Un psicólogo de vacaciones puede pensar haber abandonado su disciplina tan solo por haberse puesto una malla y sus ojotas, mientras se dispone a las clásicas actividades de los bañistas en la playa: caminar, tomar el sol o simplemente nadar en el mar. Ahora bien, este año el mar estuvo bastante convulsionado y no faltaron los accidentados ni las intervenciones de los guardavidas. Según Perfil:
Otro de los casos graves fue el de un hombre de 50 años que barrenaba una ola en una tabla corta a la altura del parador Cocodrilo, en Av. del Mar y Fragata 25 de Mayo, y se clavó de cabeza en un banco de arena. Cuando salió del agua, comenzó instantáneamente a sentirse mal. El hombre debió ser asistido por un golpe que le provocó una pérdida de sensibilidad motora.
Por supuesto, tampoco faltaron los ahogados. Lo que no me esperaba, en toda la teorización que se hace entre los turistas expectantes del rescate, es que hay un factor psicológico en todo el tema de los ahogados.
Bien se dice "El mar es traicionero" lo cual siempre me pareció un intento de tercerizar una traición que nos viene desde dentro, porque lo cierto es que el mar tiene sus secretos. Por ejemplo, hay que saber ver las corrientes de retorno, esas corrientes que retroceden desde la costa hacia el mar. Toda esa agua que llega a través de las olas, regresa hacia el mar por un canal:
Ahora bien, el peligro real de las corrientes de retorno (o de resaca) no es el ser arrastrado por ellas mar adentro, sino la forma en que la persona reacciona: muchos bañistas entran en pánico y tratan de nadar contra la corriente, cansándose enseguida y hundiéndose. La clave para escapar no es nadar contra ella sino en paralelo a la orilla, escapando de esta forma, ya que la anchura de la "zona de resaca" no suele ser de mucho más de unos 10 metros.
Confieso que me atrapó la resaca, pero de la otra
En este letrero, incluso se recomienda dejarse uno llevar, ya que eventualmente, el mar lo vuelve a escupir a uno a la costa. Lo que venos, esencialmente, es que el enemigo no es tanto el mar, sino más bien el pánico. Pánico que, por definición, genera una respuesta exagerada al peligro del que se trata.
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