¿Qué pasa cuando la angustia se presenta en el analista y no en quien viene a consultar? Se trata de los casos donde el analista tiene dificultades para sostener su lugar. Lo fundamental es tener en claro lo que el analista no sabe, lo que habilita a preguntar. El efecto de esto es que el consultante se queda pensando en esas preguntas. Las interpretaciones en un análisis son muy pocas, porque es muy difícil arribar a algo que toque al sujeto. El trabajo analítico tiene mucho más que ver con lo que Freud mencionó en Construcciones en psicoanálisis. De ahí la importancia de las preguntas.
Lorenzo pide una entrevista. Se trata de un señor joven, trajeado, muy amable y sonriente. A la invitación de sentarse por parte de la analista, él responde "No me voy a sentar, soy un fetichista de pies". La analista se sorprende, es raro que un fetichista consulte. Por otro lado, hay rasgos perversos en la neurosis y también en la sociedad, de manera que es más frecuente de lo que muchos piensan.
Finalmente Lorenzo se sienta y dice que siempre le atrajeron los pies de una mujer, desde los 6 años recuerda estar debajo de la mesa y acariciarle el pie a una amiga de la madre que había ido de visita y que se fue sin decir nada y nunca más volvió. La analista tomaba notas, como una manera de colocar distancia. Él trabajaba en una empresa, se define como legalmente soltero, aunque vivió con una mujer. Tiene un hijo de 7 años y se separó. Ahora vive con otra mujer. Con esta nueva pareja, dice, se están repitiendo los mismos problemas.
El paciente se pregunta "¿Vengo a pedir absolución, yo siento culpa? No. Creo que vivo en la marginalidad. Soy un jorobado que busca el país de los jorobados. Tengo una larga trayectoria en colegios católicos. Ahora estudio una carrera en la UCA y estoy viendo cómo no terminar". ¿Cómo no terminar? "No tengo interés en terminar". Se muestra sobrador, canchero. Juega con las palabras todo el tiempo, desplegando esa habilidad en toda la entrevista.
Los padres de Lorenzo fallecieron de aneurisma cerebral. La madree estuvo hemipléjica. "No sé cuándo me pasa algo, me agarra de golpe de forma paroxística, llamo a mi vecino médico y me medica". "No sé si estoy en una pareja que sigue o si estoy en una pareja que se rompe". "El fetichismo mío es desde siempre, me ocurre ayer, hoy y mañana. No es importante, nunca lo tomé así". La analista le pregunta, entonces, qué lo trae a la consulta. "Tengo abulia, apatía, en un montón de cosas. Vivo la vida de un viejo, no tengo intereses, ni amigos, ni salidas" Todo esto contado sin angustia.
Al terminar la entrevista, pregunta cuánto le debe a la analista, saca la chequera y pregunta si puede sacar con cheque. En ese momento se usaba esa forma de pago. Y pregunta: ¿Con talón o sin talón? Su cara de triunfo le avisa a la analista que estaba jugando con ella.
¿Cómo pensar cuando la angustia no se presenta en quien viene a consultar? No se trata de un paciente que quiera cambiar su modo de gozar, pero sí algo lo traía. En otra entrevista dice "Soy hijo único, no debo haber sido deseado" "Mis tías me miraban mucho, yo nací y mis padres se casaron dos años después" "Hice mi propia composición: mi padre no se quería casar, se tomó su tiempo" "¿Me puede dar un vaso de agua?" "Tuve un sueño: mis viejos usaban máscaras. Se sacaban las máscaras y no tenían cara" "Resulté parecido a mi mamá" "Mis padres eran incoherentes, papá tenía terror a que yo fuera homosexual. Yo tenía terror al sexo, hoy lo conservo" "Mamá me decía: Boludo, andá a coger. Papá decía que yo no era avispado con las chicas, un día llegué de madrugada y me cagó a gritos. No tenían coherencia".
A la cuarta entrevista, trae dos libros de regalo: "Sadismo y masoquismo" de Wilhelm Stekel y otro de varios psicoanalistas. La analista acepta el regalo, para posicionarse como quien no sabe y que el saber lo tiene que dar el paciente. Luego trae otro, pero para mostrar: libros lujosos sobre perversiones. La analista interviene: "Si ud. no viene a resolver nada de la perversión, no me muestre los libros". Su respuesta ante esa negativa es una pregunta: "¿Sabe que le estoy tomando cariño?". Esto fue una constante en todo el tratamiento. Cada vez que la analista hacía una intervención importante, Lorenzo decía "Qué lindo pulóver" ó "Qué linda pulsera".
En el tratamiento, había que situar qué lo traía y hacía Lorenzo volver. La analista pensaba que ella era un objeto con el cual él jugaba. Era su manera de hacer transferencia, la manera de poner en acto la realidad del subconsciente, pero la analista tenía que hacer maniobras para correrse de ese lugar de sorpresa.
Lorenzo no podía mantener relaciones sexuales porque gozaba exclusivamente con los pies de una mujer. Le tenía terror al sexo. Ninguna relación de pareja le duraba mucho tiempo, según él, porque las mujeres le pedían un hijo. En el análisis, esto se corrige a que lo que las mujeres le pedían era tener una relación sexual que involucrara algo más que el pie de la dama. Todo esto lo dejaba muy solo. Cuenta al pasar que posee armas y que de noche juega a la ruleta rusa, con una botella de whisky.
La desmentida. Para Freud, hay tres mecanismos básicos de defensa ante la castración de la madre, que es el momento que el niño descubre que no completa a su madre, que no es eso por lo cual fue traído a este mundo. Son defensas ante cosas que para el sujeto son insoportables, irrepresentables y que para el sujeto se trata de un duelo imposible.
Se trata la represión para las neurosis, la forclusión para la psicosis y la desmentida para las perversiones. En la desmentida, está la posibilidad de que en el yo del sujeto algo se afirme y se niegue simultáneamente. Para ello, es necesario producir una escisión en el yo. "Lo sé, pero sin embargo...". De esta manera, alguien puede sostener dos posiciones disímiles o contrarias al mismo tiempo. Este mecanismo está al filo de aceptar la castración, pero sin embargo crean el fetiche, que es fijo e inamovible. El fetiche está justo ahí para taponar ese agujero que se deslumbra.
En Lorenzo, el padre tarda en aceptar a su esposa, tarda en aceptar ese hijo. Parecería que este padre que teme a la homosexualidad, también lo caga a gritos cuando llega tarde. Es como el sueño que trae, donde los padres tienen máscaras, pero no cara. Él se las arreglaba para no encontrarse nunca con la falta. Toda esta depresión y melancolización que trae tampoco es traída como un síntoma.
El perverso no ubica en el campo del Otro la causa de su deseo. Se identifica a un objeto y produce en el otro la angustia. Es imposible no angustiarse ante un caso así.
Culturalmente, ubicamos muchas desmentidas. Por ejemplo, la desmentida ante la muerte, la asunción de la vejez. Las cirugías, las religiones, las terapias de "vidas pasadas", son todas desmentidas que incluso han llegado al campo psi. En nuestra cultura hay un verdadero empuje a la perversión y a la desmentida, donde la angustia no tiene buena imagen, tampoco los límites ni la ley.
Volviendo a Lorenzo, él consulta porque está deprimido, triste y enojado. Es un juego que él hace, donde la angustia se presenta en el lado equivocado. La que se angustia es la analista, durante todo el tratamiento. El tratamiento duró varios años, hasta que él fue descubierto en su empresa practicando su fetichismo de pies con una empleada y lo despidieron. Se quedó sin empleo, la madre de su hijo y su hijo se fueron del país. Lorenzo se quedó muy mal, sin un peso para pagar. Ahí la analista decide no dejarlo sin tratamiento y hace una apuesta fuerte a que va a encontrar otro trabajo y a ser más cuidadoso, que le pagará en su momento.
En los momentos donde él estaba mal, la analista pregunta si había alguien con quien armar una red. Descubre unos primos que aceptan venir a una entrevista a la que no quiere estar presente. La analista les propone estar cerca. Él interrumpió el tratamiento sin pagar. Dos años después, en contra de los prejuicios de la analista, él llamó para pagar. Durante tres meses apareció un sobre por debajo de la puerta del consultorio. Al terminar de pagar la deuda, pidió otra entrevista. Con toda la desmentida, había logrado ponerle valor al tratamiento y pagar la deuda.
Con el tiempo, logró hablar de la paternidad, algo que no había aparecido antes. También tuvo una relación con una mujer que disfrutaba de sus relatos, a la que "no quería perder" y con quien pudo establecer una diferencia con las prostitutas a las que acudía.
La angustia del lado del analista. En estos pacientes, el modo de gozar producen angustia y descolocan al otro. Juegan con el otro. Después está la angustia grave del paciente que atenta todas las noches contra su vida. Ahí fue donde la analista armó la red con los primos.
A él le encantaba hablar de su perversión, de la ceremonia que implicaba, de los avisos clasificados de las prostitutas que se dedicaban a esto, los contratos que hacía con las prostitutas, el sadomasoquismo puesto en la escena... Ulloa se topó con las peores perversiones cuando trabajó con los derechos humanos durante el proceso. Él habló sobre le encerrona trágica lo importante de la ternura. Él escribe, en las Jornadas de Reflexión con las abuelas de Plaza de Mayo, en 1988:
Frente al duelo por lo no tenido, no es fácil encontrar una solución; más bien se buscan sustitutos alternativos. El término perversión aquí remite a su significado etimológico de giro o desvío. El duelo sin solución, por inexistencia de suministro tierno, provoca un desvío hacia una alternativa de reemplazo de lo inexistente. Esta nueva situación que llamo perversa tiene algunas características más o menos típicas. El objeto sustituto no puede ser reconocido como original porque no sólo no lo es, sino que se refiere a algo que, habiendo sido necesario, estuvo ausente. Además, en cuanto vínculo sustitutivo, lo nuevo tampoco es reconocido en sus propias características singulares. Por estas dos razones se trata de una relación espuria. La función de esta relación perversa, por desviada, es encubrir o mantener apartado al sujeto de ese doloroso y difícil duelo. Resulta así un vínculo recreado en permanencia, precisamente para mantener esta distancia, de ahí su transformación en vínculo adicto, al mismo tiempo frágil y tenaz, puesto que configura una modalidad de relación donde fácilmente se abandona al objeto por otro, pero no se cambia de estilo relacional a la manera de un alcohólico que cambia de vida pero no deja de beber.
