La adolescencia se caracteriza fundamentalmente por: el encuentro con un cuerpo desarrollado sexualmente, el empuje de las pulsiones, la asunción de una identidad sexual -más o menos estable- y el rehacer (componer de nuevo) las identificaciones del “yo”.
¿Qué sucede en estos tiempos?
Las identificaciones yoicas se desanudan de las que le fueron propuestas originalmente por los adultos significativos de la primera infancia y se abren también a las nuevas generaciones. El tiempo del adolescente pone a prueba al yo, a su capacidad de ligar, procesar y simbolizar el desprendimiento de lo endogámico (familiar) y el acercamiento a lo otro en tanto sexuado.
“Un gran peligro”
En el tiempo de la adolescencia, el gran peligro consiste en que el sujeto adolescente se vea impedido de auxiliarse a sí mismo, frente al empuje incesante de sus pulsiones, característico de esta etapa.
El adolescente puede sentir intensidades que lo desbordan. La desesperación puede ocasionar una “huida” ante el dolor psíquico que no se tolera.
Es muy frecuente que el adolescente emita un “grito sin palabras”, esto se traduce en diversos actings out o pasajes al acto.
Frente al dolor psíquico, producido por la imposibilidad de ligar el campo pulsional y simbolizarlo, se produce una ruptura del yo-cuerpo del adolescente, esto se suma al suelo inestable que nuestra época le propone. Tal como señala Zygmunt Bauman:
“La modernidad líquida es una civilización del exceso, la superfluidad, el residuo y la destrucción de residuos” - “Vidas desperdiciadas”
Presentaciones sufrientes -más frecuentes- en la clínica adolescente:
. Compulsiones
. Autolesiones (cutting)
. Conductas de riesgo (acting out y pasaje al acto)
. Desequilibrios alimentarios (anorexia, bulimia)
La etimología de la palabra “adolescente” es “crecimiento” y este es sinónimo de conflicto permanente.
La adolescencia es un tiempo conclusivo a lo anteriormente nombrado (cuerpo sexuado, empuje pulsional, asunción de identidad sexual y el rehacer las identificaciones yoicas) que culmina con el pasaje de lo familiar a un identitario propio, o lo que es lo mismo decir, no ser uno como los otros, sino “ser uno entre otros”.
¡Clave clínica!
Es muy importante, en nuestra labor como analistas, ser acompañantes de la experiencia que transita el adolescente, desde una posición de adulto. Con la aptitud -que tendremos que poner a prueba cada vez- de que esa adultez no nos borre la capacidad de tolerar la incertidumbre a la que nos confronta el crecimiento adolescente y su consecuente conflictiva psíquica y social.
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