martes, 31 de agosto de 2021

Pacientes y su relato de la semana: cómo volverlos a la asociación libre

Por Lucas Topssian

En un espacio de maestría, salió el tema de los pacientes que van a análisis, pero en lugar de abandonarse a la asociación libre (que en términos de Nassio, implica hablar de aquello que preferiríamos no decir), dedican la sesión a hablar sobre temas de la semana, como si el analista fuera un scriba que acumula datos indiscriminados de diversa índole. Obviamente, si el analista no hace algo con eso, se terminan transformando en "análisis" (Bueno, no) en los que no sucede nada.

Recordé que el tema, de alguna manera, fue mencionado en esta conferencia del ilustre analista Gustavo Szereszewski a la que asistí, cuyo tema a tratar fue la transferencia. En aquel momento, él partió de la dificultad de las interrupciones del tratamiento y de estos tipos pacientes:

Pacientes que vienen, cumplen con su horario, pagan, pero no se sabe por qué vienen. Sigue viniendo, se diluyó el tema por el que vino y nadie sabe qué pasa acá. ¿Viene por obediencia, por compromiso?

El problema de esta cuestión, que en ese entonces sirvió como puntapié para abrir aquella conferencia, jamás reapareció bajo la tan anhelada respuesta, por lo que nos tocará a nosotros la horrible tarea de pensar qué hacer en estos casos.

Mis primeras prácticas estaban supervisadas por una brillante analista milleriana, no obstante sargento del corte de sesión, escansión del discurso ante la más mínima satisfacción pulsional o asomo del objeto a. En ese entonces, había algo que se llamaba modulación del decir. En las sesiones de 40 minutos que teníamos por paciente, no había lugar para la cháchara, así que simplemente se trataba de preguntar: ¿Y por qué me cuenta eso? ó ¿Y eso por qué es importante para ud.?

Análisis con millerianos, versión gráfica

Otro analista, de esos que uno agradece la suerte de haber conocido, fue quien mencionó el tema en la maestría. Él encontró una solución más poética: imprimió, enmarcó y colgó en su consultorio una frase de Eric Laurent, que dice lo siguiente:

Hacer análisis no es hacer el relato de la propia vida. Por el contrario, es hacer el relato de todo lo que no hace relto, de todo lo que hace agujero, de todo lo que hace obstáculo, a que uno pueda encontrarse con todos los momentos que se perdió de vista.

Cada vez que él considera que el paciente se está apartando de la regla fundamental de asociación libre, se la hace leer.

En mi caso, opino abordar este tema desde la mesura del caso por caso. Pienso que, en términos generales, hay que escuchar hasta lo que un paciente pueda hablar y no esperar a que diga lo que uno entiende que sería de mayor profundidad. Hay analistas que pretenden llevar los análisis hacia objetivos metafísicos, cuando lo cierto es que los pacientes van al analista para sentirse mejor. No me gusta suponer superficialidad en el discurso y habrá que ver si ir más allá de lo que un paciente tiene y puede no es una resistencia del analista.

Ahora bien, si tenemos a un paciente que en todas las sesiones hace un relato pormenorizado de toda su semana, hay cosas que podemos hacer. Una es suponer que detrás de lo que el paciente cuenta, hay algo más que a él lo implica. De las muchas cosas que pasan en una semana, ¿Por qué habla de eso y no de otra cosa?  

Supongamos un paciente que habla mucho de política y cuenta en la sesión que "El Gobierno no pagó la deuda externa al FMI". Tenemos a los tres personajes del fantasma de Pegan a un niño: Alguien no paga, a alguien no le es pagado... y el paciente que mira la situación, que es lo que relata. En ese caso, uno podría abrir al tema "no pagó" y tratar de abrir a nuevas asociaciones, quizá cambiando la perspectiva y la gramática: ¿Quién no le pagó al paciente? ¿Qué fue lo que ese paciente no pagó? ó ¿A quién más no le pagaron?. Por supuesto, esto se debe a que cuando hablamos de fantasma, estamos hablando de los goces del mismo sujeto.

En este caso, también podríamos abrir a la pregunta por qué piensa que el Gobierno no pagó. La respuesta a eso también puede abrir a otra cuestión fantasmática: "Porque se cagan en la gente". En el caso del ejemplo, también podríamos preguntarnos por deuda, que en psicoanálisis y en la neurosis tiene su peso. Una pregunta que privilegia un significante también logra el efecto de corte.

Otro recurso que puede utilizarse, cuando el análisis se empantana, es volver a la primera entrevista y tratar de hacer un seguimiento del desarrollo de ese motivo de consulta, si es que no se hizo en una supervisión antes. ¿En qué momento se diluyó? También me gusta marcar temas que, en mi opinión, quedaron inconclusos y que podrían ser retomados luego. Todo esto implica una lectura previa de la historia clínica y tener estos temas "a un costado", por si acaso. 

En conclusión, es al analista que le toca hacer cortes ó empalmes en la cadena asociativa, siempre teniendo en cuenta el momento para hacerlo (no en caso de angustia, por ejemplo). A veces, un paciente puede venir y decir
- Esta semana no me pasó nada interesante.
- Hábleme de qué sería interesante.

Creo que estas sesiones, en las que "no pasó nada interesante", suelen terminar siendo las más interesantes, porque es allí cuando hay posibilidad de relanzar la asociación libre, una de las reglas para que funcione un análisis.

No hay "cháchara en un análisis"

 El esquema L del seminario 2 presenta dos ejes. Uno de ellos es el imaginario, que va desde lo que el sujeto cree ser hacia los objetos ideales: ese otro especular al que el sujeto cree dirigirse. 


Por otro lado, está el otro eje que lo cruza, que es el simbólico. En cuanto al eje imaginario, Lacan dirá que inhibe, retarda e interrumpe:

El analista tiene que estar al acecho, en .el límite del campo de la palabra, de aquello que cautiva al sujeto, lo detiene, lo ofusca, lo inhibe, le da miedo. Hay que objetivar al sujeto para rectificarlo sobre un plano imaginario que no puede ser otro que el de la relación dual, es decir, sobre el modelo del analista, a falta de otro sistema de referencia. (p. 380, sem 2)

En este momento de su obra, Lacan pensaba en términos de una palabra plena, aquella que implicaba el compromiso del sujeto con la verdad que lo funda, y la palabra vacía, una cháchara, donde pareciera no decir nada. Hacia el final de la obra de Lacan, esto cambia. Esta cháchara que al principio molestaba, tiene tanta importancia como lo simbólico y lo real. De esta manera, al final de la obra, los registros imaginario, simbólico y real tienen la misma importancia y se encuentran anudados de tal forma que soltar uno desanuda a los tres.

En el seminario I, Lacan había trabajado el esquema del florero y el espejo, donde lo importante es que dependiendo desde donde mire el sujeto, se produce la ilusión de las flores. Allí uno cree ver las flores dentro del jarrón. Esto quiere decir que lo simbólico, es decir, el punto de vista desde donde está el sujeto, es lo que va a construir la imagen. El paciente va a ver desde la posición en la que esté, o no va a ver nada. Es algo que también implica al analista, porque si uno cree que el paciente habla cháchara, entonces lo que va a escuchar es... ¡nada!. ¡Depende de qué posición tenga el analista! La igualdad de registros implica que si el sujeto dice algo, por algo es, aunque uno no entienda de qué se trata.

Lo imaginario no solo aplica al discurso, sino también al cuerpo: ¿Cómo se viste, cómo es el cuerpo? ¿Qué se dibuja inconscientemente ben ese cuerpo, en relación a su historia? Hay una coagulación de significantes que producen determinados cuerpos.

No hay cháchara, lo que puede pasar, si no está instalada la transferencia, es que haya pacientes que no se comprometen con la palabra. Aún así, esto no es cháchara, hay que leer ahí una dificultad.

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