Diario de un psicólogo en apuros: la moral ciudadana en un club de bonsai

No sé cómo los colegas habrán pasado sus días durante la cuarentena, pero los míos transcurrían entre pacientes on-line, pericias forense on-line y capacitación (mucha) on-line. Básicamente, todo mi día se llenaba con ámbitos psi digitalizados.

Al buscar una actividad de ocio que tuviera la menor cantidad posible de problemas y pantallas, me incliné por las plantas, que pertenecen a ese maravilloso reino incapaz de hablar. Entre los grupos disponibles, encontré "Cactus y suculentas" y "Bonsais en Buenos Aires". El primer grupo me pareció poco desafiante: ¿Qué puede necesitar un cactus o una suculenta más que sol y un ambiente seco? Me decidí por el grupo de Bonsai, que son esos árboles en miniatura.

Fui aceptado rápidamente y me puse a trabaar en los famosos arbolitos como mejor me salió. Cuando llegó la hora de mostrar mis progresos, decidí comenzar presumiendo mi fresno americano por el infame Zoom...

Ah, el invasor fresno americano —dijo alguien en tono despectivo. —Crecen en cualquier cantero.

—Si, y en la puerta de mi casa. 

—Pero su gran capacidad de diseminación la hace una peligrosa especie invasora...

... Y que de alguna manera es parte del arbolado permitido de nuestra ciudad—interrumpí.

Luego mostré un manzano.

Ah, esos árboles son para vagos... —se quejó otra participante —Ese y los limoneros; escupen las semillas de la fruta que comieron en la tierra y esperan a que salga.

La verdad es que no conocía el método de diagnóstico de la capacidad laboral de alguien basado en el cultivo de árboles frutales —le dije.

Finalmente, decidí mostrar un jacarandá bonsai, famosos por sus flores de color lila, que salen en el mes de noviembre.

¡Ese árbol sí que es un orgullo y un símbolo de amor a la ciudad de Buenos Aires, bravo!— me festejó un señor. —¡Aguante el Tarco!

¿Aguante lo qué? —repregunté. —Perdón, estaba tratando de adherirme a una moratoria del impuesto ABL, porque me di cuenta que no lo pago hace dos años.