Si bien la neurosis histérica tiene una amplia fenomenología, que en la vieja psiquiatría hasta se la tachó de simulación, Freud pudo darle un sentido a esa variedad de síntomas que se presentaban.
El goce es la satisfacción en la pulsión de muerte y su característica es la desmesura y que apunta al todo, a un goce Uno, en tanto a hacer uno con la madre. Su prototipo en el fantasma del neurótico es la unión con el partenaire, con los padres, con los hijos, los amigos. La clave para entender a la histeria es su pretensión de hacer uno con el Otro.
Una paciente concurre a análisis en medio de un divorcio teñido por la crueldad de su pareja. Ella dice que lo acompañó mucho, que lo ayudó con muchas cosas. Cuando la analista le pregunta con qué, la paciente relata una escena donde él estaba enfrentado a su madre, una mujer de mucha crueldad. La mujer, en un momento, agarra al marido de la mano y se lo lleva, diciendo "Basta con esto". Estas escenas de enfrentamiento entre ella y su suegra se repiten. A lo largo de los años, esta mujer toma el lugar de guardiana, salvadora, protectora, armando una vida alrededor de eso. Cuando el matrimonio termina, él la trata a ella con características que ella reconoce como siendo de la madre, tan criticada por ese esposo.
¿Qué es lo que esta paciente no ve en esta escena? El analista recopila estas escenas, sabiendo que hay cosas que el paciente no ve por estructura. Recordemos que la percepción es inconsciente, es algo que Freud señaló tempranamente. Lo que ella no ve es que su pasión para salvar al marido es una identificación. Ella reconoce esa crueldad materna como algo que ha experimentado en su propia vida y que hubiera querido que alguien la salvara, así como ella lo salva a él -imaginariamente- cuando lo agarra de la mano y le dice "vamos".
El punto en que la paciente no ve es la trampa y producto del encandilamiento de una vivencia que la tomó fuertemente. Ella no ve su propio rol, su propio protagonismo respecto de su propia madre. Ese lugar de desconocimiento, ese saber no sabido del cual nos hablan Freud y Lacan, es lo que está en juego en la neurosis histérica.
Al analista le toca indagar y recorrer cada una de esas escenas para ver cómo el paciente en posición histérica exige desde un lugar que no es el propio, sino que lo hace identificado a un ideal. Se trata de un posicionamiento fálico. De esta manera, Lacan dice que la histérica puede amar a condición de identificarse a un ideal. En el caso que vimos, ella ama desde el lugar de "La salvadora".
Cada vez que el histérico demanda -y se siente insatisfecho-, lo hace desde otro lugar, por ejemplo, desde la mujer perfecta que hace todo por el marido. El partenaire no entiende los reproches, porque lo que la paciente no puede dejar atrás es su propio reclamo hacia su propia madre. En esto, la histeria hace uno con el Otro. Lo que la paciente hace protegiéndolo a él es perderse a ella misma.
La histeria ignora la imposibilidad de ponerse en el lugar del otro, aunque puede acompañar, sostener y ayudar. La neurosis histérica reclama "Ponete en mi lugar, con todo lo que yo he hecho, con lo que he vivido", cosa que es imposible. Cuando uno pelea las batallas del otro, se pierde a uno mismo. Como estos pacientes le ahorran enfrentar al otro, logran una repetición de la escena donde siempre queda ella agobiada, excedida y el otro la mira, esperando que ella pueda con todo.
La identificación con el ideal, los deja muchas veces en situaciones de urgencia, incluso fenómenos conversivos. En la histeria, la representación se reprime y el afecto se desplaza a una zona erógena, que puede ser todo el cuerpo. La histeria corporiza una figura de mujer ideal, que puede todo, lo que puede agotarla hasta el punto de enfermarla. En ese cuerpo se escenifica el exceso de la pulsión.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario