"Un buen ejemplo de sistema psíquico separado de los estímulos del mundo exterior, y que puede satisfacer aun sus necesidades de nutrición de manera autista (para emplear un término de Bleuler [1912], nos lo proporciona el pichón encerrado dentro de la cáscara del huevo con su acopio de alimento, al cual el cuidado materno se limita a aportarle calor. “
Freud S. (1911b) Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico
Autismo: argumentos
Eugen Bleuler hacia 1911, propuso el término autismo [aytós: uno mismo] y lo describió ligado a ciertos actos del pensar esquizofrénico. En aquel tiempo se trataba de un apartamiento de la realidad, con privilegio de la vida interior de tal manera que el mundo exterior se conformaba como una pura apariencia, de acuerdo a una geometría euclidiana. Sin embargo, cuando hablamos de autismo precoz nos referimos a un estado diferente al autismo de Bleuler, más enlazado a las psicosis. Así, los pequeños psicóticos, a diferencia de los autistas, acceden a una mayor riqueza en su vida anímica, que se puede inferir del refinamiento de sus manifestaciones, tales como alucinaciones visuales o acústicas, delirios, expresiones bizarras, neologismos, lenguaje hipocondríaco, entre otras. El niño autista, por el contrario, no suele responder, en los casos más graves, a los estímulos verbales, en otros, sólo puede acceder al significado literal de una frase. En ocasiones, el autismo se ensambla con la psicosis, tal el caso de Dick, publicado por Melanie Klein en 1930 ["The importance of symbol formation In the development of the ego”]. El pequeño Dick presentaba una posición psicótica, y otra, de carácter autista no trabajado por la autora. Se trataba de un niño de cuatro años que carecía casi de vocabulario, desarrollo intelectual y afectos empobrecidos. Al mismo tiempo, “era indiferente a la presencia o ausencia de la madre o la niñera [...] no tenía casi intereses, no jugaba y no tenía contacto con su medio”. La producción de los observables [alucinaciones visuales, acústicas, y delirios] que presentan las psicosis requiere de la escritura de ciertos argumentos, signos, de los cuales carece el autista. Sin embargo, cobran relieve argumentos enlazados a alucinaciones afectivas.
Alrededor de la década del “40”, Leo Kanner llamó a este síndrome "autismo infantil precoz". Al mismo tiempo que este autor realizaba sus investigaciones, Hans Asperger, en forma autónoma, efectuaba descripciones en algunos aspectos similares. Antes de los registros y diferenciaciones de Kanner, estos niños eran considerados y ubicados como retrasados mentales, o bien, como afectados por un cierto desequilibrio emocional, que nunca terminaba de ser especificado. Y si bien el retraso y la inestabilidad suelen asociarse al autismo, para algunos autores, se trata de una problemática diversa. Esta configuración es denominada: trastorno autista e incluido en los “Trastornos Generalizados del Desarrollo” por el DSM. IV y autismo infantil por el CIE-10 – acrónimo de la Clasificación Internacional de Enfermedades, versión 10-.
También, el DSM IV, diferencia el autismo de otros estados, que poseen manifestaciones, que coinciden en ciertos aspectos y que han sido incluidos en los “Trastornos Generalizados del Desarrollo” cómo el “Síndrome de Rett”, el “Trastorno Desintegrativo de la Niñez”, el “Trastorno de Asperger” y los “Trastornos Generalizados del Desarrollo” no incluidos en otro lugar.
No obstante, con la aparición de la última versión DSM V, en el año 2013/14, son relevados y cobra valor el “Trastorno del espectro autista” en diversas modalidades: leve, moderado, grave y severo.
Con la inclusión de los “Trastornos Generalizados del Desarrollo” en las diferentes versiones del DSM, se enlaza la problemática autista al desarrollo, y se privilegia la educación como objetivo estratégico (corrección conducta), con los recursos tácticos pertinentes.
La última versión del DSM V, sigue sosteniendo como eje referencial la alteración de la interacción social, comunicación y comportamiento, sólo que la presencia de estos trastornos se evalúan según su gravedad, quedando implicados dentro de dicho diagnóstico una gran cantidad de niños y niñas, y variedades subjetivas.
Por otra parte, Bruno Bettelheim hacia 1950, funda la Escuela Ortogénica de Chicago. Considera que en el autismo se detiene de manera completa el desarrollo de la personalidad a nivel preverbal y prelógico. Se obtura toda actividad del lactante fundamentalmente de la «relación de mutualidad madre-infante».
En su itinerario de investigación enlaza y compara Ia experiencia del autista con Ia vivenciada en los campos de concentración de Alemania por sujetos expuestos constantemente a una amenaza de destrucción.
Es lícito aventurarnos en La fortaleza vacía, de Bruno Bettelheim (2012) que dice: «Lo que era para el prisionero la realidad exterior es para el niño autista su realidad interior. Proponemos por lo tanto que el autismo infantil es un estado mental que se desarrolló como reacción al sentimiento de vivir en una situación extrema y enteramente sin esperanza».
Parecería que por esta razón Bettelheim (2012), propone una temprana falla en la constitución del vínculo del sujeto con la madre, efecto de un déficit en los cuidados.
La manipulación, la repetición que el sujeto despliega con ciertos objetos, procura evitar aquellos estímulosque lo llevan a actuar. Así, se intenta que nada cambie, y persista un cierto orden.
En Bettelheim (2012, p. 20) se lee: "Mas, a diferencia de los niños débiles mentales, cuyas reacciones son realmente demasiado primitivas para su edad, la personalidad de los niños autistas se puede desarrollar y alcanzar una gran riqueza. Si, bajo tratamiento, esto llega a ocurrir, o acaso se produce a una edad mucho más tardía, y entonces los niños pueden, o bien decirnos lo que les sucede, o bien darnos pistas mucho más ricas de por qué y cómo se desarrolla la personalidad."
Polemiza constantemente contra las pretensiones sistemáticas y racionalistas de Kanner (1943/44). Ante la postura de Kanner (1943/44) que considera que" los niños autistas no establecen relaciones con las personas, si bien algunos de ellos las establecen con objetos. Este libro se basa en la convicción de que esos niños sí establecen relaciones con personas, aunque ya no (si es que así lo fue alguna vez) de una manera positiva. El suyo es un modo muy extraño de establecer relaciones, pero decir que no las establecen supone tener una idea muy pobre de las relaciones humanas, o cuando menos una imagen prefreudiana de la naturaleza de los sentimientos humanos."
La cura procura generar una espacialidad donde renacer en franca oposición a esos lugares de destrucción del sujeto como los campos de la muerte, que discierne como hospitales psiquiátricos o las familias del autista.
Estratégicamente la meta del tratamiento apela tácticamente a la regresión para que el sujeto pueda sustraerse de las producciones patológicas, —de la indiferencia apasionada (caso Laurie, autista sin uso de la palabra)—, que operan como defensas, mediante la configuración de una experiencia correctiva.
Al plantearse el problema y desde un punto de vista descriptivo se han considerado, en el autismo, tres manifestaciones patológicas de carácter esencial: a] carecen de la posibilidad de establecer vínculos sociales, b] se retrasan en la expresión verbal, a veces son mudos o ecolálicos, c] apelan a rituales y exteriorizaciones compulsivas y estereotipadas [Rutter (1979)], a cierta repetición. Esta patología tiene una incidencia 4 o 5 veces mayor en varones que en mujeres. En el mutismo selectivo en cambio, el desarrollo del lenguaje y la comunicación es adecuado, aunque sólo se lo exteriorice en contextos específicos.
Pero, ¿el autismo se asocia a diversas problemáticas? Desde luego, por ejemplo, la sordera, por lo que es necesario una estricta evaluación diferencial y verificar, en estos casos, el funcionamiento auditivo del niño. En alguna ocasión puede coexistir con el síndrome de Down, su diferenciación en principio se puede realizar a partir de la emergencia de un lenguaje afectivo, que en el autismo está suprimido, también en los primeros el ver cobra privilegio sobre el mirar.
La superficie anímica en el autismo
Aquí, me ocupará el problema de la superficie psíquica y será el punto de partida de mis investigaciones sobre el estar siendo del autista y no tanto el ser del autismo.
Cuando Freud (1926d), describe los síntomas más frecuentes de la histeria de conversión, los discrimina de acuerdo a las características del instrumento anímico configurado a la manera de la geometría de Euclides:
1) su desplazamiento al extremo motor o sensorial del aparato psíquico, 2) su permanencia o transitoriedad [un factor temporal] y 3) las variaciones de las sensaciones de displacer que los acompañan.
Tratare de verter parcialmente en este molde, los elementos de la superficie fenomenológica que presenta el niño autista.
Motricidad exterior: a) ciertos movimientos y gestos estereotipados (por ejemplo, sonrisas), b) balanceo y giros intermitentes del propio cuerpo, si se les interrumpe en el movimiento, suelen tener reacciones catastróficas, c) frotamiento de oídos (autoestimulación vestibular) y ojos, d) auto-golpes (suelen no sentir el dolor), e) pasividad; f) mudez o ecolalia inmediata o mediata a la recepción de sonidos, g) puede haber alguna que otra palabra, por ejemplo una vez al mes, h) no diferenciación entre "usted y yo" (inversión pronominal).
Motricidad interior: a) estados de sopor y letargo b) por momentos estados de pánico e intenso miedo.
Percepción exterior: a) visión periférica, b) carencia de alucinaciones visuales o acústicas, que suelen aparecer cuando el tratamiento progresa, c) determinados ruidos o sonidos pueden irrumpir en ellos de tal manera que suelen cubrirse los oídos con las manos. d) Miran, pero no ven, oyen, pero no escuchan, casi de manera permanente.
Percepción interior: a) perturbaciones del sueño, b) trastornos del equilibrio y de la postura, como efecto de problemáticas laberínticas, que se manifiestan por ejemplo en cierta incoordinación al caminar, c) alucinaciones afectivas.
Vamos a considerar esta diversidad de manifestaciones que denominamos autismo, como una modalidad de funcionamiento singular, de manera que no vamos hablar de un ser autista, sino más bien de un estar siendo autista en el contexto familiar, en un discurso capitalista, que solo es lazo social para el investigador, y diferente del modo de producción específico (capitalista). En este sentido nos diferenciamos de autores como Winnicott y otros, que ubican el autismo en el territorio del ser psicótico, en ciertas unidades sociales como la familia y el barrio.
Ahora bien, para dar un ejemplo que sirva de ilustración clínica, podemos citar a Paul (Leo Kanner, 1943) [un pequeño de 5 años] carente de vínculos afectivos con las personas. Las cuales o bien, le resultaban indiferentes o eran cosificadas como si fueran un escritorio o una biblioteca (aun la propia madre). No miraba a los ojos. Estas variedades de exteriorizaciones se incluyeron, desde un punto de vista descriptivo, en lo que Kanner llamó "problemas autísticos del contacto afectivo."
El autismo precoz es poco frecuente, y su inicio se ubica antes de los dos años y medio. Su diagnóstico suele ser tardío, debido a que los padres transitan habitualmente diferentes consultorios antes de acceder a él (Tustin, 1990).
Agreguemos, que es necesario discriminar descriptivamente los retiros autísticos de la psicosis infantil del autismo que nos interesa. Los niños psicóticos a diferencia de los autistas, acceden a una mayor complejización de su vida anímica, que se puede inferir de la riqueza de sus manifestaciones, tales como: alucinaciones visuales o acústicas, delirios, signos, expresiones bizarras, neologismos, lenguaje hipocondríaco (suelen hablar de sus órganos, por ejemplo, de sus pulmones), entre otras.
¿Cuál es la ubicación que la psiquiatría le otorga a estas problemáticas?
En el Manual de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales, de la Asociación Psiquiátrica Americana (DSM, lll), se considera al autismo como una "distorsión en el desarrollo de múltiples funciones básicas implicadas en el desarrollo de habilidades sociales y del lenguaje". El DSM V (2013/14), propone el “Trastorno del espectro autista” en 4 modalidades, –leve, moderado, grave y severo–.
Aquí creo que es oportuno agregar que Winnicott hacia 1967, en "La etiología de la esquizofrenia infantil en términos de la falla adaptativa", nos dice: "Naturalmente, fui muy influido por la formulación de Kanner sobre el autismo (3), pero en los años previos a esta importante contribución, traté estos mismos casos simplemente bajo el rótulo de "psicosis infantil". (...)
No estoy seguro de que la rotulación de "autista" de estos casos por parte de Kanner haya sido beneficiosa. La desventaja, a mi juicio, es que este rótulo les dio a los pediatras, habituados como están a los síndromes y las entidades mórbidas, una pista falsa, que siguieron de buen grado.
Ahora podían buscar casos de "autismo" y ubicarlos convenientemente en un grupo cuyos límites parecían claros, aunque de forma artificial. Podían entonces sostener que estaban ante una enfermedad de etiología aún desconocida, y presentar su cuadro fácilmente a los estudiantes.
Sin embargo, esta afección no tiene límites claros y creo que no debería considerársela una enfermedad."
También y para una ilustración más cabal con relación a la clínica, anticipo lo dicho por Winnicott (1967). Así, en "El concepto de regresión clínica comparado con el de organización defensiva", se lee: "no importa lo que se sepa o se descubra sobre la bioquímica, o la neuropatología, o la farmacología de la esquizofrenia, lo cierto es que igualmente tendremos allí a los pacientes, personas como nosotros, en cada caso con una historia sobre el comienzo del trastorno y una buena carga de afanes y sufrimientos personales, y con un ambiente que es lisa y llanamente malo o bueno, o bien generador de confusión en grado tal que puede resultar incluso desconcertante referirlo. (...) Lo que he de decir, pues, no será nada a favor ni en contra del especialista en los aspectos físicos del trastorno; y si no hago mención al trabajo del psicólogo puro o académico, también en este caso debe entenderse, pura y simplemente; que lo que me ocupa está en otro lado."
¿Cómo suelen acceder estos pacientes a la consulta psicológica?
La perturbación en el habla parece ser la mayor preocupación de los padres, que habitualmente consultan cuando el niño tiene 2 o 3 años, aunque los inicios de la manifestación patológica son previos a esta edad. Como estos pequeños pueden sumergirse en silencios profundos y duraderos, las madres suelen decir que sus hijos "no molestan para nada", y "que pueden estar por horas muy tranquilos". Aunque estos niños suelen irritarse con frecuencia y en forma repentina.
El autismo implica una estasis libidinal
A estos diversos elementos los podemos considerar, como relevos, como suplencias de factores cuantitativos [energéticos] que no admiten ser cualificados en la conciencia del niño. Con todo, el predominio de los factores cuantitativos deriva en una estasis de libido, que posibilita la formación de la condición necesaria, pero no suficiente del autismo.
Desglosemos los elementos de esta definición:
¿Qué es un factor energético para Freud?
Recordemos que en los estímulos que provienen del propio cuerpo (pulsionales), podemos discernir un proceso cuantitativo, con un período (o frecuencia) determinado (Freud, 1950a; Lacan, 1964). Estos estímulos endógenos en su exigencia de constitución anímica posibilitan la trasmudación a un lenguaje intrasomático. Tramitación probablemente mediada por una conciencia elemental de carácter afectivo.
¿Cómo se genera el desenlace en la estasis libidinal?
En principio podemos decir, que el esfuerzo pulsional no admite la mediación de la conciencia afectiva, generando un estancamiento libidinal. Luego especificaremos en detalle este proceso. Ahora, comencemos desplegando la problemática de la conciencia.
¿Qué es este lenguaje afectivo?
Se trata de una nueva formación soportada en una espacialidad específica, que impone un límite al carácter prevalente del principio de inercia y se constituye como un representante anímico de la pulsión.
Pues bien, esta espacialidad de sostén, se conforma como un requisito previo, para la apertura de una sensorialidad intrasomática, mediante el recurso de la proyección de la autoconservación y de la libido sobre los receptores internos). También, podemos hablar de cierta motricidad intracorporal. (Maldavsky, 1992)
Lo percibido del movimiento interior [como desprendimiento de las neuronas llave] es investido por atención automática generando una conciencia automática. El agregado de investidura atención [psíquica] posibilita la constitución de una conciencia afectiva [anímica] que es condición de posibilidad para la formación de una conciencia sensorial intrasomática y de una conciencia motriz intracorporal. La atención implica la formación de un estado de expectación, que permite que la energía libre derive sobre el lugar de la erupción de los estímulos.
Ahora bien, la percepción endógena no está adosada desde un principio a la conciencia afectiva, requisito necesario para la inscripción de las primeras huellas de memoria de los desprendimientos de afecto. Para lo cual, entonces, se necesita de un trabajo que implique un movimiento proyectivo del afecto propio, sobre un soporte [otro contextual] que permite su cualificación. Su posterior introyección configura la sobreinvestidura que añade la conciencia afectiva a la recepción endógena; además de estos procesos se requiere de un pensar identificatorio con el movimiento interior de la descarga (vasomotriz y secretora).
Cabe agregar que en la conciencia afectiva, el carácter cualitativo accede a "Omega" a través de "Psi". Ahora bien, en el autismo esta conciencia afectiva, es abrumada por los actos defensivos, por lo cual sólo se constituye restitutivamente al ser proyectada, posibilitando quizás, alucinaciones de carácter afectivo o bien de una sensorialidad o motricidad intrasomática (no unificada) en otro. La vividez de estas alucinaciones, depende de la significatividad (bedeutung o valor psíquico), que logre otorgarle el paciente, es decir de la investidura (besetzung) cuantitativa que se ponga en juego. Entonces podríamos hablar de una conciencia alucinatoria de carácter afectivo.
Además, es necesario considerar la eficacia de la no instauración de la estimulación cenestésica vestibular en el autismo, que incide directamente sobre el registro afectivo y que deriva en el paciente en ciertas perturbaciones del equilibrio y de la postura. En este sentido podemos decir que, el contacto postural y el acunamiento como función materna (el ambiente de sostén, de Winnicott), no se constituyen en soporte de la estimulación vestibular del niño, por lo que en esta patología el laberinto no se establece como representación.
En cuanto al trabajo concreto, lo propioceptivo vestibular proyectado en los objetos, puede ser uno de los primeros elementos a desplegar en la clínica. Quizá la fase de manejo que propone Winnicott en pacientes profundamente perturbados, nos ayude a pensar en la configuración de un ambiente de sostén específico para el autista, que no necesariamente incluye la educación. Recordemos que la pulsión no es educable.
Autismo: sensorialidad y motricidad externa
En el decurso de la complejización anímica de un niño, los actos del pensar correspondientes a la proyección [no defensiva "normal"] de la libido intrasomática (hacia la periferia exterior), se caracterizan por fundar primero las zonas de mucosa y luego (con el agregado del erotismo periférico) las zonas de sensorialidad. En las cuales podemos discriminar dos series de cualidades que se anudan a la percepción de los elementos de objeto y a la propia actividad motriz (conciencia motriz). En el autismo precoz, esta complejización del aparato psíquico fracasa, al no constituirse procesos previos, relacionados con factores temporales, espaciales y afectivos.
En este sentido Nasio (1992) afirma que en el niño autista, es necesario crear una hendidura, allí donde no existe, "como una especie de salto, de emisión libidinal por parte del analista". Es decir, generar en el chico zonas de relieve, de movimientos ondulatorios y de pliegues, de tal manera que permitan la constitución de la actividad pulsional. Por ejemplo, con el paciente, nos dice Nasio, "lo que hace falta no es el hablar: lo que hay que hacer es crear la boca".
Nosotros añadiríamos la necesidad de trabajar un momento clínico lógicamente previo, que implica la desactivación de los actos defensivos que interfieren en la constitución de factores temporales, espaciales, numéricos y afectivos, cuyo desarrollo permitiría la formación del yo real primitivo; para, en un momento posterior (no esencialmente cronológico) abocarnos a las tareas clínicas propuestas por Nasio.
Desde luego que esta descripción de la complejización anímica, requiere de un mayor esclarecimiento. Así, Freud (1950a) considera que los órganos sensoriales trabajan como pantallas de protección ante cantidad, y también como filtros, pues sólo acceden estímulos con períodos definidos. A su vez la conciencia posibilita "algo otro" (anders sind)" a la diversidad de su entorno, que habitualmente llamamos cualidades de sensación, "y cuya alteridad {anders} es distinguida según nexos con el mundo exterior".
Y ¿cuál es el contenido de la conciencia?
En este "algo otro" generado por la conciencia, existen series, semejanzas, etc. (Freud, 1950a). Es necesario agregar que, las noticias que nos brinda la conciencia se caracterizan por ser : a) incompletas b) no confiables.
Por otra parte, y en relación a la sensorialidad motriz, podemos decir que los registros de las imágenes, movimiento, pueden ser ocupados por una mayor o menor investidura atención. Sin embargo, las cualidades que se generan son reducidas en su diversidad (en relación a los registros del mundo exterior) y poco llamativas. Al respecto el texto de Freud (1950a) nos dice que: "no provienen de órganos sensoriales de elevada organización, su cualidad es sin duda monótona".(Freud, 1950a)
Ahora, ¿qué ocurre con los registros de la sensación visual?
Se trata de una expresión de la eficacia de la vibración luminosa, que se puede descondensar en una variedad de elementos. Los cuales requieren para constituirse como tales que, en la región de mucosa en tanto posibilitadora de conciencia, se genere una cierta "zona de indiferencia" (trabajada en la segunda parte) entre el placer y el displacer (Freud, 1950a), que haga posible el registro sensorial, el cual es investido por atención automática (conciencia automática), que luego deviene gracias al añadido de atención (psíquica) en conciencia sensorial.
La función de la atención implica investigar periódicamente los estímulos externos, para anticiparse a la emergencia de exigencias impostergables (Freud, 1911b). Desde luego, que se requiere también de un sistema de registro que permita que los productos del trabajo periódico de la conciencia se instalen como memoria.
Y ¿cómo se articula la investidura-atención con el flujo excitatorio?
A su vez, el devenir de la conciencia automática en conciencia sensorial, al cobrar eficacia un fragmento de investidura móvil (atención), permite la conformación de redes muy complejas, que facilitan la tramitación de imágenes y retrasan probablemente su flujo, sus movimientos (su velocidad de conducción automática). En tanto registramos el cambio (movimiento) como una secuencia de estados que se van trasformando lenta o aceleradamente.
Cabe añadir que sólo lo móvil de la investidura atención (psíquica) funciona como cláusula de retardo, en tanto tomamos a la atención refleja como sistema de referencia, en su encuentro con la capacidad cualitativa del registro sensorial. (desde luego, tenemos que hablar también, de su coincidencia con una investidura cuantitativa escasa). Probablemente, lo especificado anteriormente sea un fragmento de la "nueva revisión (mediante el mecanismo de atención)" a que es sometido el flujo excitatorio de la percepción, previo a su traducción en una sensación consciente. (Freud, 1900a)
Ahora bien, cuando registramos sensorialmente un suceso (por ejemplo, el acto de la percepción visual) en el instante actual, podemos hablar de la simultaneidad de cierto número de elementos de objeto, de sus diferentes posiciones en tiempo y espacio.
Así, la sucesión de los instantes de acuerdo a un cierto ritmo perceptivo en su encuentro con la investidura atención, nos permite construir imágenes animadas, con un determinado sentido (la sensorialidad deja de ser indiferente), quizás profundidad, intensidad y nitidez (esta última probablemente implique la resolución de cada uno de los puntos que conforman el conjunto de las impresiones, como efecto de la investidura, interés ). Si este ritmo (de la investidura atención principalmente) se acelerara o ralentara, variarían la animación y el sentido de las imágenes percibidas.
Desde luego, para la constitución de las huellas o restos de memoria de lo registrado sensorialmente, es imprescindible la articulación entre percepción y conciencia. Este enlace es un efecto de la investidura sensorial. Requiere de ciertos actos previos del pensar proyectivo, por los cuales se le atribuyen las sensaciones conscientes a un soporte que proviene del "mundo externo" (la madre), para luego ser adquiridas por el propio yo, vía introyección. Estos procesos derivan en una sobreinvestidura de la sensorialidad, que posibilita un enlace entre percepción y conciencia. (Freud, 1950a; Maldavsky, 1990).
¿Cómo podemos precisar la barrera autista?
Liberman (1955, 1958) afirma que en el muro autista se ubica una relación de objeto inmóvil. Lo cual implicaría que los nuevos elementos de objeto sensorial, la investidura atención que los inauguraría, o bien las reglas biológicas que la guían, sean afectados por los actos del juicio desestimante o forclusivo. Entonces probablemente sólo se constituya una conciencia automática, que brindaría imágenes desanimadas, inmóviles (en tanto la tramitación del flujo de las imágenes no sería retardada), carentes de sentido (¿ y sin profundidad ?).
Por su parte, Tustin (1990) considera que el autismo implica un mundo bidimensional. Al respecto, la constitución de una figura (en su ancho y alto) requiere la descomposición o descondensación de la impresión sensorial en diversos efectos de puntos en el espacio, para lo cual es necesaria la vigencia de una cláusula de retardo del factor temporal que no cobraría eficacia, por lo cual consideramos que el objeto del niño autista es predominantemente bidimensional. Esta descripción podría especificar lo que habitualmente llamamos "barrera autista". Cabe agregar que se puede vincular el mutismo del autista, con su mundo de puntos condensados, puesto que nos dice Lacan (1975): "el ser que habla está siempre en alguna parte, mal situado, entre dos y tres dimensiones."
Es imprescindible considerar que estos niños acceden a ciertos objetos que se caracterizan en su superficie por la resistencia que oponen a su presión. Por ejemplo: maderas o juguetes de plástico registrados sólo en un punto condensado (mundo unidimensional), denominados por Tustin (1980/81) figuras autistas de sensación (probablemente los objetos subjetivos de Winnicott, 1958). La construcción de estos objetos duros implica la proyección de un proceso de retracción, que configura un otro que existe, pero sin vida (inanimado), en un momento o fase de la retracción que se trasforma en tóxica. Este tipo de superficie genera sensaciones de tensión (habitualmente denominadas duras), que posibilitan el reencuentro (del niño), vía nivelación tanática, con su propia consistencia (estado de tensión) previamente proyectado, al cual se adhieren o se pegan de manera notoria. En otro momento, las superficies brindadas por la sensorialidad intrasomática y la sensorialidad externa son penetradas, por ejemplo, por su escucha o su mirada (como si las cosas fueran trasparentes), escenificación de las dificultades de cualificación de los estímulos que adquieren un carácter abrumador, intentando despojarse de las cantidades de excitación mediante rabietas y gritos.
Por otra parte, cierta atención que estos pacientes pueden tener de objetos distantes, y no de sucesos cercanos, quizá se relacione con la lentificación de la frecuencia del estimulo; como efecto de la distancia del objeto. A mayor distancia del suceso, menor frecuencia de estímulo, por el contrario a menor distancia, la frecuencia es mayor.
La estasis no es transitoria en el autismo
Ahora bien, M. Malher (1958) afirma que en estos pacientes no se conformaría la conciencia de lo interno, externo, ni del propio self. L. Bender, por su parte, conjetura una probable insuficiencia homeostática.
¿Cómo podríamos precisar esta no suficiencia?
Se trata de una dispersión o no constitución del sistema homeorrhético, como efecto de ciertos destinos de pulsión, operaciones defensivas (desestimaciónes o forclusiones), que remiten a localizaciones narcisistas previas de la libido. Y a una estasis libidinal de carácter genérico y no transitorio, con vías singulares de constitución (Maldavsky, 1992), que afecta la instauración y repetición de un erotismo específico: el intrasomático o intraorgánico. Me refiero específicamente a la forclusión de sentido, propuesta por Lacan (1975/76), en la clase del 16 de marzo, que es más radical que la llamada forclusión del Nombre-del-padre y que la forclusión capitalista (castración).
Sabemos que la forclusión del Nombre-del-Padre es propia de las psicosis. Por el contrario, la forclusión de sentido, cobra relieve en las psicosis no desencadenadas, y en el denominado autismo precoz.
Lo nuevo (la indicación de cualidad) que genera una ruptura de la inercia, en tanto implica un apartarse de cantidad, activa, como vimos anteriormente, actos del pensar defensivo (sus fundamentos orgánicos) que recaen sobre: la nueva formación afectiva, la investidura-atención que la inauguraría, o bien las reglas lógicas que la guían. Con lo cual el sistema homeorrhético no se constituye o lo hace parcialmente.
Probablemente cobre eficacia una desestimación previa a la cualidad afectiva, que recaería fundamentalmente sobre la constitución de lo numérico (afectando el proceso de descarga), que descondensa el letargo. El número (discriminado como tal) sería lo primeramente nuevo en el contexto del letargo, en tanto se instaura una cláusula de retardo temporal.
Al respecto, puedo agregar que Lacan cuando se ocupa de las defensas, recurre a dos modelos: a) El propuesto por Clausewitz para la operación de la defensa en la guerra, su función es rechazar y esperar (un factor temporal), la meta es negativa y sólo procura conservar las posiciones. b) el elaborado por la teoría inmunológica, donde la defensa es una respuesta del sujeto a un antígeno interno o externo al organismo. Aquí, el letargo, el adormecimiento, la aceleración, las expresiones numéricas, el balanceo, entre otras, son una respuesta, una forclusión de sentido.
Rapaport (1951) parece sugerir otra forma de conciencia en el autismo, en tanto la conciencia no es un fenómeno que implique el "todo o nada", sino más bien que involucra una serie de formas que son afectadas por la distribución de las investiduras.
Al respecto David Maldavsky considera la vigencia de una conciencia automática de lo percibido en estas problemáticas. Por ejemplo, al lastimarse un niño autista suele no darse cuenta de lo ocurrido; con mayor precisión podemos decir que probablemente invista la zona afectada con atención refleja o automática pero no con atención psíquica.
¿Qué sucede con el otro?
Podemos conjeturar que en el otro se generarían ausencias al estilo epiléptico, donde el niño sería borrado de su conciencia. En este otro supuesto se produciría un proceso de desinvestidura de libido narcisista y autoconservación, que generaría la expulsión en el niño de estímulos externos e internos (pulsionales). El infante se ubica como víctima de un choque de estímulos provenientes de otro. Entonces, quizá el niño autista genere, vía proyección, un epiléptico, que sufre apagones o ausencias. L. Bender describe formas autistas con estados convulsivos progresivos. También, J. Moiseszowicz (1988) afirma que se consideran como muy frecuentes perturbaciones neurológicas y epilépticas.
