Resulta muy frecuente escuchar en la clínica -como así también en la vida cotidiana- afirmaciones tales como:
· “Otra vez me pasa lo mismo. Siempre se me repite la misma historia”.· “Siempre elijo mal a mis parejas”.
· “Otra vez tropiezo con la misma piedra”.
· “Siempre que me pasa algo bueno, después viene algo malo”.
Es un fenómeno netamente humano repetir hechos sumamente displacenteros (a nivel afectivo, laboral, académico), que se vuelven a experimentar de manera incesable y que, en apariencia, caen por fuera de nuestra voluntad.
Una fuerza que pulsa por aniquilarnos: La Pulsión de Muerte
La repetición, una y otra vez, de experiencias dolorosas y displacenteras, le hace descubrir a S. Freud la existencia de la Pulsión de Muerte, que está por fuera del inconsciente y del campo simbólico (de la palabra).
Es una fuerza cuya potencia es tan excesiva y abrupta, que intenta aniquilar la protección que posee el aparato psíquico para que tengamos una vida vivible.
Sufrir otra vez por lo mismo: ese trauma que insiste
La Pulsión de Muerte, al no estar inscripta en el inconsciente, se incrusta en la subjetividad y actúa como un trauma que insiste -una y otra vez- en su afán de ligarse al campo de lo simbólico, sin lograrlo.
La Pulsión de Muerte es el único néctar que alimenta al Masoquismo Primario. Así lo demuestra la clínica.
Porque el Masoquismo, comandado por la Pulsión de Muerte, es mudo, aquello que vivenciamos una y otra vez de manera dolorosa, se nos aparece como un hecho sustraído a nuestro poder, a nuestra voluntad. Nos sentimos pasivos frente a lo que otra vez se repite como experiencia sufriente.
Intervenciones del analista frente a la compulsión a la repetición
El fenómeno de la compulsión a la repetición, en tanto queda fuera del campo del inconsciente, le reclama al psicoanalista alejarse de las clásicas intervenciones, como lo es la interpretación. La compulsión a repetir le pide al analista transformarse en un lector de la fibra que atraviesa las experiencias dolorosas que se repiten una y otra vez en la vida del sujeto, causándole un sufrimiento que pareciera no tener fin.
Le cabe al analista tomar la compulsión a la repetición como una enorme oportunidad, en tanto le brinda la posibilidad de encontrar la clave, el núcleo, de aquello que se repite una y otra vez de manera inexorable.
Frente a la compulsión a la repetición, nos dirá Freud: el analista deberá actuar como un cirujano, en tanto intentará hacer un recorte preciso -dentro de los relatos del paciente- no sólo de lo que se repite, sino y principalmente, de ese hecho particular, ese “verdadero detalle subjetivo” que se pone en juego en cada repetición compulsiva.
La orientación clínica del analista se dirigirá a que el paciente registre -a nivel del afecto, en el aquí y ahora de sus relatos que aluden a sus compulsiones- la hebra, el fino filamento tanático que habita dentro de su subjetividad. Para hacer -si así se dispone- un acto creativo, una novedad en su vida, que le oponga a la muerte la Pulsión de Vida, porque ella es la que está en el carozo del deseo.
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