Notas de la Conferencia Virtual dictada por Élida Fernández, el 28/9/21, titulada "La angustia amordazada. Adultos en análisis que fueron abusados en su infancia". Formó parte del Ciclo de Conferencias 2021 "La angustia: su presentación en la clínica", de la Institución Fernando Ulloa.
Casos clínicos. Se trata de dos caso de hace 30 años, donde en Argentina aún no estaba visibilizado nada que tuviera que ver con el abuso sexual infantil. En ambos casos, pasaron años hasta que, una vez instalada la transferencia, emergió el relato de esto que habían padecido y que de alguna manera habían forcluido de sus vidas.
En muchos historiales actuales aparece el abuso sexual totalmente banalizado, como si fuera un dato más de la biografía. Eso que habría que destacar, se termina perdiendo entre otros decires. Es una forma de desoír este fenómeno, como algo de lo que no vale la pena hablar. La propuesta es pensar que los abusos son algo importante en la vida de los sujetos.
Caso Ana
Consulta derivada por una colega. Hacía 5 años que se había hecho una cirugía estética muy importante en la cara. Al verse al espejo, hace sufre un ataque de angustia, se horroriza de lo que ve y no se reconoce. Pide la consulta con urgencia. Despliega una historia muy sufriente: está casada, tiene 3 hijos, el marido tiene una buena posición social y ella es profesional y trabaja. Sufre por no ser deseada por su marido, motivo por el cual se hizo la cirugía.
Luego de las entrevistas iniciales, comienza su análisis y dice que hay algo de lo que no quiere hablar. Con lo cual, pone en primer lugar un secreto.
Ana había dicho que había algo de lo que no quería hablar, cosa que la analista acepta apostando al devenir del análisis y a la instalación de la transferencia y a que ella podrá confiar en algún momento y poder hablar de esto.
Con el tema del secreto, tenemos que hacer una diferenciación. Muchos psicoanalistas plantearon la función del secreto como un derecho y una función imprescindible en la subjetivación para poder tomar distancia del Otro. Este tema lo trabajó Piera Alaugnier, sobre el derecho a tener un secreto, dice que el secreto constituye para el niño una primera forma de separarse del Otro.
Pero también tenemos la vertiente del secreto inconfesable. Se trata de una injuria narcisista inelaborable. La transmisión del secreto está asociada al fantasma. Esto inelaborable del fantasma se presenta en las lagunas dejadas por el secreto. El secreto inconfesable va a estar referido a una muerte. En el caso de los abusos sexuales infantiles, lo que se asesina es la infancia.
El padre, según Ana, la amaba y ella también a él. Era maestro mayor de obras, y tenía la característica de que empezaba a construir la casa, pero nunca la terminaba. Ella vivió gran parte de su infancia en una casa en permanente construcción. El padre muere tempranamente y queda sola con su madre, la que decide irse a vivir a la casa de la abuela de Ana. relata una infancia muy sufriente, con un abuela y una madre que la castigaban mucho, que la encerraban sin que ella pudiera saber por qué tantos castigos.
Avanza el análisis y el tema de no ser deseada por su marido y el sufrimiento que esto le trae. Tres años después, Ana estaba desayunando sola, abre el diario y se encuentra con un artículo sobre el abuso sexual infantil. Lo lee y hace un ataque de angustia similar al que la trajo a análisis. Llama a la analista con urgencia. Relata que su secreto era una fantasía que siempre la acompañaba y no quería dejarla, que encubría algo que la avergonzaba terriblemente: de los 4 a los 7 años fue abusada por su abuelo.
Con mucha cautela, la analista fue preguntando. A los 7 años de ella, su abuela se suicidó. Lo que Ana se pregunta, en su ataque de angustia, es por qué lo sedujo. ¿Por qué hice esto? Ella se hace totalmente responsable de haber seducido a su abuelo.
Caso Pedro
Es derivado por su amigo tras haber Pedro sufrido un infarto. Pedro accede a la entrevista sin muchas ganas. Estaba separado de su mujer, tenía dos hijos adolescentes y hacía diversas actividades en la construcción. La analista no esperaba más que una entrevista. Pedro habla lleno de odio de los hijos, de la ex mujer, del socio... Lo que llamaba la atención era el odio hacia sus hijos, que lo vieron todo el tiempo que se les permitió acceder a la terapia intensiva. Cuando la analista le pregunta por el odio a sus hijos, él se da cuenta que no tiene una respuesta, de manera que en esta primera entrevista se puede plantear un interrogante que hizo que el análisis siguiera.
