Un olvido de Freud nos va a permitir captar cómo se producen las asociaciones, el trabajo del significante, y con ello las posibilidades de trabajo con los fantasmas a partir de esta formación del inconsciente.
Siguiendo un recorrido por las formaciones del inconsciente hoy nos vamos a internar en un texto freudiano maravilloso, “Psicopatología de la vida cotidiana”, en particular en el apartado “El olvido de nombres propios”.
Vemos allí que no sólo se produce el olvido, sino que además, en el intento por recordar surgen recuerdos falsos, nombres sustitutivos que se imponen. Este desplazamiento, nos dice Freud, “no es dejado al libre albedrío psíquico, sino que obedece a unas vías calculables y ajustadas a ley”.
Los nombres que surgen mantienen un nexo con el nombre olvidado.
El ejemplo narrado transcurre durante un viaje en tren donde Freud conversa con un extraño. Van desde Ragusa, en Dalmacia, hacia una estación de Herzegovina y hablan sobre Italia. Entonces se produce el olvido: Freud no logra recordar el nombre del maestro que había pintado los frescos de la catedral de Orvieto, “los frescos sobre las cosas últimas” (la muerte, el enjuiciamiento, el cielo y el infierno).
En lugar del nombre Signorelli —el autor de los frescos— se le imponen Botticelli y Boltraffio, que rechaza de inmediato. Su interlocutor le dice el nombre del pintor y entonces lo reconoce con facilidad.
¿Por qué se dan precisamente esas asociaciones y no otras?
Freud explica el olvido del nombre al recordar el tema del que hablaban antes de referirse a la catedral de Orvieto: las costumbres de los turcos que vivían en Bosnia y en Herzegovina.
Freud contaba a su interlocutor sobre un colega según quien estos pueblos tenían total confianza en los médicos y total resignación ante el destino.
Si un enfermo no tiene cura, le dicen al médico: “Herr (‘señor’), no hay nada más que decir. ¡Yo sé que si lo pudiera salvar, lo habría salvado!”.
Hay lo que Freud llama serie asociativa: Herzegovina, Herr, Signorelli, Bosnia, Botticelli-Boltrafio.
Nos dice Freud que la serie de pensamientos sobre las costumbres turcas en Bosnia fue interrumpida porque quería contar una segunda anécdota.
Uno de los pacientes de un colega de origen turco preocupado por su potencia sexual había dicho: “Sabes tú, Herr, cuando eso no ande, la vida perderá todo valor”.
Freud nos dice que sofocó la comunicación por no querer tocar ese tema tan íntimo con un extraño, si bien, desde luego, no lo comunica a su interlocutor. Freud reprime algo que toca la muerte y la sexualidad.
Un tiempo antes del olvido, lo preocupaba una noticia recibida durante una breve estancia en Trafoi. Un paciente había puesto fin a su vida a causa de una incurable perturbación sexual.
Dice Freud que no tenía este tema conciente en ese momento, pero la coincidencia Trafoi-Boltraffio tuvo un lugar en sus asociaciones de pensamiento. Entonces, el olvido del nombre Signorelli no es casual. Freud quiso olvidar algo, lo reprimió.
El olvido de un nombre, como se evidencia en el relato, no tiene que ver con la realidad exterior del momento en se produce; tiene que ver con algo que pasó en el momento inmediatamente anterior. Para que un nombre sea olvidado, tiene que entrar en relación con un tema perturbador para el propio sujeto.
Signorelli contiene la partícula Signor, ‘señor’, Herr en alemán, lo que nos abre al momento subjetivo que atravesaba Freud, a sus propios pensamientos en relación a la muerte y al declinar de la sexualidad.
Lacan nos dice que además de la muerte y la sexualidad de los turcos y de su paciente que se quitó la vida, en este olvido están también interrogados los fantasmas de la sexualidad y la muerte del propio Freud. Ahí es donde está comprometido subjetivamente en este olvido.
Así funciona el inconsciente y así se produce la cadena asociativa significante. Por eso, el trabajo en el dispositivo analítico con los olvidos y las demás formaciones del inconsciente permite la emergencia de la dimensión fantasmática del sujeto.
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