miércoles, 23 de enero de 2019

Acerca de lo femenino.

Lo femenino, entre todas las disputas teóricas y facticas que hoy presenta, también padece de una dificultad esencial: la dualidad semántica de su nominación, que no ha encontrado en el lenguaje técnico una diferenciación significante que favorezca su interpretación. Hoy quiero desarrollar un primer femenino  que podríamos  definir como dentro del principio del placer en oposicion a otro más ligado a un más allá  del principio de placer.

Este primer femenino se ubica en relación a lo masculino como un par positivo que desciende del complejo de Edipo y ubica dos posiciones opuestas y complementarias en relación al falo y la incidencia de lo paterno en la disposición. Así lo femenino denota una relación al falo que no se agota en la simpleza del no tener, porque esta carencia no es sin relación a codiciarlo y demandarlo al que lo " tenga". Pulsión activa porque aquí lo femenino no deja de pulsar por tenerlo pero de meta pasiva porque el fin de la misma es ubicarse como receptáculo de aquello que el otro puede donarle.

La mujer no va a la guerra pero hace que vayan a la guerra por ella (como bien lo gráfica la leyenda troyana). Esta versión de lo femenino coincide más con la raíz etimologíca del término que se remonta al vocablo romano  "femus", que hacía referencia a los muslos de una mujer, como objeto de máximo deseo para el varón de esa época. La seducción como anzuelo imaginario para el sexo opuesto no iguala femenino a pasivo, "hacerse desear" implica un bucle del deseo, un pliegue singular que pone en relación al falo y el reconocimiento de su carencia en el mismo movimiento.

Así, el deseo de una mujer da vida al otro paterno al mismo tiempo que el efecto de su seducción lo castra al hacerlo caer al  lugar de cualquier hombre común. Y en esta monótona secuencia se juega la suerte de la metonimia del deseo que es histérico antes que otra cosa. Hasta aquí un enfoque de una faz del enigma femenino, pero, como bien lo expresa Genevieve Morel:  "Que una mujer consienta o no a la mascarada fálica, que la desee ardientemente o que participe de ella de mala gana, lo que ella vale no satura nunca la cuestión de su propia subjetividad. Es no-toda en la mascarada y ésta no nos dice gran cosa sobre su goce"  Es decir, está insuficiencia nos obliga  a indagar  otra dimensión de lo femenino que desarrollaré más adelante y que trasciende lo binario hacia un goce más ligado a un arcano que nos interroga desde Otro lugar...

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