En el análisis, surge que Pedro abandonó la escuela secundaria a los 14 años y nunca más volvió a estudiar nada. Al preguntarle por qué, Pedro se pone a llorar a los gritos y dice que él nunca pensó que tendría que hablar de esto... Él estaba haciendo el secundario pupilo en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, dirigido por curas. Había un cura que era su maestro, muy idealizado por Pedro y al que él le decía Padre. Habla de este cura confesor que a sus 14 años abusa de él. El abuso lo llenó de vergüenza y de odio. Se escapó del pueblo y la policía lo trajo de vuelta al hogar. Nadie preguntó nada. La madre y los hermanos dijeron "Pedro es vago, no le gusta estudiar".
En sesiones posteriores, Pedro puede hablar de este tema que no pensaba hablar con nadie. Él había pretendido seccionar esto de su historia, como que nunca había ocurrido. Transcurrido un tiempo, entra a sesión diciendo que el cura se murió. "Fui un cobarde, nunca lo pude encarar" y se pregunta por qué nunca lo denunció.
En ambos casos vemos que los abusos pudieron ser contados una vez establecida la confianza transferencial y después de haberse asegurado que contarlo no hubiera significado una revictimización. Las diferencias que se pueden marcar es que Ana se coloca en un lugar activo, mientras que Pedro está lleno de odio, que ha desplazado hacia todos sus conocidos. En un momento, Pedro se pregunta si esto que le pasó con el Padre no hizo que él no pudiera llevar a cabo el lugar de padre amorosamente con los hijos.
Distinción de traumas
Hay que diferenciar lo que es la inclusión del niño en la vida familiar, donde hay otros adultos responsables, que lo enfrentan traumáticamente (en el sentido de no tener palabras para incluir eso en la vida) de lo que es el deseo del Otro hacia un niño, que siempre es traumático. El niño nace totalmente desamparado y depende del cuidado del Otro. Si bien el lugar previo al niño es fundante, también es cierto que produce una situación traumática. Este trauma constituye la subjetividad.
Cuando hablamos de los abusos sexuales en la niñez, no hablamos del trauma fundante, sino de un trauma vivido y experimentado brutalmente, el niño como objeto de goce de un otro en el que el niño no participa subjetivamente de esa escena. El niño queda relegado a un goce oscuro del que no tiene la menor idea. Las víctimas suelen reprocharse por qué no se dieron cuenta, por qué no hicieron algo. Ana no podía hacer nada, por estar en una situación familiar donde su madre y abuela eran cómplices de ese silencio y mirar hacia otro lado. Los abusos no suelen ocurrir sin la complicidad de otros adultos, que deberían cuidar al niño.
En el abuso no solo se pone al niño como objeto de un goce oscuro que el niño no puede representar, ni entender ni decidir, sino que después esto se redobla con la sanción de los otros adultos. Por ejemplo, los castigos que le dan a Ana y en la respuesta familiar de Pedro cuando él se escapa del colegio, donde nadie preguntó por qué dejó la escuela ó por qué se escapó.
En cuanto al trauma, Freud muy tempranamente se preguntó por la etiología de las distintas neurosis y puso en el centro de la escena la escena sexual prematura que ha debido reprimirse por el reproche que genera a raíz de una situación posterior que genera su recuerdo y lleva a la conformación del síntoma. Así, para Freud, las diferencias principales entre las neurosis se muestran en el modo en que algunas de las representaciones reprimidas retornan y en la formación de síntomas. En la carta 69 a Fliess, en el manuscrito K de 1896, Freud le escribe a Fliess que ya no cree en sus neuróticas. San Felipo, en su investigación sobre el trauma, detectó que a lo que Freud llamaba "mis neuróticas" no eran a sus pacientes histéricas, sino a una teoróa etiológica que implica a la represión, compuesta en 1896 por tres textos: La herencia y la etiología de las neurosis, Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa y La etiología de la histeria. Esto es a lo que Freud llama "mis neuróticas", que se conoció como la teoría de la seducción y posibilitó la diferencia entre los hechos acontecidos y la fantasía como producto de la subjetividad.
Actualmente hay un debate, donde se plantea que Freud intentó tapar el abuso sexual que sufrían sus pacientes. El tema es que a Freud lo que lo abocaba en ese tiempo era la construcción de su teoría. El hecho de poder pasar del hecho vivido a la fantasía le dio la posibilidad de teorizar el aparato psíquico y darle un lugar muy importante a la fantasía inconsciente.
No obstante, es importante discriminar de lo traumático que puede encontrar un infans frente al deseo del Otro de los traumas acontecidos por abusos de otros en los que el infans confiaba, cuando lo cierto es que ningún niño puede poner palabras para ese hecho. Este abuso sexual infantil produce una herida en el cuerpo, en la subjetividad y produce la pérdida de la infancia y la confianza, entronizando al miedo.