La desmentida en la neurosis
Existen neuróticos con rasgos de perversión. Laura consulta a una analista. Ella es joven, producida, con mucha desenvoltura. Dice que Alex, el novio, le recomendó ir. Ella dice "Ahora dice que no me ama más y quiere terminar la relación, pero yo pienso que no es cierto. Él me ama y yo no estoy dispuesta a dejarlo. Lo confunde su trabajo". "Alex trabajaba como acompañante de mujeres con mucho dinero. Le va muy bien, lo llaman del extranjero, viaja mucho". La analista se sorprende, porque además de la desmentida, aparece esta salida laboral del novio.
"Las norteamericanas se enloquecen con él, se lo recomiendan una a otra. Lo llevan de viaje, le sacan el gusto, le pagan muy bien... Pero yo sé que él me ama". La analista le pregunta qué siente ella por él. Tras un largo silencio, ella dice "Yo quiero que sigamos juntos". No podía tolerar no ser alojada.
Este caso resultó ser una neurótica, pero es interesante la desmentida sostenida con tanta convicción. Se trata de una desmentida para esquivar el duelo. El término duelo tiene dos raíces latinas. Dolos, que es dolor y duelum, que es desastre. Por lo tanto, podríamos decir que el dolor psìquico, la pena y aflicción también implica desafío. para Freud, la desmentida en la neurosis es una forma de desasirse de la realidad y poder desautorizarla aún reconociéndola. "El dice que no me ama, pero se equivoca". En la conciencia de ella está lo que el novio le dijo y lo que ella está convencida de su equivocación.
Clave clínica: El punto de desmentida del neurótico produce la impotencia de cualquier analista. Se trata de creencias férreas, cerradas, donde las propuestas están imposibilitadas. Una propuesta posible es trabajar con la novela familiar y ver qué otras desmentidas hubo en la historia. La historia del paciente nos pone en la pista de la repetición, la insistencia. Es una manera posible para entrar, por ejemplo, comparando escenas. Nunca se debe entrar directo contra la desmentida, sino más bien desde la historia, situando que algo ya estaba en otra escena y con otros personajes.
La misma escisión del yo produce un movimiento de rechazo para poder aceptar lo que implicaría el duelo de que este hombre que la amaba deje de hacerlo. Se trata de un duelo narcisista, pero que para ella es imposible. Cuando Freud habla de la amencia de Meynert, habla de una imposibilidad de duelar. Pone de ejemplo la mujer que perdió un hijo y mese un leño como si fuera su hijo. También el de la novia que espera al novio y baila en el jardín cuando el novio no apareció, como si ella estuviera con él. Son duelos imposibles, del que hablaba Ulloa y la necesidad urgente de sustituir eso que falta y no se puede duelar.
La desmentida viene a instalarse como un rechazo del duelo como lo que se perdió o lo que nunca hubo, que Ulloa lo marca como terrible. Cuando uno pierde a un ser querido, más allá del dolor, uno puede alegrarse de haberlo tenido. La pérdida es dolorosa, pero también fue un privilegio tener a alguien para quien uno tuvo un lugar importante.
En la desmentida, se trata de una forma también de experimentar la castración materna. Es la pérdida de un lugar que se creyó ideal y que al perderse, lo que se pierde es la construcción imaginaria de unidad con la madre. Cuando la célula narcisista se muestra inexistente, porque la madre desea otras cosas además de ese bebé, aparece la madre en falta y esto produce la pérdida de una ilusión. A partir de allí la construcción imaginaria del fantasma será alrededor de qué quiere el Otro al traerme al mundo. A partir de ahí se establece un objeto de deseo y de goce. La desmentida hace a la producción de una creencia, pero también de una fragilidad.
Clave clínica: en estos casos, conviene empezar a trabajar la desmentida, antes que con la angustia. En el caso de Lorenzo, hubo que construir el motivo de consulta. Cernir el motivo de consulta, más allá de la desesperación que traiga el paciente, establece una línea de trabajo posible. Hay límites que hay que poner, para construir orillas. En las adicciones o en las perversiones hay que poder decir "Esto no entra acá", para no constituirse como una especie de espía de esas escenas.
Fuente: Notas de la conferencia "¿Y si la angustia no se presenta a la cita? Maniobras posibles", dictada por Elida Fernández, el 15/8/23 en la Institución Fernando Ulloa.
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