La razón que algunos psicoanalistas dan acerca de la conveniencia de acortar la duración de las sesiones suele ser que el analizante habla demasiado por el mero gusto de hablar y que pierde el tiempo. No va de suyo que esta manera de valorar el hablar no sea una consecuencia de la extensión que ha tomado en la civilización de la ciencia y el capital la idea de que hablar mucho de cualquier cosa sin evaluar su importancia carece de utilidad.
Puesto que hablar es con tanta frecuencia pérdida de tiempo y dinero, algunos se proponen cortar tanto goce inútil como manera de valorizar el habla, aumentando, por añadidura, el valor económico del tiempo que se emplea en ello. La cuestión es, sin embargo, que si bien la conclusión de la sesión abre para el analizante un nuevo tiempo de comprender, su momento se reduce al resultado lógico del tiempo de comprender del analista, puesto que es él quien lo decide. El analista, no obstante, no está eximido de dar razones de los pasos habidos en su tiempo de comprender que, como se sabe, requiere de tiempos ineludibles de suspensión en el proceso lógico que conduce a la precipitación del momento de concluir (cf. E, 1945, p.198).
Fuente: Raúl Courel (2020) "El apuro por concluir"
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