Las patologías del narcisismo se refieren a las patologías del yo. La adquisición del yo es producto de una compleja serie de operaciones identificatorias con nuestros Otros significativos que pueden llegar a buen puerto o, en casos extremos, no arrivar nunca a destino.
Debido a que el yo como proyección psíquica constituye nuestro cuerpo, cuando estas operaciones identificatorias tienen fallas significativas, ocasionan como resultado accidentes en la adquisición de la imagen corporal. Cuando hablamos de patologías del narcisismo, nos referimos a sujetos que perciben su cuerpo con severa disconformidad, frágil, y hasta extraño para sí. Presentan problemáticas tales como anorexia, bulimia, cutting, cuerpos apagados (melancolía) ó cuerpos exasperados (manía), impulsiones de diverso orden (tentativas de suicidio, huidas, lastimaduras, ponerse en riesgo).
Estas presentaciones clínicas son frecuentes en la práctica y sus tratamientos son muy complejos, porque comparten un rasgo que hace muy difícil la aparición del inconsciente y sus formaciones -tales como inhibiciones, síntomas, angustias, presencia de la palabra hablada.
Son sujetos que, si bien poseen un alto grado de sufrimiento psíquico, no les ocurre asociar con sus padecimientos. Tienen propensión a la acción (acting out, pasaje al acto) y a la aparición repentina de angustia masiva.
En estos casos será necesario, en el tratamiento, que vínculo terapéutico mediante, el analista realice intervenciones como las llamadas construcciones en psicoanálisis. La terapéutica psicoanalítica será, con estas problemáticas, más activa del lado del analista.
Orientaciones en el tratamiento
Las patologías del narcisismo suponen accidentes en la constitución del yo, debido a fallas significativas durante los tiempos primarios de estructuración subjetiva: estos momentos donde el infante requiere de un Otro que lo cobije, que otorgue una mirada y un discurso que confirme su existencia y su valor.
El vínculo transferencial con estos pacientes suele presentar serias dificultades. Puede tomar el tinte de una transferencia hostil (rechazo y/o enojo hacia el tratamiento) ó una resistencia erótica (enamoramiento y/o fascinación). esto requiere una compleja labor por parte del psicoanalista.
El psicoanalista debe sostener la transferencia, demostrar estar presente, alojar siempre al sujeto. Tener en cuenta si el paciente puede hacer diván ó si en realidad necesita sentarse cara a cara (lo más frecuente en estos casos), ó en tiempos de tratamientos virtuales, privilegiar la videollamada en lugar del teléfono.
Si el paciente se ausenta a la sesión, resulta pertinente llamarlo, consultarle los motivos de su ausencia, escucharlo y ofrecerle un espacio en otro día ú horario.
El analista debe hacer uso de las construcciones como herramienta clínica. Como se trata de pacientes a los que les cuesta realizar asociaciones con respecto a su sufrimiento, las interpretaciones clásicas como la interpretación en general no resultan eficaces. Las construcciones del analista permiten reconstruir la historia infantil del sujeto, situar en qué tiempo fracasó el amor o fue desmesurado y también aporta cuerpo, ese que por el momento está sin sostén.
Se debe establecer un semblante de conversación., aunque no se trate de una conversación verdadera. El analista no va a hablar de si mismo, pero debe intentar dar pie para que el paciente pueda hablar, expresarse. Lo ayudaremos haciéndole preguntas, ordenando su discurso, repitiéndole alguna cuestión significativa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario