jueves, 8 de agosto de 2019

En vísperas de las elecciones, Freud, en "El porqué de la guerra":


El afán de poder que caracteriza a la clase gobernante de todas las naciones es hostil a cualquier limitación de la soberanía nacional. Este hambre de poder político suele medrar gracias a las actividades de otro grupo dominante guiado esta vez por aspiraciones puramente mercenarias, económicas. Pienso especialmente en ese pequeño pero resuelto grupo, activo en toda nación, compuesto de individuos que, indiferentes a las consideraciones y moderaciones sociales, ven en la guerra, en la fabricación y venta de armamentos, nada más que la oportunidad para favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal. 

Ahora bien, reconocer este hecho obvio no es sino el primer paso hacia una apreciación del actual estado de cosas. Otra cuestión se impone de inmediato: ¿Cómo es posible que esta pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para la cual el estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos? (Al referirme a la mayoría, no excluyo a los soldados de todo rango que han elegido la guerra como profesión en la creencia de que con su servicio defienden los más altos intereses de la raza, y de que el ataque es a menudo el mejor método de defensa.) Una respuesta evidente a esta pregunta parecería ser que la minoría, la clase dominante hoy, tiene bajo su influencia las escuelas y la prensa, y por lo general también la Iglesia [como religión oficial institucionalizada]. Estos servicios a su servicio les permiten dirigir, organizar y gobernar las emociones y sentimientos de las masas, inconscientes como el sujeto sometido a hipnosis de los verdaderos motivos de su acción diferida [la sugestión colectiva], y convertirlas también en un instrumento a su servicio.

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