miércoles, 5 de octubre de 2022

Desenredar el malestar: un estudio de la felicidad

El 27 de agosto, en el marco del Ciclo de conferencias de redpsiBA, "(a)portes psicoanalíticos" se dictó "DESENREDAR EL MALESTAR" por Violaine Fua Púppulo. 

¡¡Queremos notas de esa conferencia!!

Actualmente, respecto a la felicidad se escuchan dos grandes posturas: el mandato a ser feliz (ahora y de la forma que dice el Otro), por un lado; y los discursos que sostienen que la felicidad es estructuralmente imposible. 

El texto El malestar en la cultura, en un comienzo iba a llamarse Un estudio de la felicidad. En la Conferencia: Freud en el siglo. Clase 19 Seminario 3. Jacques Lacan dice:

Quiero comenzar diciendo aquello que, por aparecer bajo el nombre de Freud, supera el tiempo de su aparición, y escamotea su verdad hasta en su revelación misma: el nombre de Freud significa alegría.

Freud mismo era consciente de ello, como lo testimonian muchas cosas, cierto análisis de un sueño —dominado por una suma de palabras compuestas, especialmente por una palabra de resonancia ambigüa anglófona y germanófona—donde enumera los encantadores rinconcitos de los alrededores de Viena.

Esto está mandado a hacer para recordarnos que, a través de la asimilación cultural de los significantes ocultos, persiste la recurrencia de una tradición puramente literal, que nos lleva hasta muy adentro sin duda del núcleo de la estructura con la que Freud respondió a sus preguntas.

Ciertamente, para percibirlo en forma adecuada, sería necesario evocar desde ya hasta qué punto el reconocía su pertenencia a la tradición judía y a su estructura literal, que llega, dice Freud, hasta imprimirse en la estructura de la lengua. Freud pudo decir, de modo deslumbrante en oportunidad de su sexagésimo aniversario, en un mensaje dirigido a una comunidad confesional, que reconoce en ella su más íntima identidad.

Strachey, por su lado, también dice que freude significa júbilo, alegría, dicha. Él hace una referencia a fröhliches Haus (casa de la alegría, prostíbulo) y fröhliches Mädchen (muchacha feliz, prostituta). Es notorio que en Freud la referencia permanente a ala sexualidad.

En "El psiconálisis y su enseñanza", Lacan dice:

...a partir de su técnica Freud nos muestra que su alegría propia reside en hacernos participar en la dominancia del significante sobre las significaciones más pesadas de llevar de nuestro destino.

En el seminario I, Lacan dice que La dimensión de la alegría supera la categoría del goce”.

El texto El malestar en la cultura es una pregunta sobre la felicidad. Freud no hace de la falta una excusa para pensar que la felicidad es un imposible creado por un superyó del liberalismo a ultranza. Esta sería una salida fácil. No es el liberalismo el que crea la idea de felicidad, aunque sí es cierto que el liberalismo sostiene la idea de una felicidad plena y permanente. Aún así, no se trata de desterrar el concepto de la felicidad y naturalizar el malestar.

Antes de El malestar en la cultura, Freud había cerrado, dos años antes, el texto El provenir de una ilusión con esta frase:
No, nuestra ciencia no es una ilusión. En cambio, sí lo sería creer que podemos obtener en otra parte cualquiera lo que ella no nos pueda dar.

La ilusión de la que habla Freud allí es la de liberarse del sufrimiento y la muerte. Para Freud es lícito ser optimista respecto al futuro de la humanidad, porque el hombre cuenta con su intelecto. Para Freud la felicidad es en este mundo y hoy, aunque hay que trabajar por ella. 

La felicidad y la alegría son tan enigmáticas como la neurosis. En El malestar... Freud describe que las drogas, el enamoramiento, el eremita, son formas de conseguir la felicidad. Pero en suma, de lo que se trata es de buscar la felicidad o de evitar el displacer. Las primeras teorías económicas de evitar el displacer van en línea con esto, ¿Pero es lo mismo felicidad que evitar el displacer?

Freud dice:
Se descubrió que el ser humano se vuelve neurótico porque no puede soportar la medida de frustración que la sociedad le impone en aras de sus ideales culturales, y de ahí se concluyó que suprimir esas exigencias o disminuirlas en mucho significaría un regreso a posibilidades de dicha

Esto es un deslizamiento imaginario: menos obstáculos es más felicidad. El sujeto cree no poder soportar estos obstáculos. Freud prosigue:
los seres humanos han hecho extraordinarios progresos en las ciencias naturales y su aplicación técnica, consolidando su gobierno sobre la naturaleza en cuna medida antes inimaginable. Los detalles de estos progresos son notorios; huelga pasarles revista. Los hombres están orgullosos de estos logros, y tienen derecho a ello. Pero creen haber notado que esta recién conquistada disposición sobre el espacio y el tiempo, este sometimiento de las fuerzas naturales, no promueve el cumplimiento de una milenaria añoranza, la de elevar la medida de satisfacción placentera que esperan de la vida; sienten que no los han hecho más felices.

No hay que deslizarse tan pronto a la idea de que si las cosas fueran fáciles, entonces seríamos más felices. Lo que falta en el malestar, hay que construirlo, no es del orden de lo natural. La felicidad exige un trabajo para conseguirla, al menos en sus condiciones de posibilidad.

