lunes, 3 de junio de 2019

Sobre falta de sentido y psicosis.

Conviene precisar la relación entre falta de sentido y psicosis. En ésta el sentido del mundo y de la vida se descompone o pierde estabilidad, el resultado es, por ejemplo, una vivencia de fin del mundo que se debe precisamente a eso, de modo que la existencia misma del sujeto se ve amenazada. 

La consistencia del conjunto de significaciones que habitan el pensamiento se ve en la psicosis reducida a una sucesión de significantes cuyo interjuego no cristaliza en sentido compartible. Esto se mantiene a menos que se produzcan condensaciones que sirvan como base para reconstruir significaciones capaces de suplir el sentido perdido.

El proceso restitutivo del sentido puede o no suceder y es en él que tal vez sea posible la intervención de un analista, para lo que es crucial no caer en el error de no distinguir entre la función del significante y la del significado en la estructuración lenguajera del mundo. Ésta es la enseñanza insoslayable de Lacan que resumimos en el próximo párrafo.

La función de un orden significativo que provea de un sentido al mundo y a la vida, que posibilite su presentación imaginaria sin la cual todo es pura disgregación, no puede ser el resultado del empeño en hablar el mismo lenguaje que el paciente ni en lograr que éste entienda y hable el nuestro. El sujeto ya habla nuestro lenguaje (cf. Lacan, S3, Paidós, p.53), pero lo que está en la base de lo que dice no concierne a significaciones con valores de referencia o de verdad sino a los significantes con los que se estructura su pensamiento. Por eso en la psicosis los significantes, distintos de los significados que se puedan ver en ellos, se hacen oír como fórmulas, estribillos, neologismos, etc. Por eso también las palabras que cuentan, las claves, son escuchadas en su sólo valor de enunciación, provenientes de otro que se vuelve mayúsculo por absoluto, un Dios al modo del de Schreber, sostén suyo y del mundo. Este Otro hablará sin freno a menos que los significantes produzcan significaciones que se condensen en una metáfora, llamada delirante cuando se constituye en una paranoia o melancolía, quizás en una hipocondría, más o menos vivibles, más o menos socializadas.

Fuente: Raúl Courel (“Notas breves”, 2015/07/20).

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