la insatisfacción se vive como padecimiento. El análisis le permite ubicar, justamente, que el hecho de que ese objeto no satisfaga, es lo que permite que sea sustituible y que no se le juegue la vida porque no tiene determinada cosa, a poder creer que la falta es un motor que vehiculiza la vida. El neurótico tiende a habitar el costado de la insatisfacción y el padecimiento, sin ubicar que ese objeto parcial y no total, es la clave de su libertad. 

Un analista, básicamente, trabaja en la dirección de la separación. El sujeto se presenta alienado a ciertos sentidos, a suposiciones (como "lo necesito para vivir") y el analista intenta descompletar ese sentido que atrapa al sujeto en este infierno. Los déficit de separación muchas veces es lo que estalla como agresividad, donde la agresividad es una manera fallida de separarse del otro

El analista no apuesta a que el sujeto se separe del Otro y como dice Isidoro Vegh, mientras que las psicoterapias plantean cómo arreglárselas con el otro, el psicoanálisis plantea cómo arreglárselas con la inexistencia del Otro. En rigor, la separación que el analista pretende del sujeto es que se separe de la posición de goce que lo mantiene en una servidumbre con el Otro. Separarse de la pareja no sirve de nada si luego encuentra a otra para armar un drama. De lo que hay que separarse es de un modo de gozar que deja al sujeto atrapado en ese lugar, de esperar del Otro la satisfacción, la vida, la realización. Es una tendencia masoquista del sujeto que porta desde su constitución subjetiva y que repite.

El lazo al otro implica una renuncia pulsional, dice Freud en El malestar en la cultura. Toda la civilización y la cultura que armamos tiene el costo de la renuncia pulsional y por ende, la neurosis. El psicoanálisis intenta resolver parte de este problema, porque la renuncia pulsional es una exigencia. La privación respecto de la pulsión muchas veces también se relaciona con la agresividad.

Lacan, el la primera clase del seminario 17, pide perdón a un alumno al que había maltratado en la calle, cuando él le preguntó cuándo era la próxima clase. Se disculpa y dice que todo exceso con el otro, con el prójimo, es un exceso que nos habita en relación a otra instancia. Eso que estalla con el otro, es una repetición de algo que se juega en otro lado. En el caso de Caín y Abel, donde Caín es agricultor y Abel es pastor, ellos ofrecen ofrendas a Dios. Dios prefiere la ofrenda de Abel y Caín lo mata. ¿Por qué hace eso? Porque no puede matar a Dios. Cuando un padre prefiere a un hijo sobre el otro, la guerra fratricida es inevitable. 

Agresividad y el estadio del espejo
Muy por encima, digamos que la vasija real es la que está invertida, del lado izquierdo. El espejo cóncavo de la izquierda hace que se refleje al revés y eso proyecta la imagen real, i (a), como se escribe en la óptica. A este punto, hay cuerpo y pulsiones, pero no hay unidad corporal. La izquierda es el sujeto pre especular, autoerótico, desorganizado y precoz. 
El espejo plano central es el Otro (A), que es la mirada de la madre. A la derecha se proyecta el jarrón, i'(a), porque las imágenes de los espejos se dice i'. Este jarrón post especular de la derecha es la mirada de la madre, que mira a su "majestad el bebé", dando lugar al acto psíquico que Freud menciona en Introducción al narcisismo. El yo ideal, el sentido, la buena forma, la gestalt, los ideales tienen que ver con la unidad que proviene de la mirada amorosa del Otro.

Lo de la derecha son representaciones, lo real está de la izquierda y nunca tiene acceso a la representación. Es lo que se pierde: la naturaleza, la biología, el ser, por el ingreso a ese mundo de representaciones de la mano del Otro. El Otro, que amorosamente aloja al niño y lo inviste, deja algo por fuera del espejo: x. La x existe, pero fuera de la representación, lo imposible de ser representado.

Lacan marca un momento en que el niño se alegra al verse en el espejo, va a mirar a la madre para solicitarle que reconozca que además que el niño que ella ve, hay un niño real que no entra en el espejo. Ese pedido al Otro del asentimiento, que le dé lugar a que no todo es ideal e imagen, legitimando a esa x ajena imposible de representar y que es el corazón del sujeto, hace que el sujeto tenga derecho a una existencia por fuera de los ideales. Es decir, el niño tiene derecho a no cumplir con lo que el Otro espera, teniendo asegurando un lugar en el Otro en tanto enigma. Esto le da al niño la posibilidad de no estar aterrado por satisfacer lo que el Otro quiere, también permite soportar el enigma en el otro y opera en el lazo. Lo enigmático en el otro también es concebible si el sujeto se sale de la servidumbre al Otro, en la medida que ese niño no querrá apropiarse del otro para estar tranquilo. 

Hay un tema erótico que se juega en la constitución subjetiva y en la agresividad. En Pegan a un niño, Freud homologa "Mi padre me pega" a "Mi padre me ama". En una paciente, surge un recuerdo infantil donde ella recuerda el marido de la madre cortaba una ramita de sauce y le pegaba. A ella le dolía, pero lo que más le dolía era que quien le pegaba no era el padre. Hay algo allí anudado entre el amor y el golpe.

Caso 1
Ana es muy detenida en su profesión, con una sensación de estar excluida de los lugares. Es celosa y envidiosa de sus colegas y consulta porque ella está casada con un hombre con dos hijos adolescentes a los que no soporta. Los chicos piden encontrarse con el padre fuera de la casa. Ella no los tolera y hay un alto nivel de angustia y de violencia. Maltrata al perro y todo eso va en contra de sus ideales y sufre por eso. La hostilidad es sutil con los hijos del marido, pero brutal con el perro, de manera que interesante ubicar esto de integrar lo ajeno.

