sábado, 18 de octubre de 2025

La transferencia: entre el Sujeto Supuesto Saber y el deseo del analista

La transferencia, en psicoanálisis, presenta una multiplicidad de aristas.
Puede pensarse desde la lógica del campo, o bien desde su función temporal, como aquello que introduce una cierta actualidad del inconsciente.
En cualquier caso, la transferencia supone al menos tres términos: el psicoanalista, el sujeto y la palabra.

A lo largo de su enseñanza, Lacan se toma el trabajo de despegar la transferencia de su apariencia fenoménica —el “enamoramiento”, la “repetición” o el “vínculo afectivo”— para anudarla a la estructura.
Sin embargo, no deja de subrayar que, tomada fenomenológicamente, la transferencia opera en relación con el deseo, como punto axial de la división del sujeto.
Dado el estatuto del deseo en la economía del discurso analítico, no sorprende que el operador transferencial por excelencia sea nombrado como el deseo del analista.

En el Seminario 8, Lacan desarrolla esta cuestión sirviéndose del trípode Sócrates–Alcibíades–Agatón, y de las relaciones que allí se tejen entre deseo y demanda.
El desplazamiento de los afectos, tal como Freud lo define en los orígenes del concepto, se verifica allí como una primera definición de la transferencia, cuyo motor es precisamente la falta de objeto.
Si el deseo carece de un objeto que pueda colmarlo, se convierte en lo que comanda a la transferencia.
Surge entonces la pregunta inevitable:

¿Qué se transfiere?

Y junto a ella, otra no menos crucial para la orientación del analista:

¿A quién se transfiere?

Este segundo interrogante conduce a la estructura: la transferencia se dirige al Sujeto Supuesto Saber, al Otro al que se le atribuye un saber sobre el inconsciente del sujeto.
Pero Lacan introduce aquí una torsión fundamental: el deseo del analista no se confunde con esa suposición de saber, sino que impide reducir la transferencia a ella.
El deseo del analista no es un deseo de saber, sino un deseo que sostiene el lugar vacío donde el saber puede advenir.

De esta manera, la transferencia no se limita a la ilusión epistémica del Sujeto Supuesto Saber, sino que se despliega como un campo donde el deseo del analista opera como causa.
Y es precisamente en esa tensión —entre la suposición de saber y el deseo que no se sabe— donde se juega la dirección de la cura y la ética del psicoanálisis.

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