sábado, 22 de noviembre de 2025

Lo modal y lo nodal en la escritura del inconsciente

Lacan afirma en el Seminario 21 que el inconsciente supone la convergencia entre lo modal y lo nodal, formulación que sólo adquiere sentido si entendemos que el inconsciente—tal como él lo redefine—es una escritura. Escritura que mantiene resonancias con Freud pero que, en la enseñanza tardía, se sostiene en dos soportes nuevos:

  1. la lógica modal,

  2. la topología borromea.

Ambas se articulan en un punto crucial: el aplanamiento, condición sin la cual no habría lectura posible del nudo. Lacan subraya que este aplanamiento “no se efectúa en un espacio menos especular que los otros”. No dice menos imaginario sino menos especular, señalando que en juego hay dos modalidades de imaginario distintas:

  • la especular, ligada a la imagen del cuerpo,

  • y una imaginaria más sutil, la que da consistencia, pero que no pasa por la captura del espejo.

Antes del aplanamiento está la inmersión en el espacio, momento lógico en el que las consistencias (Real, Simbólico, Imaginario) giran sin restricción. Dado ese “giro loco”, es imposible determinar qué cuerda corresponde a qué registro. Sin un punto donde el movimiento se detenga, no puede haber lectura.

De allí la necesidad de una restricción, un límite que impida la permutación libre entre las consistencias. Ese límite introduce la posibilidad de distinguirlas. Lacan lo piensa como una prohibición nodal, un atrancamiento estructural que da el punto de calce del nudo.

Ese atrancamiento tiene consecuencias clínicas y lógicas:

  • habilita la diferencia entre los modos de ser sexuado,

  • funda la dimensión modal (lo posible, necesario, imposible, contingente),

  • y establece el modo en que el sujeto puede alojarse en la estructura.

En este marco, lo simbólico y lo imaginario funcionan como dos vías para acceder al ser sexuado. Pero lo que lo real agrega es justamente la dimensión del límite: lo que detiene, lo que fija un borde en la estructura, posibilitando que la escritura del inconsciente tenga un punto de apoyo y no se reduzca a un simple juego especular o discursivo.

El inconsciente, entonces, se escribe donde lo modal (la lógica del cuantor) se entrelaza con lo nodal (la lógica del nudo). Y esa convergencia sólo se vuelve legible mediante el aplanamiento, que transforma el nudo en superficie, mostrando que el sujeto encuentra allí tanto su borde como su sostén.

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