El síntoma del niño está en posición de responder a los que hay de sintomático en la estructura familiar.
El síntoma es el representante de la verdad.
Hay dos modalidades diferentes (ubicado en dos posiciones diferentes):
El niño como respuesta a lo que hay de sintomático en la estructura familiar (alienación separación, nombre del padre, hay un intervalo, división y separación). Este es el caso más complejo pero también el más abierto a nuestras intervenciones.
El niño está involucrado como correlativo, equivalente de un fantasma, acá la articulación se reduce en mucho cuando el síntoma que llega a dominar compete a la subjetividad de la madre (solo da lugar a dos términos, por ende a uno solo).
Cuando la distancia entre la identificación con el ideal yo y la parte tomada del deseo de la madre no tiene mediación (la que asegura normalmente la función de padre), el niño queda expuesto a toda las capturas fantasmáticas de la madre. Se convierte en el objeto de la madre y su única función es entonces revelar la función de este objeto. El niño estaría ubicado como el objeto “a” en el fantasma. Satura de este modo, sustituyéndose a ese objeto, el modo de falta en el que se especifica el deseo de la madre, sea cual fuere la estructura especial de este deseo, neurótica, psicótica o perversa.
El niño aliena en el todo acceso posible a la madre a su propia verdad, dándole cuerpo, existencia y incluso la exigencia de ser protegido.
El síntoma somático le ofrece a este desconociendo el máximo de garantías: es el recurso inagotable para según los casos dar fe de la culpa (neurosis), servir de fetiche (perversión) encarnar un rechazo primordial (psicosis).
En síntesis: el síntoma no solo es una respuesta sino también el representante de una verdad oculta para el sujeto.
Luego de la constitución subjetiva, el sujeto pierde algo (objeto “a”). Objeto perdido originario y a su vez es el motor del deseo. El fantasma vela al sujeto su falta.
En la psicosis no hay objeto perdido, queda él como objeto del Otro.
Queda como correlativo del fantasma del objeto materno, ayuda a la madre a velar su falta.
Para Freud lo que la fantasía vela es la muerte y la sexualidad. Para Lacan, el fantasma le da ese valor de protección para el sujeto, para evitar ponerse en contacto con su falta.
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