Freud (Nunberg y Federn, 1967), preocupado por las problemáticas de borde entre lo psíquico y lo orgánico, se interroga ¿hay una teoría que nos permita concebir la trasformación de un estímulo tóxico en uno psíquico y de manera análoga, la desintoxicación del estimulante tóxico por la actividad psíquica? Considera que en las neurosis actuales, "los síntomas pueden haber tenido su origen en una insuficiencia por decirlo así 'primaria' de la psiquis. ¿Es esta, entonces, la causa original, o lo es el efecto tóxico directo de las sustancias? ¿O hay tal vez una tercera posibilidad, en el sentido de que cierto número de síntomas se desencadenan por acciones reflejas normales de las vías nerviosas? Se producen ciertamente interacciones muy intensas entre lo somático y lo psíquico"
Aquí podemos discernir tres posibilidades: 1) una insuficiencia "primaria" de la vida anímica, más precisamente del yo; 2) la eficacia tóxica de la libido; 3) acciones de las vías nerviosas.
Clínica del autismo
Aquí citaré una comunicación clínica de Tustin (1990): se trata de una mujer apegada a contar palabras, ventanillas de automóviles o números telefónicos:
"El ejemplo más reciente se presentó cuando ella despertó de una pesadilla y vio que la hora era 1:14 (por la tarde)
es en realidad 13:14,
13 suma 4
14 suma 5
4 y 5 suman 9
13 y 14 suman 27,
27 suma 9,
por lo tanto los dos lados suman 9
Al respecto dice Tustin: "Los autistas de más edad suelen obsesionarse por los números, como lo atestigua el hombre autista del filme Rain Man. Se trata de una especie de auto, hipnosis como la empleada en ciertas técnicas de relajación." Recordemos que en estas técnicas se suele articular la proferencia de números, verbos y sustantivos, su ritmo de emisión, con el ritmo respiratorio, cardíaco, de parpadeo, y otros en el proceso de inducción. En un intento de lograr una cierta equivalencia, en las frecuencias de los diferentes registros.
¿Estos números que suelen escenificar? Una organización primitiva de lo percibido como pura frecuencia pulsional. (Lacan, 1964; Maldavsky, 1992, Moreira, 2016)
Por otra parte, cabe diferenciar la proferencia numérica habitual en "Rain Man" de las frases articuladas por la mujer mencionada por Tustin. Por ejemplo, la caída de una caja de palillos, determina en "Rain Man" su conteo visual y posterior trasposición a la proferencia numérica: "82...82...82". Solo el interrogante de su hermano le permite acceder al término "palillos" y luego a la suma: "246” (que escenifica la frecuencia pulsional en sus variaciones y con un ordenador introducido desde el exterior).
En cambio, en la comunicación clínica de Tustin, el decir numérico implica un procesamiento particular de los números de la hora al ser investidos restitutivamente. Esta tramitación determina que uno de ellos, el "9", cobre una mayor frecuencia en su aparición, dicho de otra forma, el procesamiento de los diferentes números (frecuencias pulsionales) determina la convergencia sobre una frecuencia específica, (el 9). De manera similar a las propuestas de las inducciones hipnóticas. Por otra parte, este número es análogo a lo que en matemáticas se denomina agujero negro o punto fijo, que se aplica al área de los sistemas dinámicos, y que funciona como un atractor de otros números. Ahora bien, se requieren dos condiciones para que un elemento sea un agujero negro: a) que una diversidad de elementos sean atraídos por él, y b) que el proceso no genere variaciones en él, en nuestro caso, el número "9" parece responder a estas condiciones.
¿Qué ocurre con la pulsión escópica o de ver?
La pulsión escópica implica en un primer momento lógico, una especie de mirada interior, de lectura numérica de la propia frecuencia pulsional, luego es vuelta o forzada por el desprendimiento de angustia en la pesadilla, como mirada exterior (la paciente se despierta). La investidura atención, es capturada por la hora del reloj, en cuyos números reencuentra su propio pulsar libidinal. La investidura-atención no puede salir demasiado de este lugar de condensación numérica, de este agujero negro "nueve" al cual se ha fugado, de manera similar a lo que se supone que sucede con los agujeros negros cósmicos. Es decir que el verbo salir (con la visión), como meta pulsional está posibilitado y limitado por esta condensación.
En cambio, en Rain Man, el salir con la visión no puede desplegarse, se trata de un contar difuso, donde el operador lógico [la suma] es sostenido por la pregunta del hermano, cobrando privilegio, la monotonía de la nivelación numérica de la pulsión de muerte. Donde la vida psíquica o sus posibilidades, tienden a comprimirse y a desaparecer.
Si tomamos en cuenta los tres elementos descriptivos de la angustia (descarga, percepción de la descarga, y tono afectivo), tenemos que: en ambos casos el matiz afectivo se encuentra suprimido, aunque la cifra del trauma es proferida, lo cual diferencia estas actividades numéricas de otras no decibles, mudas, como por ejemplo, el juego de un niño autista, que levantaba y dejaba caer una pelusa, con el mismo ritmo, o bien sus movimientos de balanceo. En el caso citado por Tustin, el conteo que denota la percepción de la frecuencia de la descarga está regulado por el "9" como punto de condensación. Mientras que en Rain Man, el conteo, que manifiesta el registro de la frecuencia de la descarga, se dispersa, expresando su trasformación en un drenaje libidinal cada vez mayor, (que puede derivar en la supresión del número) puesto que carece de un ordenador, o bien dispone de uno de menor complejización.
¿Cómo se articula la pesadilla con el conteo?
La pesadilla procura una articulación entre una vivencia traumática y un afecto de angustia que faltó en su momento, o su desprendimiento no fue suficiente para anticipar el trauma vivencial. Sin embargo, la vivencia traumática no puede ser tramitada, vía producción onírica, por lo cual la paciente es sustraída del dormir por la angustia. El conteo, sostenido por un atractor, pone coto al desprendimiento libidinal, e implica un intento de restablecer un estado de letargo donde perdería eficacia el conteo mismo (el número). El agujero negro, 9, condensa en su cifra al trauma que no puede ser recordado, ni evocado como afecto angustioso.
