Uno de los aportes más interesantes de Donald Winnicott fue su estudios de niños que habían sufrido el contexto de la guerra.
"Los niños muy pequeños resultan sólo indirectamente afectados por la guerra. El ruido de los cañones rara vez perturba su sueño. Los peores efectos se refieren a la separación con respecto a ambientes y olores familiares, y quizás de la madre, y a la pérdida de contacto con el padre, cosas que a menudo es imposible evitar. Con todo, puede ocurrir que tengan más contacto con el cuerpo de la madre del que se produciría en circunstancias ordinarias, y a veces necesitan conocer cómo se siente la madre cuando tiene miedo.
Muy pronto, sin embargo, los niños comienzan a pensar y a hablar en términos de guerra.
En lugar de charlar con los términos de los cuentos de hadas que se le ha leído y repetido, el niño utiliza el vocabulario de los adultos que lo rodean, y tiene la mente llena de aeroplanos, bombas y cráteres.
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A esta edad un niño no comprende la idea de una lucha por la libertad, y sin duda es previsible que vea una considerable dosis de virtud en lo que un régimen fascista o nazi presuntamente proporciona, un régimen en el que un individuo idealizado controla y dirige.
Esto es lo que ocurre dentro de la propia naturaleza del niño a esa edad, y no sería raro que sintiera que libertad significa licencia.
En la mayoría de las escuelas se tenderá a poner de relieve el Imperio, las partes pintadas de rojo en los mapas del mundo, y no resulta fácil explicar por qué no se habría de permitir que en el período de latencia del desarrollo emocional los niños idealicen (ya que no pueden dejar de idealizar) su propio país y nacionalidad.
Un niño de 8 o 9 años seguramente jugará a "ingleses y alemanes", como una variación sobre el tema "vigilantes y ladrones" u "Oxford y Cambridge”. Algunos niños manifiestan una cierta preferencia por uno u otro bando, pero eso puede cambiar de día en día, y a muchos no les importa mayormente. Se llega luego a una edad en la que, si se trata de jugar a “ingleses y alemanes", el niño preferirá identificarse con su propio país.
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A menudo es posible ver un anhelo definido y consciente por el régimen nazi o fascista en un niño que se demora en el borde, temeroso de lanzarse a la pubertad, y es evidente que ese anhelo debe ser tratado con simpatía, o bien ignorado con simpatía, incluso por parte de aquellos cuyo criterio más maduro en cuestiones políticas les hace ver con disgusto toda admiración por un dictador. En cierto número de casos, esta pauta se establece como una alternativa permanente de la pubertad.
Al fin de cuentas, el régimen autoritario no ha surgido de la nada; en cierto sentido, es una forma de vida bien reconocida y practicada por grupos que ya no tienen edad para ella.
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"niño con una tendencia antisocial para quien la guerra tiende a convertirse, cualquiera sea su edad, en algo esperado, algo que extraña si no se produce. De hecho, las ideas de tales niños son tan terribles que no se atreven a pensarlas, y las manejan mediante actuaciones que son menos crueles que los sueños correspondientes. Para ellos, la alternativa consiste en oír hablar de las terribles aventuras de otra gente. Para ellos el cuento de terror es un somnífero, y lo mismo puede decirse de las noticias de guerra si son suficientemente espeluznantes.
A otro grupo pertenece el niño tímido que desarrolla fácilmente una orientación pasivo-masoquista, o que tiende a sentirse perseguido. Creo que a ese niño le preocupan las noticias de guerra y la idea misma de la guerra, en gran parte debido a su idea fija de que los buenos siempre pierden. Se siente derrotista. En sus sueños, el enemigo derrota a sus compatriotas, o bien la lucha es inacabable, sin victoria para ningún bando, e implica siempre más y más crueldad y destrucción.
En otro grupo encontramos al niño sobre cuyos hombros parece descansar el peso del mundo, el niño que tiende a deprimirse. De este grupo surgen los individuos capaces del más valioso esfuerzo constructivo, sea bajo la forma de protección a niños más pequeños o de producción de algo valioso en una u otra forma artística. Para esos niños la idea de la guerra es espantosa, pero ya la han experimentado en sí mismos. No hay esperanza, ni desesperación, que les resulte nueva. Se preocupan por la guerra tal como se preocupan por la separación de sus padres o la enfermedad de su abuela. Sienten que deberían estar en condiciones de solucionarlo todo. Supongo que para esos niños las noticias de guerra son terribles cuando son realmente malas, y jubilosas cuando proporcionan real tranquilidad (...) estos chicos sufren más a causa de la variabilidad en el estado de ánimo de los adultos que por los altibajos de la guerra misma.
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se cree que los niños no pensarían en la guerra si no se les hablara de ella. Pero quien se tome la molestia de averiguar qué es lo que ocurre bajo la superficie de una mente infantil descubrirá por sí mismo que el niño ya sabe mucho sobre la codicia, el odio y la crueldad, así como sobre el amor y el remordimiento, el ansia de triunfar y la tristeza."
Fuente: D. Winnicott (1940) "Los niños en la Guerra"
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