La vejez, o 3° edad, es la última etapa vital, producto de un proceso de maduración. El adulto mayor es una persona de más de 65 años.
En la mediana edad (45 – 65 años) hay una etapa de consolidación de proyectos, ya sean vitales, laborales o profesionales. Se producen cambios físicos de una etapa a la otra, a los que el aparato psíquico se tiene que adaptar. Hay más experiencias, pero también más pérdidas.
La pérdida de la adultez da lugar a la vejez, lo cual suele ser discriminado por los jóvenes. A esto, los viejos responden con sensaciones de desvalorización. Las sensaciones de una persona no son lo mismo de los 65 – 74 que de los 75 – 85 años.
Desde la teoría económica, los viejos son la clase pasiva trabajadora.
Se envejece como se ha vivido.
El miedo a la muerte, el miedo al sufrimiento y a perder la autonomía son especialmente intensos en esta etapa. También hay miedo a la jubilación y miedo a la disminución de la capacidad de obtener aquello que se necesita.
El viejo sufre cambios en los vínculos: mueren hermanos, primos y se pierden los vínculos de trabajo. Los vínculos nuevos que aparecen lo hacen en menor grado que lo que pierden. El viejo se va quedando solo.
Como a todo el mundo, al viejo le gusta estar con la gente de su edad.
Proceso narcisista: puede haber una herida narcisista por la consciencia de finitud, que debe ser tramitada. Como son mayores las pérdidas que las ganancias, el viejo debe defenderse y rescatar algunos elementos de ese narcisismo. La infancia también tiene que ver con esto.
Algunos elementos del carácter se rigidizan. La libido protege al yo, no puede investir a tantos objetos. La soledad es esperable, pero es patológica cuando ya no quiere ver a nadie. La soledad es defensiva, pero no debe terminar en aislamiento.
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