Cabe agregar entonces, que el destino del tono afectivo configurado como angustia, es su borramiento o supresión, principalmente cuando los procesos acceden a una intensidad tal que desbordan al sistema, lo que determina que la pulsión adquiera un carácter tóxico. Un grado mayor de descomplejización implicaría no sólo el borramiento del matiz afectivo, sino también la supresión del proceso de descarga, y desde luego su percepción no sería posible. Es necesario aclarar que esta abolición de la descarga sería un efecto de la activación de la desestimación en su fundamento orgánico.
Si bien Tustin hace referencia al agujero negro en el autismo, se refiere a una experiencia traumática que se articula con el sentimiento (depresivo) de perdida de una parte de su cuerpo, que suele ser encubierta por la encapsulación autista. A esta depresión de la cual habla Tustin (1990), la podemos caracterizar como un estado de aturdimiento, de dolor narcótico (Maldavsky, 1992), cuya magnitud borra todo matiz afectivo, y en algunos momentos probablemente la descarga misma.
Este dolor narcótico, como estado de hipnosis por terror, trae consigo "algo directamente ominoso". Recordemos que Freud (1921c) nos dice que lo habitual es la hipnosis por la mirada, que no es ajena a los casos citados, aunque desde luego, se puede recurrir a otras modalidades, como "la audición de un ruido monótono" al estilo de estas proferencias numéricas.
Ahora bien, la alteración económica derivada de cierta energía irrumpiente en el aparato psíquico, que llamamos trauma, tiene dos tipos de efectos a saber, positivos y negativos (Freud, 1940a). La meta de los positivos es recuperar la vigencia del trauma, desplegado en la pesadilla, vía activación pulsional.
En ella discriminamos: a) la fijación al trauma y b) compulsión de repetición. La fijación al trauma se caracteriza por obstaculizar el despliegue de la función del sueño en la paciente, que intenta trasmudar la vivencia traumática, en un cumplimiento de deseo. Al quedar obturado el sueño, la angustia sustrae a la sujeto del dormir. Por el contrario, los efectos negativos, son reacciones de defensa que tienen como meta evitar recuerdos y repeticiones de los traumas como por ejemplo el conteo comandado por el atractor nueve.
Estas reacciones se oponen a las anteriores, pero en realidad implican también fijaciones al trauma, dado que el nueve lo cifra, pero su tendencia es contraria. Para finalizar, cabe acotar, que Lacan (1974-75) propone la matematización de un fragmento mínimo del psicoanálisis. En este sentido, probablemente la indagación de la frecuencia pulsional, su trasmudación en número y luego en cualidad afectiva, sea una de las vías freudianas que permita instalar la configuración de un mínimo analíticamente formalizado.
El pequeño Dick y un gozo singular
“Momento divino que me deja los ojos encantados y arde como una rosa incandescente que se consume al punto de abrirse y deslumbrar”. J. L. Ortiz (1970)
En ciertas páginas de “La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo”, de 1930 incluidas en “Contributions to Psycho-Analysis”, Melanie Klein (1982) escribe y con excelente perspectiva sobre Dick, un niño de cuatro años, hijo de un colega de la BPS, a quién toma en análisis en enero de 1929. La pobreza de vocabulario y pensamiento le sirve a la autora para ubicarlo en el contexto de un niño de 15 o 18 meses. No puede dejar de sorprendernos que escriba y publique el historial cuando el pequeño aún se encontraba en tratamiento (unos seis meses). Aunque nuestro propósito no es repetir su historia, recordemos que alrededor de ese tiempo (6-18 meses) el maestro fránces ubica el estadio del espejo, que concluye en la asunción de una imagen especular como fundadora de la instancia del yo.
De la denominada fase del espejo, se lee en Lacan (1966) la discordancia entre la fragmentación del cuerpo y la imagen especular que lo captura anticipadamente como unidad, vía actos del pensar judicativo. Así, cuando un pequeño asume de manera evidente y anticipada la imagen en el espejo, sustrae una forma vacía, que le permite no sólo nombrarse, sino también reconocer y en forma invertida su propio deseo. Me refiero al transitivismo, donde adquiere valor toda la dialéctica hegeliana del niño en presencia de un semejante. En el transitivismo se trata de una conjunción del yo y el otro, que implica una identificación imaginaria. Así, el pequeño que golpea a otro afirma que ha sido golpeado (trastorno en lo contrario).
Lacan (1966, p. 110) retoma el caso en el contexto del “Análisis del discurso y análisis del yo” (17-02-54), del Seminario I. Allí, nos dice que es necesario observar la "brutalidad" con que Melanie Klein le impone al pequeño Dick un simbolismo suficientemente rudimentario. Así, desde un comienzo y cuando se presenta la ocasión genera y verbaliza interpretaciones muy significativas: "tú eres el pequeño tren, quieres cogerte a tu madre".
Ahora bien, esta intervención puede ser discutida y cuestionada pero es sorprendente y notorio saber que queda un residuo y algo acontece. El tren especifica siquiera de manera esporádica, el lugar del otro, del pequeño cuya articulación con otros significantes da lugar a la constitución del sujeto.
Su “ego” no está constituido, lo que determina la falta de contacto que lo caracteriza. Klein (1982) lo discierne del territorio neurótico en virtud de su marcada indiferencia, ausencia y apatía. El mundo humano, nos dice el maestro francés, está configurado por un interés hacia los objetos, pero en tanto diferenciados, en este sentido, y con relación a los objetos, el mundo humano es un mundo infinito. Sin embargo, Dick se encuentra inmerso en el decurso poco grato de un mundo no humano que se entreteje caóticamente. Si bien, tiene el lenguaje no se ubica en el nivel de la palabra, es decir, lenguaje y palabra no son lo mismo. Para Freud (1950a) la palabra, un complejo representativo cerrado, se constituye como la unidad funcional del lenguaje. Incluso Dick es incapaz de efectuar un llamado, se encuentra inmerso en lo real. El lenguaje no se ha anudado a lo imaginario. Pero hay algo y es precisamente la inyección de las coordenadas del Edipo por parte de Klein lo que luego va a permitir el advenimiento de un llamado enlazado al destino de la querencia o pulsión invocante.
Así, la interpretación kleniana posibilita la introducción a la significación fálica como aquello que se articula en el otro.