La agresividad es constitutiva porque el yo se constituye incorporando lo ajeno, que se vive como perturbador. El yo aspira a cierta estabilidad y placer que excluye esa alteridad y enigma que no lo integra. 

Los celos son una de las fuentes más grandes de la agresividad, tiene que ver con que el sujeto no termina de ubicar que es por su exclusión que completa esa escena. El sujeto no ubica que ser el único está más del lado de la muerte que de la vida, hay que hacerle recorrer un camino para que lo sepa. En la paciente, en tanto ella se excluye, esa escena del marido con los hijos disfrutando completamente sin ella. Y este constituir ese goce completo del cual ella está excluida atraviesa todas sus escenas, incluyendo en la transferencia con su analista. Por ejemplo, a un jardín que tenía la analista le dijo "Ahí caben dos tumbas". Otro día, le dijo "Tenga cuidado al irse, porque hay mucho tránsito".  Cuando el voltaje de sufrimiento es muy alto y cuando la agresividad estaba muy a flor de piel, era difícil bajarla. El problema del odio es que suspende la asociación, porque es una pasión. Las pasiones del ser son el odio, la ignorancia y el amor. Lacan dice que cuanto más se odia, más se es. El análisis está en el ámbito del pensar, no del ser. 

Esta escena es un significante, que la representa a ella como sujeto y que hay que encontrar cuál es para entender qué es lo que pasa. En la trama edípica de su historia, aparece una madre absolutamente consagrada a una hermana discapacitada, donde ella veía un goce completo. Aparecen recuerdos infantiles, donde ella va ubicando como esto es la repetición de ese dolor primario. Lo que la analista hizo acá fue conectar las dos escenas.

Caso 2
Juan consulta diciendo que se siente muerto, sin energía, sin entusiasmo, amargado y tenso. Tenía un aspecto sumamente prolijo y el diván le era un problema, porque se le arrugaba la camisa. En su historia, él había dejado de lado una carrera de música. Son 5 hermanos. Él siguió una carrera de química, porque era el elegido para seguir con la empresa familiar. Por otro lado, era muy esclavo del orden y esto le traía problemas con la esposa, que le decía que exageraba.

Un día el paciente llega angustiado, porque cuenta que su hijo de 4 años estaba comiendo un alfajor, se le partió y cayeron unas migas al piso. Él vio como el nene lo miraba aterrorizado y se dio cuenta que algo pasaba. Desplegando su historia, la madre le decía "Sé pulcro". Atención flotante mediante, la analista ubica sé pulcro con sepulcro. Ahí vemos ese lugar en el espejo, ese yo ideal perfecto, que es una imagen tiesa en el espejo. La analista aquí intervino a la letra, haciendo un borde ó litoral entre ser el objeto de la madre ó salir a la vida.

Lacan dice que somos culpables de renunciar al deseo. En el caso, podría ser el deseo por la música o el deseo a no ser el elegido del padre. Hay una diferencia que marca Lacan entre ser nombrado para y ser nominado. Una cosa es tener un nombre, con el que cada uno hace lo que se le canta; otra es ser nombrado para. En este caso, Juan fue nombrado para sostener el deseo del padre, continuar la empresa. Cumplir el deseo del padre no es cumplir un deseo propio, cosa que el paciente no lograba separarse de esa servidumbre.

Caso 3
La paciente tiene una rivalidad absoluta con su hermana. Celos brutales, viven juntas en medio de una tensión tremenda y brutal. Hay un duelo imposible, en relación a haber perdido el unicato. La experiencia de tener un hermano es que uno no es el único y que el Otro está habitado por un deseo que a uno lo trasciende... por suerte, que es lo que uno se da cuenta en análisis.

En una de las sesiones, donde ella despliega esta escena, la analista le dice "Marcela, terminamos acá", siendo que la paciente se llama Laura. Es decir, la nombra con el nombre de la hermana a la forma de un fallido, que también puede ser interpretada como una intervención. En este caso, de lo que se trata es que hay lugar para todas porque en rigor, ninguna es esa hija predilecta.

Caso 4
Se trata de una paciente consagrada a sus padres ancianos. Dice que los padres se quejan, que la tratan mal y están de mal humor y la desprecia, pese a que trata de ayudarlos. Ella se siente culpable por estas reacciones, qué pudo haber dicho. Ella recuerda que desde la infancia, el hilo de estar bien era muy finito y el padre podía explotar por cualquier cosa y ella no entendía por qué.

Llega el día de la madre y ella quería saber qué hacer con sus padres. la analista le pregunta qué iba a hacer ella con el día de la madre y ahí ella responde "Cierto, tengo dos hijos, yo también soy madre". Esto nos pone en la pista de que no se sale del Edipo por cumplir los 5 años. Cuando el padre estalla sin entender por qué y ella recuerda que cuando era chica era así y se vuelve a la casa con culpa, tenemos que pensar que cuando alguien no entiende, naturalmente se ubica como la causa del enojo. Hay algo de esa culpa con la que ella vuelve a su casa, por estar consagrada al padre. Si no está legitimación de ese enigma que el Otro porta, de ese lugar que el sujeto no está destinado a satisfacer, da culpa de vivir. En algunos sujetos esto está muy claro. Si esa x no está legitimada, en algún momento termina ocasionando la culpa por vivir, porque siempre están en falta. 

Dirección a la cura
En cuanto a la pulsión, hay un destino que es la sublimación. Si se puede reacomodar la economía libidinal y la agresión es un destino de la pulsión, en tanto volverse lo contrario, que es el odio, se puede apostar a la sublimación. 

Un análisis también es duelar la aspiración de querer ser todo para el Otro ó pretender que el Otro sea todo para uno. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario