A partir de la infancia, en la mayor parte de las personas que presentan el síndrome de Prader-Willi aparece una tendencia a la ingesta compulsiva y descontrolada de alimentos o hiperfagia, que puede ser grave y durar toda la vida.
Tienden a consumir enormes cantidades de comida, sin tener en cuenta su sabor o calidad. Este apetito insaciable puede llevar a robar y esconder los alimentos, y suelen reaccionar con agresividad o tener rabietas cuando sus intentos de conseguir comida son frustrados.
Alteración del hipotálamo, la parte del cerebro encargada de las sensaciones de hambre y saciedad.
Las personas con este síndrome no toleran bien los cambios en la rutina diaria, por lo que necesitan un entorno muy estructurado y estable.
Son personas que destacan en actividades que requieren destreza manual y visual, como los puzzles, y tienen una buena capacidad de expresión oral, lectura y memoria. Sin embargo, presentan déficit en las tareas que requieren capacidad de atención y de pensamiento abstracto como las matemáticas.
Trastornos mentales y conductuales asociados al Síndrome de Prader-Willi y que suelen aparecer a partir del tercer año de vida son:
Conducta obsesivo-compulsiva no relacionada con la comida, como coleccionar y reunir objetos de manera descontrolada, episodios beligerantes y agresivos en el 50% de los casos, conducta autoagresiva en forma de pellizcos en los brazos o rascarse compulsivamente la piel, y trastornos del sueño (apnea, somnolencia diurna) relacionados con la obesidad derivada de la hiperfagia.
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