Empero, es inevitable recordar que para Lacan que todo lo corrobora, Klein es una mujer con experiencia que expresa mal las cosas porque la teoría del ego esta inconclusa e imperfecta lo que aminora y atenúa considerablemente una eficacia que no se deja precisar.
De manera que, si para Freud el inconsciente está estructurado como un lenguaje, para Melanie Klein el inconsciente está estructurado como un fantasma, lo que está implicado en lo más íntimo de la teoría. De ahí que no deba ni sorprendernos ni extrañarnos que esta autora imaginarize lo simbólico de manera que sostiene la relación sexual como posible. Así, la mujer existe como efecto de la identificación con el otro, por la idealización de la gratitud. (E. Laurent, 2010)
R. Harari (1987) considera que los kleinianos parten en su teoría de una supuesta unidad, que después se escinde y disocia para luego reintegrarse. A este itinerario lo entiende como una metáfora laica del pecado o caída y la posterior redención del cristianismo protestante. Así, la salvación y redención se realiza por la reparación que incide sobre la culpa que se resiste a ser explorada, engendrada por el pecado original de carácter sádico.
Ahora bien, retomando el comentario de Lacan de 1954, tenemos que los objetos se multiplican en función de un proceso de expulsión vinculado, si se me permite la expresión, al instinto de destrucción de inagotables repeticiones. A la par que se establecen estas eyeccciones, emerge cada vez una nueva modalidad de identificaciones, lo que no es soportado surgiendo, entonces, una ansiedad exaltada.
La ansiedad, como desprendimiento de afecto, es definida como surgente por Klein. Las diversas relaciones de objeto implican un modo de identificación y la ansiedad opera como una señal. En verdad, estas identificaciones anteceden a la identificación yoica, pero aunque estuviera realizada, toda re-identificación la haría emerger ya que la ansiedad es vértigo y pérdida del sujeto.
En el pequeño Dick no se establece, ni siquiera, el primer tipo de identificación, que implicaría un esbozo de simbolismo. Para el niño no hay un otro ni un yo, sólo vive en la realidad. El intervalo que se establece entre las dos puertas, interior y exterior, es el cuerpo de la madre, que lo inquieta sensiblemente.
Klein, está allí como si fuese un mueble, como si no existiese, sin embargo se atreve a hablarle y da palabra por palabra nombre a aquello que participa del símbolo, y que hasta ese momento para Dick no era otra cosa que una realidad cruda y simple.
Pero entonces, ¿cuál es el trabajo de M. Klein? Introducir la verbalización: “Ha simbolizado una relación efectiva: la de un ser, nombrado, con otro ser. Lo que ha enchapado es la simbolización del mito de edipo. “A partir de entonces, y después de una primera ceremonia, que consistirá en refugiarse en el espacio negro para volver a tomar contacto con el continente", sin proponerselo y sin preverlo, la novedad, es decir, lo nuevo, fuente de la mayor resistencia emerge para el niño. (Lacan, 1953/54, p. 136)
Incurro en la tentación de responder que la realidad de Dick está fijada, establecida, pero es una realidad que no está totalmente deshumanizada, ya que se le puede dar un sentido, está simbolizada, pero se trata de una simbolización inmovilizada "y de una sola y única identificación primaria que tiene nombre: lo vacío, lo negro. Precisamente, lo que es humano en la estructura propia del sujeto es esa hiancia y es ella la que en él responde. El sujeto no tiene contacto sino con esa hiancia.”
Ahora bien, en esta hiancia se juegan un número limitado de objetos que no pueden ser nombrados. Ciertamente, cuenta ya de cierta aprehensión de los vocablos. Pero, ¿qué acontece con la bejahung o afirmación primordial? Podemos decir que no se ha realizado la Bejahung, por lo que no asume los vocablos. Al mismo tiempo, y por más paradójico que ello parezca, existe en él una posibilidad de empatía mucho mayor que la normal o esperable, pues se encuentra perfectamente bien en su relación con la realidad, de modo no ansiógeno. Cuando ve sobre la blusa de Melanie Klein virutitas de lápiz, resultado de un destrozo, dice: "Poor (pobre) Melanie Klein".
Previo al análisis, el pequeño había sido diagnosticado por su coincidencia con las exteriorizaciones patológicas de los adultos, como un demente precoz. Pero, ¿era realmente una demencia precoz? Al respecto, Klein (1982) escribe: el niño se caracterizaba por una ausencia de afectividad, sentimientos y angustia, alejamiento significativo de la realidad y carencia de accesibilidad, así como de lazo emocional, conducta negativista que alterna con una llamativa obediencia automática, apatía e indiferencia ante el dolor, perseveración, -síntomas todos característicos de la demencia precoz-. Hasta aquí el diagnóstico es sólo descriptivo-sintomático. Luego, Klein agrega, que esta evaluación se verificaba también por la ausencia de toda enfermedad orgánica, porque así lo puso en evidencia el examen previo y en segundo lugar porque pudo ser abordado con instrumentos propios de la psicología. También, descartó entre la multiplicidad de sentidos posibles, una psiconeurosis.
Klein (1982) no sin asombro notó dos cuestiones que hacen obstáculo al mencionado diagnóstico: a) En Dick se trataba de una inhibición del desarrollo, más que de una regresión y b) la demencia precoz tiene poca incidencia en la infancia, por lo que algunos autores no aceptan su presencia en la niñez. Por otra parte, Anna Segal (1982) en su libro sobre “Melanie Klein” y en este contexto de imprecisiones considera que el diagnóstico probable de Dick sería el de autismo precoz, configuración clínica aislada por Kanner en 1943. Nosotros vamos a considerar un estar siendo del pequeño Dick en el autismo en el contexto de una familia patrilineal. Dicho estado es posibilitado por la relevancia de un destino de pulsión especifico como la forclusión de sentido, defensa más radical que la forclusión del Nombre-del-Padre también presente.
En Lacan es posible leer una tesis según la cuál en el pequeño autista se generan alucinaciones, que se constituyen como una respuesta que se encuentra en el fundamento de la denominada falta de atención del pequeño. Recordemos que una alucinación implica el retorno de un significante forcluido en lo real. De esta manera, las exteriorizaciones autistas se configuran como una envoltura formal (catáfilas) de una voz alucinada que el niño oye en su inmediatez.
Fuente: Moreira, Diego (2018), "Gozo autista y lenguaje"
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