lunes, 1 de abril de 2019

Algo más acerca del olvido de nombres propios.



Cuando nos ocupamos de los olvidos en el artículo anterior, quedó pendiente un punto interesante y de implicancias fundamentales para la clínica. El olvido de Signorelli tocaba, además de la serie significante que mencionamos, el nombre propio de Freud: Sigmund. Esto, nos dirá Lacan, nos abre la vía para leer la identificación del sujeto que se juega en un olvido de esta clase.

Hoy vamos a continuar con los olvidos de nombres propios para situar lo que nos dice Lacan en el seminario Problemas cruciales del psicoanálisis de 1964/65.

Lacan toma el modelo freudiano de trabajo con el olvido y nos envía a leer el apartado sobre el olvido del nombre Signorelli en “Psicopatología de la vida cotidiana”.

Coloca entonces una pregunta fundamental: Si el olvido es un agujero, ¿qué es lo que escapa del campo por él? Lo que escapa, nos dice, son fonemas.

Freud sabía muy bien de quién se trataba, el nombre (aunque no lo recordara), los frescos que había admirado y, luego reconstruye, sabía que compartían algo que le preocupaba enormemente: la muerte y la sexualidad.

Lo que escapa del campo son las dos primeras sílabas de la palabra Signorelli. Freud señala esto al aparecer, como vimos en el artículo anterior, al surgir el nombre Botticelli. También se detiene en relación de esto con sus síntomas de impotencia sexual. Lacan dirá a propósito del nombre propio que es por el significante que se producen a partir él sustituciones, giros del lenguaje al querer reconstruir el olvido.

¿Qué es un nombre propio? Cuando se llama a una persona por su nombre, eso solo concierne a ella. Es el nombre que es dado al sujeto.

El nombre propio es una función, está hecho para llenar agujeros; es una falsa apariencia de sutura.

Si Freud no evoca el nombre Signorelli, es por circunstancias precisas: está en viaje con un hombre y van hacia Ragusa; hablan de una cosa y de otra. Freud le cuenta que un amigo le relató que la gente de un pueblo cercano a Bosnia, conservaba costumbres musulmanas. Respetuosos del médico, dicen cuando un paciente fallece: “Herr, sabemos que si tú hubieras podido hacer algo, eso estaría hecho, él estaría curado. En tanto tú no has podido, que las cosas ocurran como Dios lo quiera. Es voluntad de Alá” —Lacan traduce directamente del alemán, con algunas diferencias respecto de nuestra traducción—.

Esto relata Freud; Lacan interroga lo que no relata. Freud no relata que su amigo médico le contó que para esa gente el valor de la vida está ligado a la sexualidad y, por lo tanto, si no hay sexualidad, no vale la pena vivir. Esto remite al lugar de la potencia viril y es lo que Freud no puede tolerar. Es ahí donde Freud detiene su relato.

Algo no está reprimido sino se trata de un discurso unterdiückt, vuelto hacia otro lugar, se podría pensar, elidido.

Nos dice Lacan:

¿Qué es lo que ocurre para que algo se perturbe? Es allí donde Freud ha puesto el acento. Es algo que tiene por resultado que, por Signorelli, ¿qué es lo que sale? Es que en ese fenómeno que se llama olvido y que es, al fin, un mecanismo de la memoria, ante el agujero que se produce, se produce una metáfora de sustitución, pero una metáfora bien singular, pues ella es el anverso de aquella que les he articulado como función creadora de sentido. Es una sucesión de sonidos puros, que vienen bizarramente: ese Bo de Botticelli, tan cerca de Signorelli, es hasta la O de Signorelli que flota. Esa O viene de otro corte de nombres propios: Bosnia-Herzegovina. Ese Herr de la historia alrededor de lo cual gira algo.

Ese Herr, concierne a Freud. Ese Herr del que se trata, ese que no quiere hacer confidencias, es él, identificado a ese personaje médico. Va quedando más claro qué es lo que se pierde en el olvido: el Sig de Sigmund Freud, y con él la problemática de su deseo en cuanto la partícula es el verdadero lugar de su identificación. Recordemos: Signorelli, signor (‘señor’, en italiano), Herr (‘señor’, en alemán), Sigmund.

Lacan, al dar un paso más con este olvido, nos trae una indicación clínica. Ante un olvido de nombre propio debemos abrir la identificación para ubicar por la posición del sujeto en relación con su deseo.

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