Lacan puntualizó en la clase del 12 de noviembre de 1958 que el trauma, en tanto cumple una acción represora interviene a posteriori.
"Concierne a ese momento fundante pre político que es el ingreso al lenguaje, cuando algo se desprende del sujeto en el mundo simbólico mismo que está integrando. Eso ya no será del sujeto, no hablará más de ello, no lo reintegrará. Sin embargo permanece en alguna parte, hablado, a través de algo que el sujeto no domina, será el primer núcleo de lo que luego habrán de llamarse sus síntomas.
Entre estos momentos del análisis que describimos y el momento intermedio entre la acuñación simbólica y la represión simbólica, no hay una diferencia esencial, solo hay una diferencia en este momento: nadie está presente para darle la palabra. Una vez constituido su primer núcleo, la represión comienza. Hay ahora un punto central alrededor del cual podrá luego organizarse los síntomas. Las sucesivas represiones del mismo tiempo, ya que la represión y el retorno de lo reprimido son lo mismo.
para lacan, el trauma es el primer encuentro con lo real, con lo imposible de simbolizar y queda como una piedra constitutiva de los síntomas y en tanto hace al deseo del Otro, que siempre es opaco, dará lugar a la constitución del fantasma, con la pregunta de qué me quiere. Cuando hay una irrupción, no del deseo, sino del goce del Otro, no hay posibilidad de poner palabras, representar y construir algo de la subjetividad. El niño quedará con un daño que, con mucha suerte, se podrá transformar en una cicatriz.
Al alojar estos casos, escucharlos, surge una pregunta: ¿Cuáles son los efectos de poder hablar en un análisis de esta situación traumática?
Con Ana, vemos que se adjudica tener toda la responsabilidad de haber seducido a su abuelo, de manera que la analista sanciona que lo que su abuelo hizo le produjo gran daño, que ella no pudo elegir por tener 4 años. Que a esa edad, los niños son dignos de ternura y cariño, no de una violación. Todo el trabajo se encamina en sacarle la responsabilidad de lo que ella fue víctima y pasarla a los adultos responsables de su crianza. Luego de la muerte de su abuelo, el abuelo había desaparecido de la escena y nadie dijo nada acerca de ello, lo cual genera otro agujero: alguien puede desaparecer sin que nadie diga nada de ello. Ana comenzó una búsqueda para encontrar a su abuelo junto a su familia, que al enterarse de esto se modifican los lugares. Ella se desentiende si su marido la ama, no la ama, y empieza ella a poder subjetivarse y a pensar que si ella no está bien con el matrimonio, podría pensar en separarse, cosa que jamás había podido hacer.
Con respecto a Pedro, puede empezar a ubicar el odio en relación a ese trauma vivido con este cura, que a su vez amaba y puede comenzar a recuperar los lazos dañados con sus hijos. Esto fue un trabajo largo, complejo, pero que se pudo lograr.
Ambos pacientes intentaron guardar los abusos como secretos inconfesables, los que le trajo problemas a ambos. El poder incorporar a su historia, a su vida y poder narrar por primera vez esto y pasar a subjetivar algo de esto, tomando esta historia como propia, les permitió distinguir dónde estaban atrapados. Ana se liberó de su preocupación permanente de ser amada por este marido y preguntarse por la relación con su abuelo: ¿La deseaba, la amaba?
En Pedro, la posibilidad de asumir que algo se había interrumpido, la posibilidad de estudiar, y que él había dejado de lado. Con el tiempo, pudo volver a estudiar.
Cuando nos encontramos con el abuso en los relatos de los pacientes, debemos alojarlo, engancharlo, qué está encerrado ahí, en eso inabordable e imposible de simbolizar y que necesita cierto despliegue en un relato. Esto que nunca entró en lo simbólico, que no tuvo ninguna representación para ser pensado, lo que logra es formar parte de un avatar superyoico. Si nos detenemos a escuchar lo que cada uno dice, lo que finalmente encontramos es un reproche. Ana se pregunta cómo pudo seducirlo; Pedro odia desatadamente a los que lo rodean, pero termina en una imposibilidad de escucharse en aquellas cosas que él podía desear. También se acusa de su cobardía.
Tardíamente, en Freud aparece el superyó, que se forma a partir de la negación de la autoridad paterna. Cuando lacan lee que el superyó es la imposibilidad de la autoridad paterna, lo no legislado por la ley hace que a mayor autoridad paterna, menor superyó y a menor autoridad paterna mayor superyó. El superyó es lo no legislado es lo que hace que en el entorno no se pueda sancionar un delito, lo imperdonable ni el daño. Por lo tanto, lo que se produce es un efecto furioso del ataque de la orden imposible. En principio, antes de cicatrizar las consecuencias de un abuso, lo que aparece es la condena del superyó.
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