El “sueño” que escenifica el horror: La Pesadilla
Son cada vez más los infantes que consultan a analistas por padecer pesadillas recurrentes, donde el horror es escenificado durante el dormir: un Otro lo persigue, hasta despertar en el instante exacto de lo soportable. El Otro en cuestión puede tener mil caras: vampiros, brujas, hombres lobos, diablos, zombis, animales y hasta ladrones. Fracasa entonces, al decir de S. Freud, la función del sueño, que es proteger el dormir.
El niño sufre y a la vez las figuras de cuidado se angustian. Son despertadas forzosamente por el pedido de ayuda, los gritos y sobresaltos de terror del niño o la niña.
Las pesadillas y lo traumático
Desde tiempos tempranos de su obra, Freud explica a las pesadillas a partir del estatuto de lo traumático. En Inhibición, síntoma y angustia, nos enseña que lo traumático designa una situación de desvalimiento (sea de orden sexual, pérdidas tempranas abruptas y/o muy significativas, la violencia de cualquier índole, las rupturas muy dolorosas), ante la cual el sujeto se encuentra sin recursos reales o simbólicos para elaborar la intrusión de una intensidad sin medida para el aparato psíquico.
Más adelante, expresa que: “en la primera infancia, no se está, de hecho, preparado para dominar psíquicamente las grandes sumas de excitación que llegan de adentro o de afuera”. El dominio de esa excitación requiere todavía de un Otro, que le confiere, aún, cuerpo a su psiquismo en formación.
Lo traumático: Aquello que “no cesa de no inscribirse”. ¿Por qué?
En tantas oportunidades, lo traumático no logra ser reprimido, no llega a hacerse inconsciente y, por lo tanto, no puede ser simbolizado. Esta circunstancia psíquica le impedirá al sujeto -en cualquier tiempo de su constitución- la capacidad de recordar y de poner en palabras lo que le pasa.
Aquellas situaciones que desbordan al aparato psíquico se expresan de forma directa y abrupta -por ejemplo, mediante el repentino terror nocturno-, en lugar del clásico retorno de lo reprimido (inhibiciones, síntomas y angustia).
La vivencia subjetiva (manifestada de diferentes modos) es la de quedar reducido y convertido en un objeto pasivo del Otro, con una amenaza cierta de desaparecer.
¿Qué-hacer del analista para ayudar a los niños que padecen pesadillas?
La labor clínica del analista se basará, fundamentalmente, en la utilización de la ficción y el juego, como recursos elaborativos del carozo traumático, que quedó enquistado en la vida del infante.
Al decir de Esteban Levin: “El juego no es inocente; más bien es la caída de la inocencia, ya que el niño juega lo irrepresentable, el placer, el dolor, la tragedia, el sufrimiento, y los hace posibles en la ficción, en la creación de mundos imaginarios”.
Intervenciones del analista
. Alojaremos, con un interés genuino, las historias que trae a consulta el niño o la niña sobre sus terrores nocturnos y atribuiremos valor a sus miedos, con amorosidad y paciencia.
. Nos situaremos como barrera de protección, en acto, del aparato psíquico desbordado del infante. Este es un hecho mayor porque se produce, en tiempo presente, una disminución de su sufrimiento.
. Oficiaremos de favorecedores de las posibilidades lúdicas propias de cada niño o niña (juego simbólico y de roles, dibujos, construcción de ficciones con títeres). Y también le prestaremos palabras para que, a su manera, arme un relato acerca de su sufrimiento.
. Haremos una lectura -en transferencia- de cuál es el lugar en donde la niña o el niño se siente atrapado -sin salida-, como objeto pasivo del Otro significativo.
. Mantendremos entrevistas con los Otros primordiales del infante que tenemos en tratamiento: permitiremos el despliegue de lo que tienen para decir y le brindaremos contención a su angustia.
. Le haremos saber a los Otros primordiales de la crianza que están implicados en aquello que los trae a la consulta. Con sumo cuidado de no deslizar en nuestros decires “culpabilidad” por el sufrimiento de su hijo
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