Freud se pregunta:
La perspectiva de averiguar algo nuevo no parece muy grande ni aun si la continuáramos preguntando por qué es tan difícil para los seres humanos con seguir la dicha. Ya dimos la respuesta cuando señalamos las tres fuentes de que proviene nuestro penar: la hiperpotencia de la naturaleza (podremos decir "lo real"?), la fragilidad de nuestro cuerpo (Lo imaginario, los fantasmas de desintegración) y la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres en la familia, el Estado y la sociedad (lo simbólico)Respecto de las dos primeras, nuestro juicio no puede vacilar mucho; nos vemos constreñidos a reconocer estas fuentes de sufrimiento ya declararlas inevitables.

Más adelante:

Diversa es nuestra conducta frente a la tercera fuente de sufrimiento, la social. Lisa y llanamente nos negamos a admitirla, no podemos entender la razón por la cual las normas que nosotros mismos hemos creado no habrían más bien de protegernos y beneficiarnos a todos.

Es decir, el sujeto crea las leyes que luego, retroactivamente, nos enferman. Freud marca que solo el enfrentamiento contra la pulsión de muerte, como el superyó ó también el apetito de destrucción que proviene del sentimiento inconsciente de culpa. Freud concluye que para que el sujeto sea feliz, no se trata de que tenga menos exigencias, sino que se dirija al polo motor del aparato: la construcción de un saber hacer allí, frente a la pulsión de muerte que nos habita.

No se trata de que el mundo debiera presentar menos obstáculos, eso sería heredero del narcisismo. Cuando alguien dice "Yo no merezco eso", de alguna manera supone que otro sí. Habría que acotar el narcisismo planteando por qué no habría de pasarme eso a mí. Y de por qué estoy tan seguro de que no podría yo con eso. Entre narcisismo y malestar hay una relación de correspondencia directa: a mayor narcisismo, mayor malestar.

La felicidad no viene de que no nos pase nada, sino de atravesar lo que nos suceda armando un borde con esa culpa de existir (o ir más allá que nuestros padres), o por haber logrado la felicidad luego de haber tenido algo terrible. En la clínica, el sentimiento inconsciente de culpa es difícil de pesquizar, aparece como algo que le dice al sujeto "No tenés derecho". 

El texto posterior al Malestar es Construcciones, porque a ese malestar infinito le corresponde construir un nudo singular, que tenga la posibilidad de la sublimación. Cuando Freud enuncia las distintas maneras en que los sujetos creen encontrar la felicidad, hace una mención a la sublimación, que en su obra está más o menos definida de la misma manera. No obstante, en El Malestar dice algo más:

Otra técnica para la defensa contra el sufrimiento se vale de los desplazamientos libidinales que nuestro aparato anímico consiente, y por los cuales su función gana tanto en flexibilidad. He aquí la tarea a resolver: es preciso trasladar las metas pulsionales de tal suerte que no puedan ser alcanzadas por la denegación del mundo exterior. Para ello, la sublimación de las pulsiones presta su auxilio. Se lo consigue sobre todo cuando uno se las arregla para elevar suficientemente la ganancia de placer que proviene de las fuentes de un trabajo psíquico e intelectual.

La sublimación aparece privilegiada en el fenómeno de la cultura:
La sublimación de las pulsiones es un rasgo particularmente destacado del desarrollo cultural; posibilita que actividades psíquicas superiores —científicas, artísticas, ideológicas desempeñen un papel tan sustantivo en la vida cultural. Si uno cede a la  primera impresión, está tentado de decir que la sublimación es, en general, un destino de pulsión forzosamente impuesto por la cultura.

La novedad del texto, en cuanto a la sublimación, es que:
no puede soslayarse la medida en que la cultura se edifica sobre la renuncia de lo pulsional, el alto grado en que se basa, precisamente, en la no satisfacción (mediante sofocación, represión, ¿o qué otra cosa?) de poderosas pulsiones.

La histérica tiene claro el punto de insatisfacción y de que no va a poder, incluso sabe que al encontrarse con la felicidad ésta no va a durar. En cambio, al obsesivo, no ser feliz se le arma como un casillero vacío y se tortura por ello, porque el sentimiento de culpa en esa neurosis es mayor. 

Es decir, es con la propia sexualidad sublimada (y no reprimida) con la que el sujeto logra estar con el mundo. Y acá va el consejo para la clínica:
Sobre este punto no existe consejo válido para todos; cada quien tiene que ensayar por sí mismo la manera en que puede alcanzar la bienaventuranza.'

Es decir, hay una salida al goce que no implica la represión. El psicoanálisis crea las condiciones de calma de ese malestar cotidiano para que advenga la posibilidad de felicidad sin que el sujeto se castigue por sentirla.

Freud propone, en Introducción al narcisismo, a la sublimación como algo contrario a la idealización. En la medida que empezamos a idealizar, otra vez empieza el sentimiento de culpa. Es decir, se trata de que el objeto a resto sea objeto a causa, a condición de que no idealice. 

En Freud siempre hay una voluntad de trabajo, cosa que no se lee en posiciones actuales sobre el tema. Hay que vérselas con ese exceso de lenguaje, ese exceso de alienación, sin meterse nuevamente bajo un amo al que hay que obedecer. 

El malestar es una nave que parte desde El porvenir... y encuentra su nuevo puerto en el planteo de la construcción, en Construcciones en Psicoanálisis. ¿No nos hará falta a todos creer en la posibilidad de construir lo nuevo? Escribir lo nuevo, deshacerse de los significantes amo, desalienarse, hacer caer el enaltecimiento del Otro, ¿No hace caer ese destino que estaba supuestamente decidido para nosotros? 

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