Muchos son los púberes y adolescentes que manifiestan preocupantes aislamientos, confinándose en sus habitaciones, sin interés, ni deseo, menos que menos motivación por la escuela y/o las relaciones sociales. Viven sin salir de su casa, alterando incluso sus ritmos diarios: duermen durante el día, comen por la tarde y descuidan su higiene.
Interrogante fundamental: ¿Por qué no existe, para ellos, una llave de salida y conexión con los semejantes?
Porque perdieron el rumbo, en tanto han extraviado -por razones siempre singulares- de su subjetividad el hilo conductor del deseo, motivo por el cual carecen (momentáneamente) de una orientación para su vida.
¿Cuáles son los efectos del aislamiento?
Los jóvenes…
. Son estigmatizados por los pares, que los colocan en el lugar de “marginales”.
. Experimentan la presión de sus familiares cercanos -angustiados- de cambiar intempestivamente su manera de estar en el mundo.
. Muchos de ellos padecen síntomas depresivos y de ansiedad, que aumentan sus inseguridades y sus miedos.
. Sufren variados y diversos trastornos del sueño.
. Se comprueba que tienen un mayor riesgo de actings out y pasajes al acto.
¿Qué-hacer del analista?
El psicoanalista estará siempre dispuesto a escuchar y conversar con el adolescente. A crear un espacio en donde resulte muy importante, al decir de Fernando Ulloa: “estar ahí”. Esto es, no escatimar presencia y compromiso para vivenciar -de manera conjunta- la fuerte experiencia de un vínculo compartido.
El analista encarnará, con estos pacientes, la posición opuesta a lo que Zygmunt Bauman denomina el “Amor Líquido”, propio de esta época: vínculos frágiles, fugaces y con ausencia de compromiso.
Intervenciones posibles:Alojaremos lo que el paciente tenga para desplegar (palabras y/o silencios). Le haremos saber que, sí estamos ahí, es porque él nos importa y que de ninguna manera estamos para juzgar.
Propiciaremos siempre la posibilidad del diálogo, sin direccionalidad alguna, respetando sus tiempos y su manera singular de comunicarse.
¡¡Clave clínica!!
Nuestra apuesta -con cuerpo presente- es tejer una trama transferencial positiva, que se facilitará cuando el adolescente interprete -transmisión de inconsciente a inconsciente, al decir de S. Freud- que estamos ahí para ayudarlo a encontrar alguna veta deseante que oriente su vida.
Otras intervenciones posibles:En estos casos resulta importante, en tanto sea necesario, realizar intervenciones de la mano de otras disciplinas: médico clínico, nutricionista, psiquiatra.
Necesitamos cuidar la integridad física -si se encuentra deteriorada- y la integridad psíquica -si hay un encierro severo- del adolescente, como única posibilidad de que emerja la palabra. Sólo mediante la palabra, será posible el diálogo, que como analistas propiciaremos sin claudicar.
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