Es frecuente que en algún momento el analizante se pregunte acerca de quién eligió y quién le puso el nombre de pila, el que carga de buena o de mala gana. De la pregunta por el padre del nombre se puede ir a la pregunta por la filiación, es decir: por la persona de la que se cree proceder. La respuesta a esta última requiere recurrir al apellido (en francés: le nom du père), que denomina el concepto psicoanalítico en esta materia. Se responde con el apellido, hasta desembocar en la cuestión del padre del nombre.
La pregunta que se presenta es qué será en el futuro del apellido, el que se agrega al nombre de pila para identificar esa procedencia, sea del padre, de la madre, del tío o de quién hizo la crianza. No alcanza del todo el nombre del pueblo o el del clan de origen. En otros contextos, en la cultura quechua, el nombre “Amaru”, por ejemplo, que no es vacío de sentido porque significa “culebra de gran tamaño”, podía no necesitar el agregado de un apellido para identificar con precisión a alguien, hoy no es el caso. No alcanza el nombre “Atahualpa”, que significa “ave de la fortuna”; su uso es tan extendido que requiere de alguna otra palabra para evitar confusiones. Tampoco son suficientes sintagmas descriptivos, poéticos u otros, como el agregado al nombre de la protagonista de un libro de Lucy M. Montgomery, que disfrutaba mi hija, titulado “Anne la de Tejados Verdes”. Las cuestiones de la filiación no dejan ahí de incidir en la historia, aun de manera tácita.
A veces sucede que el apellido, que refiere filiación, sea reemplazado por elección ya sea por otro o por algún complemento cargado de significaciones de otro costal. La función que el cambio tendrá en cada caso queda por verse.
Cabe notar también que en el marco de la revuelta contra el autoritarismo patriarcal la cuestión de la filiación se mantiene intocada, nadie propone eliminar el apellido o reemplazarlo por un número. En la práctica analítica la distinción entre padre biológico y padre reconocido por la ley positiva rara vez no es materia de trabajo, siempre sobre el trasfondo, advertido por Freud, de la caída de la fantasía de descender de padres todopoderosos.
La pregunta acerca de qué será en el futuro de la función que cumple el apellido va más allá de las referidas al patriarcado y a algunas otras.
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