miércoles, 1 de mayo de 2024

Freud y lo insoportable omitido en "El malestar en la cultura"

Desde el inicio de su enfermedad, en 1923, debieron pasar cinco años antes que Freud pudiera participar de reuniones científicas. Las operaciones, las convalecencias y las dificultades en el habla fueron escollos que torcieron un sistema de trabajo. En este sentido, la continuidad de los encuentros de los miércoles, iniciada en 1902, se retomaría en 1928. El proyecto se lograría, aunque con una regularidad casi semestral.

La nueva secuencia tendría lugar en la sala de espera de Berggasse 19, con una participación limitada a 12 o 14 invitados. Una regla establecida en las reuniones fue que las comunicaciones serían informales y que, los dichos o afirmaciones, no tendrían carácter vinculante. Esto se acompañaba del pedido de abstenerse de tomar notas o elaborar actas. La normativa, claro está, sería transgredida de algunas maneras.
Richard Sterba, disculpándose por su picardía, lega fragmentos de las intervenciones de Freud en estas reuniones. Deleita, en especial, una de ellas por localizar el auto comentario de Freud a “El malestar en la cultura”.
El comentario sucede a poco de publicarse el libro. El profesor se muestra crítico a su texto, en especial en cuanto a la composición. Señala que el libro trata su tema principal, el malestar en nuestra cultura, de forma poco exhaustiva. Y luego, sobre esa base, se añade “un examen demasiado difícil y demasiado compensador” de la teoría analítica del sentimiento de culpa. Será la elaboración sobre el sentimiento de culpa y sus vínculos con la agresión lo que justifique la hechura del texto.
Un segundo desagrado freudiano se ubica en torno a una omisión. La misma, señala, también se les ha pasado por alto a sus invitados. Considera esta omisión una gran desgracia o vergüenza para los presentes. En el reproche se delata alguna expectativa que se desarrollará en el curso de la exposición. Serán sus invitados quienes continúen las investigaciones en psicoanálisis, invitados que le dan un trato benevolente.
Freud indica que su omisión tiene raíz en un olvido, lo cual le ha servido a alguna tendencia oportunista para expresarse. Agrega que este olvido, disfrazado de omisión, se apoya en algo insoportable. Veremos de qué se trata.

La pieza olvidada, dice Freud, pertenece a las posibilidades de la felicidad; de hecho, es la posibilidad más importante porque es la única psicológicamente inatacable. Así pues, “el libro no menciona la única condición para la felicidad que es realmente suficiente y a la que nada afecta”.


Freud continúa: "Esta posibilidad de felicidad es muy triste. Es la de la persona que depende completamente de sí misma”. A continuación suma un modo en que esta felicidad se hace soportable a los otros: “Una caricatura de este tipo es Falstaff. Podemos tolerarlo como caricatura, pero por lo demás es insoportable”. Luego de traer el ejemplo del repetido personaje de Shakespeare, revelará lo insoportable omitido.
Dirá Freud que eso es la felicidad de “el narcisista absoluto”, la de quien depende solo de sí mismo.
En este recorte de exposición Freud acentúa su omisión, la que envuelve un fragmento de real, ajeno al convocante profesor.

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